27.3.2012

Concurso “Espacio para la Militancia H.I.J.O.S”, Participante

Somos todos hijos del dolor. Tiranizados por la mentira, cegados por la maldad, secuestrados por el deseo malsano de quienes, no contentos con matar a los hombres, quisieron matar también su legado.

Vivimos entre dos mundos: aquel que nos fue impuesto para cegarnos a la realidad, y el que supimos construir viendo entre las sombras. Siempre seremos hijos de dos mundos, el mundo de la luz de nuestros padres, poblado de lucha y esperanza de un país mejor; y la oscura tierra de nuestros captores, llena de odio y miedo, venganza y crueldad hasta más allá de la tumba. En nosotros se combina el dolor de la víctima y el odio del victimario, la mentira que se percibe con el rabillo del ojo, y la verdad que rompe la superficie y grita su sentido.

Somos hijos del dolor, pero también de la esperanza. Damos testimonio, gritamos lo que otros callaron, y no nos cansamos de luchar por un país mejor. Porque nos merecemos un país mejor, nosotros y aquellos que vienen tras nosotros. Un país donde nadie esté dividido entre dos mundos. Un país único, vivo y sin sombras ni ausencias. Y nosotros militamos esa esperanza, cada día, en cada marcha y escrache, cada vez que un asesino grita sus mentiras, allí estamos para que no olvide a sus víctimas. Para que no nos olvide. Para que nadie olvide.

Recuperar la identidad perdida. Nada enorgullece más a un HIJO que reconocerse en el espejo de sus PADRES. Encontrarse en el territorio de las ideas comunes, reconocer al otro como un Hombre/Mujer íntegro, humano, con virtudes y defectos, pero por sobre todo con Ideales propios, defendidos con la vida y el ejemplo. Los desaparecidos no se han ido, reencarnan cada vez que su propia carne y sangre atraviesa el velo de las mentiras y se eleva al mundo de la verdad. Cada HIJO y NIETO recuperado es un caído menos en esa guerra unilateral de odio, una victoria más para nuestra joven democracia, y una flor más en el campo de espinas de la lucha por los derechos humanos.

Recuperar la identidad es también luchar contra la marginación y el sectarismo, salvar el puente que separa a unos y otros y construir una realidad superadora de cara al futuro. Ese era el espíritu de la lucha de aquellos PADRES caídos por solo pensar diferente. Pero esto no significa perder la perspectiva, y menos aún renunciar a las convicciones, sino todo lo contrario: no se renuncia jamás a la justicia, no hay derecho a la renuncia mientras existan aún desaparecidos y apropiados. La lucha es contínua.

“Los ELLOS vigilan” se lee en las páginas del Eternauta, obra monumental de Oesterheld que habla de mucho más que invasiones extraterrestres. Los ELLOS están siempre presentes, observando, lamiéndose las heridas y esperando para volver a atacar, censurar, quitar la identidad y el sentido a quienes defienden otra forma de vivir y pensar el futuro. Ya no todos usan uniformes, y muchos incluyen las palabras pluralidad e independencia en sus discursos. Pero siguen siendo visibles por sus actitudes, su desconfianza en la democracia y su doloroso desprecio por todo lo que represente el campo popular. De quienes protegen el legado de esos 30.000 Juan SALVOs perdidos en el éter, es el derecho y el deber de vigilar a quienes vigilan.

Y los HIJOS lo hacen con la más pura MILITANCIA, aquella llena de amor y esperanza, pero que no olvida ni perdona lo que no debe ser olvidado o perdonado. Cada vez que ELLOS murmuran sus mentiras, un MILITANTE está allí para gritar la verdad. En cada refugio donde ELLOS se oculten, tendrán un HIJO de la  MILITANCIA en la puerta exigiendo justicia. Y allí donde ELLOS predicen el fracaso y la desesperanza, un HIJO se alzará para construir un futuro para el país que ELLOS no soñaron y detestan. Ese es el legado último de la identidad que deben (debemos) recuperar los HIJOS de los Desaparecidos. La historia reciente de la  Argentina los (nos) hizo garantes de una Democracia adolescente, y custodios de un proyecto de país basado en la Justicia, la Igualdad, y la Equidad. Asumir ese rol es lo que convierte al HIJO en MILITANTE, para verse en el espejo de sus PADRES y sonreír con orgullo. Nos convierte a TODOS en MILITANTES.

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