«La Ciudad en el Cine» en la SCA: Ascensor para el cadalso

Sobre «Ascensor para el cadalso» (Louis Malle, 1957)

El segundo largometraje del director francés es un relato de crimen pasional (pero no por eso sin motivaciones económicas) en el que las piezas que lo constituyen encajan a la perfección, y en el que la ejecución del ensamblado parece ser tan deliberada, tan auto-consciente (Malle tiene formación académica y su cine se inscribe en un momento de indudable afirmación del cine moderno europeo), que el resultado es un universo tan distante como seductor. Y como buen representante de que lo que se dio en llamar policial negro, la historia es siempre el pretexto para poner en primer plano la soledad y la codicia en la experiencia urbana de la modernidad (habría que leer como una condensación de esa experiencia la búsqueda y el vagabundeo de la protagonista por las nocturnas calles de París) y asomarse al fondo del deseo humano, tal vez intemporalmente criminal.

Y algo más, porque la proyección que nos ocupa nos invita a explicitar el criterio de selección de las películas lo largo del año y medio de vida del ciclo. Y es ese criterio el que nos ha llevado a sostener que pensar el cine en relación a lo urbano no es simplemente ofrecer a las ciudades en tanto imágenes reconocibles, referenciales, sino, y por ejemplo, pensarlas a partir de las ficciones autorales modernas (tales como «Vacaciones permanentes» -Jarmusch-, «Alicia en las ciudades» -Wim Wenders- o «Accattone» -Pier Paolo Pasolin-, por nombrar alguna de las películas que hemos proyectado), en la que historias episódicas y personajes en crisis ofrecen un espacio desarticulado, extrañado y hasta irreconocible, incapaz ya de sugerir comportamientos y de proporcionar una identidad. Es proponer narraciones genéricas, como las policiales (el caso que nos ocupa, pero también «La jungla de asfalto» -Huston-, o «El tercer Hombre» -Reed-), donde el escenario citadino es el marco por antonomasia de la exacerbación del individualismo y de la ambición monetaria; o como las de la ciencia ficción («Alphaville» -Godard-, «THX 1138» -Lucas-), en la que la disposición tecnológica del mundo no redunda en una mayor libertad, sino en la planificación lógica de la sumisión.

En definitiva, hemos querido a través de estas películas pensar a la ciudad como una disposición, a la vez, del sujeto y de su espacio. Y no como una disposición sólida, duradera, estable, sino más bien frágil, cambiante: como una producción, como una posibilidad, y ya que hablamos de cine, como una imagen (entre otras) en la que podría encarnarse la real.