8.8.2008

Traducción, Arquitectura

Publicado en la Ronda "Fuera de Tiempo" del Scalae José Antonio Urgell Un pasaje de Quatremére de Quincy que parece convencional es en realidad bastante intrigante. Me refiero a la fundamentación de la arquitectura clásica en términos de su origen.

El «Secretario Perpetuo» de la Academia a principios del siglo XIX examina, imaginariamente, los lugares de habitar de los hombres primitivos. Primeramente las cavernas, refugios encontrados en las laderas de las montañas, que considera inspiración de las construcciones masivas, hechas con la acumulación de materiales pesados. Luego, las tiendas de los nómades; estas son rápidamente descartadas como origen de la arquitectura, por ser sus formas imprecisas y variables. Finalmente, las estructuras de carpintería, que serán para Quatremère el verdadero origen de la arquitectura.
Esto no es sorprendente si se piensa que Laugier, medio siglo antes, había localizado en la cabaña primitiva, una estructura de troncos, el origen y la esencia de la arquitectura. Pero Quatremère dice mucho más: dice que la estructura de madera es traducida en materiales más durables, y esa traducción es la que hace del edificio, arquitectura.
«Está claro que de entre los dos materiales, la piedra y la madera, la segunda ofrecía al arte de la imitación una mayor variedad de recursos.(…) Agreguemos que cuando la piedra sustituyó a la madera, al conservar todas las formas del primer material, el arte se enriqueció más aún por las sugestiones que este segundo material le ofrecía, reuniendo así las cualidades de los dos» (Encyclopédie Méthodique de l’Architecture)

Por lo tanto, la arquitectura se genera, no en una verdadera y «honesta» construcción de madera, sino en su traducción, estructuralmente ilógica, a la piedra. Por si no hubiéramos entendido bien el argumento, el ilustre teórico nos aclara que las cavernas, por ser ya de piedra, no dejan lugar para esa traducción. Decía Quatremère: «En el primer modelo (la caverna) hay poco para imitar, o mejor dicho, no hay nada para imitar, puesto que ni siquiera hay un cambio de material».

Quatremère no dice traducción sino «imitación», palabra que en su tiempo no tenía las connotaciones negativas que adquirió gracias al arte moderno. Por el contrario, escribe en el final de una tradición clásica para la cual la imitación de la Naturaleza era la forma «natural» y correcta del Arte. Se refiere a la imitación de las leyes de la naturaleza en la arquitectura, no a la imitación de las formas de la naturaleza. Claro está que esta difícil tarea interpretativa había sido realizada cumplidamente por los antiguos, y por lo tanto venía servida, por decirlo así, en las formas de la arquitectura clásica.
Retengamos de esta exposición que si bien las formas de la arquitectura «representan» una construcción, no representan literalmente la construcción presente y real del edificio que está ante nosotros, sino otra, anterior y consagrada: la obra de esos carpinteros.
Esto sería una mera curiosidad sobre las divagaciones del pensamiento arquitectónico en el siglo XIX, pero vemos reaparecer el argumento en las siguientes palabras de Dimitri Porphirios: «Quiero enfatizar aquí que la imitación clásica nada tiene que ver con el funcionalismo estructural de la arquitectura moderna. (…) El modernismo usa simplemente materiales sin ninguna intención imitativa. (…) Por el contrario, lo que hace posible la arquitectura clásica es la relación dialógica que establece entre el oficio de construir y el arte de la arquitectura». (1989)
Hoy podemos construir verdaderamente sin imitar unos materiales con otros, una estructura con otras, como todavía hicimos durante el modernismo. Aunque no imitábamos una arquitectura anterior, imitábamos las formas del arte abstracto con los medios constructivos a nuestra disposición.
Solamente en los últimos años hemos podido construir literalmente nuevas formas que responden directamente a nuevos materiales y métodos constructivos. Nos queda la duda de si la geometría pura de la mayoría de los edificios recientes no es también la sombra del modernismo, como antes tuvimos la sombra del Clasicismo. ¿Será que hemos salido por fin de la concepción clásica de la arquitectura?

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