2.11.2015
Scalae Miguel Angel Roca | Conversación con Félix Arranz
"Miguel Angel Roca trae consigo la postura de quien se valora como joven, y de un modo similar a como año tras año probablemente revisa con valentía la posibilidad de un modo nuevo de hacer en arquitectura parece como si, también, valorase en lo más personal." Félix Arranz
El propio aspecto, la apuesta de una permanente juventud, actualidad, por mejor decir. Habla con rapidez, como los más jóvenes, aunque con la autoridad de quien ha viajado, ha conocido, ha elegido y ha descartado opciones. Habla de frente, sin perder de vista los movimientos que se producen a nuestro alrededor: le interesa todo lo que ve, está alerta, como si a nuestro alrededor pudieran haber respuestas a preguntas no contestadas, alguien a quien sería interesante conocer, algo de valor, algo que pudiera ser pintado o construido.
yo iba atrás de la pintura…
Nací en una casa que fue hecha por mi padre, arquitecto, y luego viví en casas hechas por él. Sin embargo, cuando niño, la arquitectura no era un tema central en casa. Quien más me influyó fue mi madre, pintora. En esa época, venían muchos pintores a nuestra casa de campo. Salía al paisaje a pintar con ellos y, siguiendo esa vieja práctica impresionista, pintaba paisajes del natural a los 6 o 7 años.
A los 16 o 17 hice una exposición de pinturas. Vendí casi todo. Por entonces le pedí permiso a mi padre para viajar a Europa, tenía el dinero justo para pagar un pasaje en tercera clase y vivir modestamente en pensiones. Tenía pensado viajar por muchos lugares: Madrid, París, Londres, Roma… pero me dio permiso con la condición de que fuera a un sólo país. Decidí ir a Italia.
En ese viaje me di cuenta de que yo iba atrás de la pintura, la cual estaba toda metida en la arquitectura. Iba al Palazzo Bianco, restaurado por Franco Albini, y me impresionaban no sólo las obras sino también la impostación y la organización del museo. Nunca antes había visto museos ya que venía de una pequeña provincia. Vivía en una pensión en Orvieto en la cual me puse a dibujar la fachada de la catedral gótica y descubrí que existía la arquitectura a partir de historias de la pintura. Iba a ver la pintura del renacimiento y me daba cuenta que estaba inscrita en iglesias góticas o renacentistas. Descubrí una dimensión de la arquitectura de la cual mi padre nunca había hablado.
A la vuelta terminé el bachillerato y luego lo que más me interesaba estudiar era filosofía. Veníamos de un período político muy particular, el peronismo, en el cual mi padre había sido expulsado de la universidad por ser no peronista, y en consecuencia yo consideraba que era un momento difícil para ser docente por lo que, finalmente, decidí que filosofía no era lo que yo debía hacer.
Pensando distintas opciones se me ocurrió estudiar arquitectura y durante tres años seguí las dos carreras a la vez porque no sabía a cual me iba a dedicar. Luego me dediqué exclusivamente a estudiar arquitectura en la Universidad de Córdoba. Habían muy buenos docentes: arquitectos italianos importantísimos como Enrico Tedeschi, el urbanista Lázaro Devoto, y Ernesto La Padula, el autor de aquel pabellón cúbico de arquería en el foro romano cuyo dibujo está en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Todos estos hombres me marcaron mucho y mi padre nunca intervino ni me sugirió nada, no vio un trabajo mío hasta quinto año. Pienso que es muy importante que los padres no participen sino que simplemente se erijan como ejemplos; en mi caso creo que el hecho de que nunca me hayan dicho nada fue lo que me llevó a la arquitectura.
la racionalidad constructiva y la racionalidad estructural…
En la universidad estudié matemática I porque servía para matemática II, luego matemática II porque servía para estructuras I, y ésta porque servía para estructuras II, y cuando llegué al final me di cuenta de que no sabía nada. Necesitaba criterios para diseñar las estructuras, no saber calcularlas. Les pedí a mis profesores que me dieran un curso de diseño estructural y finalmente se armó un curso que al año siguiente se implantó en la universidad, dictado por un excelente ingeniero de Córdoba. Él dibujaba mejor que un arquitecto, era como un artista que había estudiado ingeniería.
