13.6.2008

Scalae Gerardo Caballero

Puede que se deba al apellido de Gerardo: Caballero, puede que no tenga sentido alguno la ocurrencia e incluso que jamás haya cabalgado, pero no resulta difícil imaginar al arquitecto rosarino a lomos de un corcel. Nada quijotesco, por otra parte.

No hay molinos. Imagen recortada, silueta, en el páramo. Al fondo: el río, inmenso. Enormidad de la nada tranquila. Y Gerardo, el caballero, que observa quietamente. Observa, mira. Y nada ocurre. No habla, no hay con quién hablar. El silencio se rompe con un chasquear de lengua y el clas-clas de los cascos del rocín que se desplaza unos metros, de lado, sin perder el frente. El animal y el jinete saben que detrás está el sol y que eso les protege. Ambos observan sus sombras y alternativamente, a lo lejos, una ciudad. Silencio. Siguen mirando. Son sus ojos quienes están ordenando lo que ven, dándole sentido, proyectando. Observando. Como si dibujasen ellos el paisaje con la mirada. Esa es, finalmente la realidad: han dibujado su propio paisaje, con la mirada. Regresan a casa.

Algo relacionado con el campo…
Nací en un pueblo que queda a unos 60 km. de Rosario, Totoras. Vine a la ciudad a estudiar, en principio quería estudiar agronomía o algo relacionado con el campo, pero tenía un amigo cuyo padre era arquitecto. Cuando vine a Rosario a inscribirme a la facultad, mi amigo me dijo que se iba a inscribir en arquitectura y yo me anoté con él. Hicimos toda la carrera juntos y después fuimos socios, Ariel Giménez. Ni bien terminamos la carrera, en 1983, nos fuimos a Europa. El volvió y yo me quede dos años viviendo allá. De ahí me fui a estudiar a EEUU y en 1988 volví a la Argentina luego de viajar cinco años trabajando y estudiando, y armamos nuestro despacho.
Tengo mucha relación con el territorio, con el campo, siempre me ha gustado mucho la ruta, ver el horizonte, viajar, todo lo que tiene que ver con el paisaje, la Pampa. En España no me di cuenta de esto, vivía ahí con otra topografía, la montaña… Cuando viajé a EEUU a estudiar, me fui en auto desde New York hasta Saint Louis, en pleno midwest, todo ese viaje lo recuerdo perfectamente porque era un poco como volver a casa, América, la inmensidad, ese lugar más desarmado, los pueblos… me resultaba muy familiar. Esa inmensidad no la veo en el mar tanto como la veo acá en la Pampa, esa falta de perspectiva con pequeñas cosas que van marcando sí una profundidad. Cuando está la montaña, el horizonte se acorta mucho, también soy de mirar las construcciones rurales.
En el año 87 fui a enseñar a Arkansas, en el sur Estados Unidos, allí hay un muy buen arquitecto, Fay Jones que hizo una capilla maravillosa. Siempre que alguien me venía a visitar lo llevaba a Eureka Spring a conocer esa capilla, la Thorncrown Chapel… en el camino hay muchos graneros, los barns, y los arquitectos a los que llevaba les sacaban fotos, yo pensaba…. qué increíble que nos llamen la atención estos galpones, que no tienen una pretensión estética, que han sido construidos con la lógica del uso y de los materiales disponibles.
Empecé a valorar esa honestidad, entre los arquitectos a veces hay una especie de prejuicio estético que a muchas obras les quita frescura o algo que te sorprenda. A partir de ahí, casi desinteresadamente, empecé a mirar todas esas construcciones, también miro los edificios por la parte de atrás, donde no se ha diseñado una fachada ni hay una visión ideal del objeto.

Una especie de código…
Empecé a dibujar viajando, cuando estaba en la escuela como estudiante prácticamente no dibujaba. En mi viaje a Europa y después, en Estados Unidos, tomé un curso de figura humana. eso me ayudó, tenía un muy buen profesor y el hecho de observar el cuerpo humano y dibujarlo te educa mucho el ojo, seguir las líneas, incluso las que prácticamente no existen, el volumen, las poses, las formas, la luz, el peso… Ahora me gusta dibujar, si estoy aburrido, por ejemplo, cuando viajo, dibujo mucho. Hay gente que escucha música, o lee; a mí me gusta dibujar.
Me gusta ver en los dibujos qué mira el arquitecto, a que le presta atención y a que no, las cosas que les parecen más importantes. No tengo un fetichismo por el dibujo, me parece una especie de código y una manera de hacer, de pensar en ese momento, también pienso los proyectos sin dibujar, dibujándolos mentalmente.
Miro muchos dibujos de arquitectos, presto atención especialmente a las plantas para ver como el arquitecto ha recorrido y habitado el proyecto aun antes de su construcción.

