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En el actual proceso de expansión de las ciudades lo realmente importante no está constituido por los recursos financieros, tampoco la materialidad define su carácter y menos algún tipo de estilo o forma. Hoy, lo esencial radica en el lugar. Vivir en la ciudad significa el acceso a infraestructura, agua potable, transporte, espacio público, alimento, educación y cultura; lo cual posibilita al ser urbano convertirse en humano.

Inscripto en este razonamiento, absolutamente urgente, contemporáneo y universal este pequeño proyecto replantea temas como la densidad,
el espacio público, la mejor utilización de la energía y cómo estos elementos contribuyen a la generación de una identidad nueva. Así, Asunción puede (y debe) re-convertirse en cualquier ciudad del planeta y establecer parámetros mínimos de habitabilidad.

Con escasos recursos financieros reordenamos la grilla de costos de construcción tradicional, y a partir de un riguroso análisis, identificamos que en donde se gasta la menor cantidad de energía es en el soporte (la estructura). Ésta, es recubierta posteriormente con terminaciones, materiales caros, pero reconocidos socialmente como signos de status cuyo el resultado es una completa distorsión entre esqueleto y relleno.

Esto desarma el concepto de integridad, empobrece lo auténtico así como al espacio. Invertir conceptos significa también transgredir, generar contraflujos. De esta forma… lo que soporta, realmente estructura, libera y es espacio. Éste se convierte en forma y es reconocido en la diferencia, por tanto genera una imagen clara y franca, por sobre todo auténtica.

Un resultado cargado de dignidad, presenta los materiales en su específico proceso de uso y trabajo. Así, en el concepto de Heidegger, se habita, se reconoce y se pertenece al espacio. Se accede al resultado mejorado que le otorga el actuar contemporáneo de la razón referido al concepto de la vivienda unifamiliar.