No tuve oportunidad de cursar ese curso, me formé trabajando en el estudio, enfrentando los problemas y conversando con los ingenieros sobre las conveniencias de una alternativa u otra. Pero fundamentalmente analizando, estructuras, comportamientos estructurales de edificios existentes. Luego, afortunadamente, fui a realizar una maestría de arquitectura en Estados Unidos, en la Universidad de Filadelfia. Apliqué a una sola universidad y a una sola beca, es decir que tenía que coincidir que me aceptaran en esa universidad y me dieran la beca. Afortunadamente fui seleccionado y en la maestría tuve de profesor, en uno de los talleres, a un excelente ingeniero francés que se llamaba Robert Le Ricolais, cuya obra está hoy en día expuesta en el Pompidou en la colección de arquitectura contemporánea.
Todos estos cursos de refuerzo estructural me han permitido diseñar y predimensionar las estructuras y afortunadamente, creo que he podido aplicar a rajatabla la racionalidad constructiva y la racionalidad estructural, que son unas de mis grandes preocupaciones.
con Kahn, en su estudio…
Continúo hoy con la pintura, pero a partir de mi profesión, no expongo seguido pues considero que no le dedico a esa disciplina el tiempo necesario. Cuando pinto tengo que tener una idea, un pensamiento previo, al igual que en la arquitectura. Si no tengo una idea previa general, algo que decir, no puedo empezar a pintar. Necesito tener una estructura general previa. En los últimos tiempos he usado fundamentalmente acuarela porque me permite pintar más rápido que el acrílico. Esta tiene una gran exigencia técnica debido a que, por su propia técnica, hay que pintar con bastante rapidez; por eso, también, es que necesito tener una idea previa y muchas decisiones tomadas de antemano. Básicamente se trata de que tengo poco tiempo y muchas ganas de pintar.
La pintura se hace en soledad, como la arquitectura. Siempre he trabajado individualmente. No tengo dificultades para trabajar en equipo aunque no he tenido muchas oportunidades. En general tengo una modalidad de trabajo bastante personal, bastante mía. Estoy muy acostumbrado a trabajar individualmente desde mi práctica de estudiante. No digo que sea ni malo ni bueno, fue la forma en que aprendí yo. Trabajar con otros es bueno, yo creo que el debate ayuda… tengo el debate con mis propios dibujantes, que son mis colaboradores, todos ellos estudiantes que han estudiado cuatro o cinco años conmigo… les pido que sean ‘buenos lápices’.
Trabajé con Louis I. Kahn, en su estudio. Yo era muy distinto de Kahn, tenía una formación racionalista muy fuerte, entonces nos confrontaban muchos puntos. A pesar de mi admiración y mi elección por él, desde mi racionalismo había muchas cosas que no me seducían tanto, ciertas metáforas que no necesariamente provocaban la misma reacción en mi. Entonces, cuando él me ofrece trabajar, que es cuando termino de cursar, y que me quedo un año trabajando con él, le pregunté cómo íbamos a hacer para trabajar juntos siendo tan distintos. El me respondió: «No se preocupe, yo he sido buen lápiz para mucha gente.» Fue, verdaderamente, una lección, porque trabajé muy bien con Kahn, con mucho entusiasmo, mucha lealtad y con mucha pasión durante un año.
actitudes proyectuales muy distintas…
No puedo envidiar nada de otros arquitectos, aunque uno tendría que envidiar las oportunidades que se tienen en el mundo del desarrollo. Pero también me pongo a pensar que esas oportunidades las tiene uno de cada mil y yo las he tenido en Argentina, o sea: que he tenido, con los márgenes acotados de esta realidad bastante más limitada que es la Argentina, una suerte grande. Haber podido concretar un cierto volumen de obras, un promedio de dos o tres por año, no está nada mal en una vida de treinta años de carrera.
Sana admiración sí que tengo por muchos arquitectos. Tengo que enseñar a mis alumnos a amar la buena arquitectura, en consecuencia expongo el 99% de arquitecturas de otros, de grandes arquitectos que estimo y valoro. Primero los históricos, los padres fundacionales del movimiento moderno, los maestros de la segunda y tercera generación, y luego las figuras que me siguen pareciendo de una gran significación y trascendencia. También de arquitectos jóvenes, que completan obras relevantes, gente que ha trabajado en dos o tres obras pero que son excelentes, de una gran calidad.
Escribo bastante, más que nada teoría general. Pienso mucho respecto a las obras y a las elecciones de las alternativas proyectuales que he tenido en cada caso. Hay algunas en las que me puedo haber equivocado en la elección de una alternativa. He hecho obras que son bastante minimalistas y otras más tipologistas, otras mas gestalistas. Bueno, en algunos casos he elegido la posición gestualista tal vez por el convencimiento de que era el rol que tenían que jugar.