Que la cosa te contamine…
Una de las cosas que más me gusta de proyectar es eso, la manera de recorrer las cosas. Cómo se entra, cómo se sale, cómo te movés, cómo se distribuyen los objetos para crear distancias, etc. Cuando voy a una obra y me doy cuenta que estuvo hecha así, la aprecio mucho, La Facultad de Arquitectura de Alvaro Siza, el Cementerio de Igualada, el edificio de Coderch en la Barceloneta, las piscinas de Torres-Lapeña también ahí cerca, esas geometrías que están hechas para captar, mirar, y cuando uno las recorre todo cobra sentido, todo encaja, esto ha influido mucho en mi forma de hacer. No es solamente una geometría, hay que primero habitar el proyecto y luego, desde adentro, trabajarlo.
De Argentina, aprecio mucho el trabajo de Clorindo Testa, y al contrario de lo que piensan algunos colegas, a mí lo último me gusta más que lo primero, de Rosario, Pantarotto, Scrimaglio, Rafael Iglesia y MarceloVillafañe.
Me gustan los proyectos «feos»… a veces veo proyectos que de tan»lindos» me dan sospechas. Antes hacía proyectos que eran más «lindos», ahora me salen más «feos», quiero decir que los de antes eran más ideales, los de ahora son más reales. Al querer hacerlos tan lindos se dejan de lado cosas que los pueden «arruinar», entonces uno no confronta todo lo que tiene que confrontar, evitas problemas, y los proyectos te quedan ideales. Al agregarle cosas, los proyectos se van contaminando y deformando pero van adquiriendo su verdadera forma, su verdadero valor, su espesor, entonces, son proyectos consistentes, no son vulnerables, en el sentido de que desde donde los ataques, el proyecto está atento. Desde el lado del contexto, constructivo, tecnológico, perceptivo, programático, estructural, filosófico… cuando el proyecto logra traspasar todo eso y sale airoso es una gran obra. Intento hacer los proyectos así.

La obra en el contexto…
En la facultad me fue bien pero era un alumno regular. Recuerdo que la arquitectura me empezó a interesar en 4to. año, hasta ese momento, estaba en la facultad sin saber bien qué hacía ni para qué, proyectábamos escuelas, jardines de infantes, casas, pero no sabía para qué, qué es lo que se iba a aprender con ese ejercicio.
Una vez teníamos que hacer una lámina analizando una obra. A mí me había tocado la Robbie House de Wright, yo hice un dibujo en una hoja tamaño A3, con la esquina, los accesos, el sol, las visuales, las orientaciones, le puse muchos colores, hice un despiece de la casa, un análisis completo. El ejercicio se llamaba «La obra y el Entorno». Cuando mostramos los trabajos, a un compañero mío le había tocado analizar una de las casas de la pradera también de Wright, él había dibujado solamente la raya del horizonte y un punto a la distancia, que era la casa en la inmensidad… cuando lo vi, entendí que ahí estaba realmente la obra en el contexto, por el contrario, mi análisis no traspasaba nada de lo que ya era sabido. Ese fue un momento en que aprendí y me di cuenta que había trabajado mucho pero pensado poco, o no en la dirección correcta. En otro momento estaba corrigiendo un proyecto de una escuela, yo había dibujado en la entrada un pequeño rectángulo y el profesor me dijo «¿esto qué es?», le dije, casi con vergüenza, que era un pequeño cobertizo para simplemente dejar las bicicletas. Él me sugirió varias cosas, como colocar las bicicletas de tal manera en que cuando lleguen se pueda observar una iglesia que estaba ahí cerca, o ponerle un piso de piedra para que hagan un ruido, etc. y me dijo… «porque si no, va a ser solamente un lugar para dejar las bicicletas»… el proyecto fue creciendo y ahí advertí también esa posibilidad, me di cuenta que las cosas pueden ser no solo lo que uno cree que son sino mucho más. En España también aprendí mucho, allí tuve oportunidad de trabajar en proyectos públicos, la condición urbana, el debate intelectual. El patito feo del proyecto… Cuando curse la carrera trabajé en Rosario en el estudio de Roberto Shiira, profesor, amigo y quien me impulsó a irme a Europa .En Barcelona vive un arquitecto rosarino, Mario Corea. Cuando yo estaba en la facultad, Mario vino a Rosario y lo llevamos a dar una charla a mi departamento de estudiante, en la facultad no se podía porque había problemas con la dictadura, y nos dijo que cuando termináramos la carrera nos fuéramos para Barcelona. Cuando la terminé me fui a España con dos amigos, Marcelo Prosperi y Ariel Giménez y como ese profesor había sido socio de Mario, me hizo una carta de recomendación y nos fuimos a trabajar a su despacho. Al poco tiempo le encargaron una escuela en Badalona. Nos quedamos unos 8 meses haciendo el proyecto. Dedicamos mucho tiempo a la resolución de la entrada de la escuela, con una biblioteca en el primer piso, una doble altura… hicimos una axonometría a lo Stirling, de abajo. Después me fui a EEUU y cuando volví a España, Mario me dijo que la escuela se había construido y la fuimos a visitar y la verdad, cuando la vi me decepcionó. La entrada, que era lo que más quería ver, me desilusionó un poco, no sé, no me sorprendió, pero igual no dije nada. Recorriendo la escuela, en un momento entramos a los laboratorios, y era un espacio bárbaro, semienterrado, con unas ventanas por allá arriba, el patito feo del proyecto, fue un lugar olvidado, relegado, casi ignorado, sin embargo ahora que lo veía era para mi el mejor espacio del edificio. Pienso que a veces los proyectos no están donde uno cree que están, ese fue uno de los momentos de los que ahora puedo decir que también aprendí algo.

