25.8.2008
Ladrillo a ladrillo
Hay lugares que recordaré toda mi vida. A pesar de que algunos han cambiado, varios para siempre, no para mejor , algunos se han ido y otros permanecen. Todos estos lugares tienen sus momentos... en mi vida los he amado a todos' ('In my life', Lennon-McCartney)
Durar , sumando pretextos para persisitir adulando al ingenio para rebatir fracasos . Amalgamar historias que construy an una memoria indiscreta . Memoria para ser revisada, desmenuzada y vuelta a memorizar. Memoria entránsito. Memoria duradera, como la arquitectura con su intachablecarga de espacio y tiempo.
En la porteña mañana, una brisa fría sube por Bartolomé Mitre levantando las sobras de una ajetreada semana. Tradicionales construcciones que representan todo lo que la ciudad debe ser, son violentadas por un novedoso artilugio. Es un niño de once años el que mira pasmado esos extraños agujeros que horadan las fantasiosas patas del monstruo que sus padres admiran? ¿Dónde están los muros continuos? ¿Los huecos por donde espían ter cas ventanas? ¿Adónde fue a parar mi reconocida geometría? En un oscuro ’66 ha concluido mi infancia asaltada por una inconcebible imaginería.
Noche de sábado en Córdoba. En innumerables encuentros de bares y restaurantes, infinitas conversaciones construyen efímeros resguardos de lunes y viernes. La fatigada realidad se ve sorpendida por particulares aromas deperfumes y vinos. Tortas, tragos y cafés inundan las mesas.
Rosencrantz y Guildenstern yacen muertos en el escenario. Stoppard acaba lo que Shakespeare insinuara para que nosotros quedemos condenados a repetirnos eternamente en la trama de nuestra dramática existencia. Afuera, en los foyeres, una comedia de ires y venires desmiente pesares y da rienda suelta a la fiesta del encuentro. Intuyendo a Piranesi, multitudes coloridas surcan el espacio a través de escaleras y halles olvidando tensas medianeras. Un cielo inclinado yace sobre gloriosas columnas. La calle Corrientes es una vidriera plena de movimiento en esta noche de sábado, el espectáculo ha comenzado mientras se acaba mi temprana adolescencia. Salir a la calle, entrar al teatro son un mismo verbo, una sola acción.
En un rincón, la charla se diluye en repaso de lugares. Sublimes nimiedades y disgresiones banales. Cerca de las dos de la mañana el Negro dejó flotando la frase: ‘…cómo me gustaría dibujar mis recuerdos’. En mi memoria, casuales imágenes evocan un azaroso itinerario .
No había problema con la función en aquellos días, la sección seguía a la planta y luego la composición. Todavía no comprendía de qué venía la cosa cuando Kempes clausuró toda posibilidad de los holandeses. Entonces vi el corte. Una línea diagonal une ciudad y vacío, horizonte y cenit. Intersectando mudos volúmenes de cemento asume toda idea de espacio, un plano que articula tierra y cielo. Un lugar es nombrado: plaza techo. En juvenil incertidumbre empecé a entender los también y ademases de la arquitectura mientras negros cielos ensombrecían el ambiente.
Trazar una línea es desafiar al futuro, proponer inexistentes espectros. ¿Dibujar los recuerdos? ¿congelar su transitoria levedad? No sé, Negro, tendrás que tener pulso preciso y tenue el grafito para no dejar atrapadas todas las incertidumbres de nuestra experiencia.
La soberbia fracasada se llevó gran parte de nuestra madurez un sábado del ’83. En esta mediterránea ciudad, modestos ladrillos pacientemente maclados sorprenden nuestra incredulidad. Un novedoso perfil urbano acumula luces y sombras de terracota. Recortando el cielo, una obra maestra se yergue como reproche a la ausencia de monumentos dignos de nuestra contemporaneidad. ¿Vivienda escalonada? ¿jardines colgantes? ¿es necesario etiquetar lo memorable? Dibujado al infinito, sólo la inmadurez, o la posmodernidad, o la avaricia y el cinismo, o la impericia y la impudicia pudo en este 2006 violar el edificio de San Juan y La Cañada.
Visitamos asiduamente el Banco de Londres, el San Martín y el ATC. Molestamos otras arquitecturas que se prestan generosas a ser vividas y disfrutadas. Las miramos y las tocamos. Nos adentramos en sus regiones y chocamos con sus límites. Tratamos de interpretarlas y entenderlas. Pero sobre todo intentamos comprender sus dimensiones para reconocer las coordenadas que nos identifican como individuos solitarios y solidarios. Personas que construimos en la memoria de nuestra arquitectura la duración de nuestra existencia, ladrillo a ladrillo, en nuestras desventuras y con nuestros afectos, delineando los maleables recuerdos que dan sentido a nuestra vida.
Publicado en la Ronda «Editorial» del Scalae José Antonio Urgell, Agosto de 2006