Esto ha sido en obras en que he tenido que trabajar en periferias muy magmáticas, muy especiales, que hay que conocer en la realidad de Córdoba y en la realidad argentina, periferias hechas de villas miseria, suburbia, conurbano, de distritos de vivienda social construida de bajo costo, que requerían algunas intervenciones que frente a la velocidad de las autopistas y a este magma periférico necesitaban ciertos gestos un poco más potentes: de contenedores un poco más fuertes. En esos casos he utilizado formas un poco más gestuales pero en otras oportunidades, y en paralelo, he hecho obras bastante más minimalistas porque tienen un contexto distinto como en la universidad, se dirigen a un usuario distinto, tienen una significación política, social y cultural distinta. En la otra es para un público mucho más masivo, para gente de niveles culturales bastante distintos a los niveles de las clases altas o de élites culturales que pueden seleccionar mejor sus pautas y sus criterios de valoración, en los cuales he sido bastante más minimalista. En definitiva: he tenido en coexistencia actitudes proyectuales muy distintas. En la medida en que en determinada sociedad no se han construido determinados valores iconográficos, no tengo reparo en aportarlos desde la arquitectura. Todo depende del contexto en el que me mueva. Es unos casos soy contextual y en otros más gestual y autónomo. En todos los casos la obra estará dotada de integridad, totalidad y singularidad aristotélicas.
tengo claro que no trabajo para los arquitectos…
He trabajado mucho para mi ciudad, he tenido mucha suerte en eso, en mi lugar de origen. He trabajado en una sociedad en la cual he podido participar en trabajos a escala urbana que pocas veces se tienen como oportunidad, luego en diversas gestiones municipales y universitarias. O sea que han sido varios comitentes distintos, en situaciones distintas y, como decías, en algunos casos no he dudado en hacer aportes iconográficos que no estaban en el lugar y que de lo contrario quedaba definido como magmas… me pongo a pensar en algunos centros de participación comunal que proyecté que tienen cierta gestualidad pero que si hubiera hecho un contenedor bastante mas anónimo pues no hubiera pasado absolutamente nada.
Si ves esas obras te das cuenta que no son esas periferias duras de vivienda de gran altura. Es mucho mas fragmentario, es una realidad urbana mucho mas difusa y que tiene necesidades de una materialización, de una construcción y una presencia de la cual carecen. Lo que tenemos nosotros es la gran geografía, el gran territorio, la gran mancha de aceite urbana; no se define por una urbanidad cierta ni por una naturaleza relacionada con la arquitectura urbana. Tenemos una situación de privilegio porque trabajamos en la naturaleza en estado puro en una enorme parte del territorio, pero por otro lado tenemos una urbanidad débil en los lugares de intervención que te estaba mencionando. Ahí me pareció necesario ir adoptando una estrategia adrede de máxima actuación y de máxima gestualidad para darle un grado de presencia a estos contenedores.
Tengo claro que no trabajo para los arquitectos. Trabajo para los usuarios reales que conozco a través de mi práctica social, volcada en un activismo político barrial. Tengo un contacto con distintos perfiles culturales y sociales y para cuando trabaje para esos lugares y esos emplazamientos conozco a la gente del barrio, mas o menos cuales son los patrones que manejan. El grado de aceptación social que han tenido estos centros ha sido notable. Las encuestas y los encuentros que he tenido con la gente siempre han sido de un alto nivel de reconocimiento.
La arquitectura tiene que responder a los deseos de la gente. Yo creo que nosotros, arquitectos, estamos muy de paso, somos personajes fugaces dentro de la historia. Lo que interesa es qué es lo que queda para la gente.
obras con un solo material…
Nosotros, los argentinos, no tenemos un desarrollo tecnológico como el que se ha dado en Europa. Yo he tenido una formación bastante rigurosa en los materiales a través de Kahn. He aprendido de muchos arquitectos y de hacedores de arquitectura que han sabido pensar la naturaleza de los materiales y sus comportamientos, entonces uno ha aprendido de estructuras de hormigón desde Pier Luigi Nervi en adelante, he aprendido de estructuras de ladrillo de Kahn y Dieste. Luego en acero a través de Le Ricolai en su laboratorio y en su estudio, aunque he tenido pocas oportunidades de utilizar el acero y lo he utilizado no de manera experimental sino de manera muy rigurosa y muy conservadora en tres o cuatro edificios que he podido hacer en acero puro en Argentina.
En general he trabajado con las tecnologías firmes de ladrillo, concreto armado… nunca he utilizado ningún revestimiento especial, en rigor tengo bastante rechazo a los revestimientos… siempre he trabajado con hormigones vistos, ladrillos vistos, piedra (mi casa es toda de piedra, madera y vidrio). He hecho muchas obras con un solo material, obras puras de ladrillo, por ejemplo.