Cómo se hace la salsa de tomate…
En el estudio somos Maite Fernández que es mi esposa, dos o tres colaboradores y yo. También vienen estudiantes de la facultad para hacer alguna pasantía, algunos con planes de irse fuera a hacer una experiencia… pasan un tiempo y después me piden una carta de recomendación… algunos de ellos están ahora en Europa o en EEUU.
Tenemos obras chicas y también participamos en concursos… los hacemos para mantener la práctica, nos mantienen activos y optimistas cuando no hay mucho trabajo, esto mantiene el ambiente dentro del estudio. Hay gente que dice que nunca tiene tiempo para hacer concursos, porque si uno no tiene trabajo, tiene que salir a buscarlo, y si uno tiene trabajo no se va a poner a hacer un concurso. En España hay muchos concursos pero es una posibilidad concreta de conseguir un encargo, acá es más amateur, los concursos a veces se convocan por urgencias políticas, pero muy pocos se construyen, así que entre los colegas están un poco desprestigiados, no es una salida laboral, pero nuestro estudio tiene esta cosa, no sé, un poco… no tan profesional. En general hacemos todo acá, es muy artesanal, salvo las asesorías en proyectos que lo requieren. Nuestro sistema de trabajo?, creo que yo voy proponiendo y con la gente del estudio vamos desarrollando los proyectos Empezar con una idea puede estar bien, pero luego hay que desarrollarla… Albert Viaplana me dijo hace un tiempo: «si la idea no muere, el proyecto no nace», esto fue como una revelación para mí, claro, sino la idea sofoca al proyecto.
A Francis Ford Coppola un alumno le pregunta, ¿cómo se hace cine? la pregunta del millón pensé yo, y Coppola le contestó que el cine se hace como se hace la salsa de tomate, a medida que uno la va revolviendo se va poniendo espesa, y lo mismo creo pasa con la arquitectura. Tengo un criterio para distinguir la mejor opción, y también tengo mucho ejercicio de ver los trabajos de los alumnos. En EEUU esa enseñanza tan personal me ha dado ese ejercicio de mirar y observar los proyectos con mucha atención. Con los clientes tengo en general una buena relación, los convenzo, tengo una especie de seducción que les genera confianza. Soy maleable y tengo la capacidad de hacer modificaciones, que generalmente mejoran el proyecto. Si bien uno es finalmente el que toma la decisión, es n necesario escuchar.

Ser lo más discreto posible…
Kazuo Shinohara dice una cosa interesante: «el conflicto comienza cuando se toma una decisión, no por lo que uno elige sino por lo que uno abandona.» Cuando se hace una casa de tal modo, hay que ponerse a pensar en todas las otras casas que podría haber sido. No me interesa la cuestión demasiado abstracta, no me interesa la obra pensada demasiado como un dibujo, me gustan los edificios cuando pierden esa abstracción y son capaces de asumir todas las deformaciones, las verrugas, me gusta la arquitectura con defectos.
No reniego de la cuestión sublime de la arquitectura, pero creo que a veces hay que pensarla como un hecho más cotidiano, trato de verla y hacerla como algo natural. Si es una buena obra la aprecio, si no es buena me doy cuenta. He viajado y mirado mucho, me interesa ver buenos arquitectos, dibujos, obras… Lo que me gusta, lo que hago y mi trabajo, es lo mismo. Me hubiera gustado hacer teatro, pero lo dejé. Hoy me gusta esto. Veo a la arquitectura desde muchos lugares, no me gusta mucho hablar de arquitectura porque a veces empalaga, me gusta hablar de otras cosas. Para algunos puedo tener una visión artística… No escribo, así como me encanta dibujar, me cuesta escribir. Quizás tiene que ver con la falta de ejercicio. Cuando hago las memorias uso un estilo neutro, más bien directo. Antes, a veces, escribía algunas cosas demasiado pretenciosas, ahora trato de ser lo más discreto posible. Me gusta la arquitectura discreta, que pase casi desapercibida, inadvertida.
A veces siento que veo siempre lo mismo en las revistas, a veces hay un poco una falta de carácter en los edificios. No sé si será por una cuestión gráfica… la computadora lo ha normalizado todo. Pero también hay muy buenas cosas y muy buenos arquitectos por el mundo. Me gustan los que están instalados en sus lugares y hacen las cosas bien. Me gusta la arquitectura compleja pero no la arquitectura complicada.

Para poder subir obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder solicitar la creación de un grupo es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder guardar en favoritos es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder valorar obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder agregar a este usuario a tu red de contactos es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Para poder enviarle un mensaje a este usuario es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Ir a la barra de herramientas