La primera casa que hice, en el año 1965 ó 1966, fue pura de ladrillo y la única perspectiva que hice no fue para el cliente sino para el albañil. Había dibujado todos los ladrillos que tenía que poner en la casa; todo era ladrillo visto por dentro y por fuera. Se lo dibujé para que supiera cómo iban a ir todos los aparejos y las diferentes texturas de ladrillo a lo largo de la obra. Las demás primeras obras fueron de hormigón: hice una iglesia, la de Villa General Belgrano en Caramuchita (en donde tengo mi casa de verano) que fue toda de hormigón visto, por dentro y por fuera. Salvo los pisos de mosaico y los vidrios la iglesia es toda de hormigón.
No tengo problema en usar mixturas de materiales y me parece apropiado pero quiero decirte que he hecho casos únicos con estructuras todas en acero en el banco de Córdoba en Buenos Aires.
es difícil competir con los sistemas tradicionales…
Todo lo que dijo Adolf Loos tenía un valor de manifiesto, de ruptura histórica, en un momento cultural importante de definición de un lenguaje, pero las rupturas históricas forman parte de una historia remota. Cien años después han pasado tantas cosas que, desde lo moderno a lo posmoderno, a lo paramoderno o al neomoderno, hemos hecho de todo. Hemos pasado por una serie de instancias de reflexión y creo además que lo artesanal nunca ha perdido sentido en nuestra sociedad, por lo menos en Argentina, porque son de las pocas cosas que todavía tenemos. Tenemos condiciones objetivas materiales donde es difícil competir con los sistemas tradicionales porque son de una notable eficiencia donde las economías y los tiempos políticos y económicos son bastante frágiles, y las condiciones de desarrollo tecnológico no permiten hacer grandes operaciones.
Tampoco tengo nada en contra de usar intensamente el vidrio (mi casa es una caja de vidrio continua, cerrada dentro de una caja de postigones corredizos de madera), lo uso en alguna obra si lo necesito. No tengo ningún inconveniente en combinar tradición y modernidad, tecnologías livianas y tecnologías tradicionales… lo que me parezca más conveniente en casa caso. En realidad los temas que condicionan son los de lugar, de sitio, de momento, de oportunidad, de disponibilidades económicas, que hace que a veces sea mas razonable utilizar tecnologías tradicionales que las tecnologías mas industriales. Y en otros casos he tenido oportunidad de usar las tecnologías más industriales en planes masivos de vivienda y no he tenido inconvenientes en hacerlo. Creo que en cada caso hay que buscar cual es la expresión propia y adecuada de esos materiales.
Pregunta de un estudiante
¿Cuál es el valor de las ideas, programas y del tiempo en los proyectos?
Juan Pablo Vázquez, estudiante de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba
He sido gestor de las obras pero también de las ideas. He sido gestor del programa de necesidades, del programa de intervención urbana, de las ideas arquitectónicas que están plasmadas y del destino final.
Esas obras han sido inventadas, no son obras que me las haya pedido alguien. Ni la peatonalización central de Córdoba, ni los centros culturales barriales, ni la descentralización que apunta a generar catedrales laicas, dadoras de identidad barrial y de una vida social y política más participativa y democrática. Pero estas ideaciones requieren de la convicción de clientes e intendentes que lo hicieron posible. Tengo una producción teórico-experimental tan larga que me lleva a que algunos proyectos estén pre-proyectados. Por ejemplo, la primera intervención en la ciudad de Córdoba nació primero como un proyecto teórico que me propuse a mi mismo, a partir del regreso de mi experiencia con Kahn en Filadelfia. Estuve trabajando teóricamente hasta que un día lo expuse a un intendente que me escuchó durante dos horas. Dijo que le interesaba que concretara el proyecto pero que para eso tenía que convertirme en funcionario. Así fue como empecé con la tarea de gestión.
Cuento esto para trasmitir cómo una obra se genera: una obra lleva muchos años… formarse como arquitecto toma una vida, no se es arquitecto cuando uno se recibe.
Uno se va formando en el sentido de reflexionar y dedicarse, y darse cuenta que uno esta haciendo arquitectura todo el día, así como los pintores están pintando todo el día, no solo cuando están pintando. Así nosotros cuando vamos por la ciudad recorriendo estamos en permanente diálogo con las obras y con nosotros mismos. Los estudiantes lo van sabiendo cuando se van formando. Lo que es necesario transmitirles es que tienen que pensar en la arquitectura todos los días, hay que pensar todo el tiempo sobre los proyectos.
Conversación con Félix Arranz.
Publicado originalmente en la edición argentina de la colección de pliegos SCALAE | 2006.