7.4.2009
Desafío al diseño
La creciente variedad de iniciativas que se formulan a fin de promover una arquitectura sustentable están basadas en la necesidad de explicitar proyectos de avanzada. En ese marco, el desarrollo de métodos replicables y procedimientos cuantificables para evaluar y calificar la "sustentabilidad", a distintas escalas, desde la forma urbana hasta el detalle constructivo, en cuanto a la preocupación por el calentamiento global, el impacto ambiental, la eficiencia energética y la satisfacción amigable de los ocupantes, presenta un desafío al diseño y a la creatividad.
Comprender (y aceptar) que los edificios impactan, que no son inocentes y que contribuyen contundentemente al uso de recursos finitos, con gran dependencia energética de futuras generaciones (¡y aún de las presentes!), es un buen punto de partida. La producción de emisiones de gases efecto invernadero que impactan en el ambiente y luego rebotan como un perfecto boomerang con el cambio climático, sumado al irresponsable uso del agua, otra hipoteca al futuro, y el impacto de los materiales, desde la extracción de materia prima hasta la fabricación, transporte, uso y deconstrucción, son todas fuertes cargas no sólo ambientales sino también sociales y económicas de alto voltaje. Afortunadamente, cada una de ellas proporciona una inigualable oportunidad de reducir impactos y mejorar la calidad de vida. Las decisiones de diseño, especialmente en las etapas iniciales, y luego en el desarrollo del proyecto, ofrecen la posibilidad de lograr un hábitat más sustentable con sólo poner en marcha la creatividad al servicio de este objetivo. Un buen desafío.
Mientras tanto, los métodos de calificación y los sistemas de evaluación que se están implementando en el mundo industrializado reflejan el rol de la energía en la producción, el ciclo de vida de los materiales y su posterior uso en edificios, con su consecuente impacto en la salud, y la productividad en el contexto de la sustentabilidad social y económica, complementaria a la ecológica y ambiental. Claro que ahí se pone en evidencia la problemática, bastante compleja, del comportamiento de los edificios y de los contextos urbanos resultantes de nuevas tendencias mundiales y avances tecnológicos, que invaden el mercado inmobiliario sin mayor cuestionamiento. Sin embargo, la formulación del diseño es sustento y fundamentación de la producción arquitectónica en sus distintas escalas, la clave de una arquitectura para un futuro sustentable y el instrumento más potente que maneja el productor de hábitat construido.
No hay nada inocente en ello, pues toda obra de arquitectura impacta indefectiblemente de la piel hacia fuera en el ambiente y de la piel hacia adentro en la gente, aunque de eso no se habla, o al menos no lo suficiente… Pero justo ahí reside el desafío. Porque todos los sistemas de calificación de sustentabilidad ya implementados y puestos en practica en el mundo desarrollado escasamente responden a las realidades locales del mundo en desarrollo. Y su aplicación, carente de criterios regionales por provenir de contextos diferentes, plantea cuestionamientos y dudas por su escasa representatividad y altos costos.
El riesgo de segregar los factores de diseño, por considerarlos «subjetivos», puede agrandar la brecha entre diseñadores y científicos dentro del laborioso y complejo proceso de introducir criterios de calificación y métodos de evaluación en la práctica convencional. Algunos aspectos de diseño que afectan la sustentabilidad podrían sobredimensionarse o dejarse de lado según los procedimientos propuestos por los métodos de evaluación. La aplicación de dichos procedimientos en situaciones locales diferentes a las que le dieron origen plantea reflexiones sobre globalización, desarrollo y proceso de cambio. Aún la implementación de estrategias de diseño bioclimático y acondicionamiento natural, la revaloración del espacio exterior como ámbito vital y la selección de prácticas constructivas y materiales locales se conjugan en la preocupación por el desarrollo regional o local. Una apuesta frente a la globalización del diseño, con su efecto en la calidad edilicia y dependencia a largo plazo, y ejemplo de la necesidad de cuantificar y calificar las decisiones de diseño en forma conciente ante la producción de arquitectura para un futuro sustentable.
En ese contexto, vale considerar que los factores generales y específicos de países emergentes requieren adecuación y profundos ajustes al aplicar los sistemas de evaluación conocidos, por las variables incluidas (y excluidas) y por el valor relativo de cada una. La incorporación explícita de factores de diseño y la elección de variables ayudarían a salvar la diferencia entre la evaluación ambiental y la guía capaz de orientar al proyectista responsable, otra forma de encarar la calificación con sistemas locales. Es un largo camino a casa y no sobra tiempo, un devenir complejo que implica implementar nuevos criterios. La evaluación de edificios, con miras a su calificación, certificación y etiquetado de sustentabilidad, es una nueva disciplina en pleno crecimiento en busca de una producción responsable del hábitat construido, que puede modificar sustancialmente la toma de decisiones de proyecto. Qué bueno es recordar entonces que cada nueva problemática es una invitación a la creatividad y un desafío al diseño, y que ello lleva implícito un enorme potencial y un fuerte reto a la profesión.
Publicado en la Ronda «Tránsito» del Scalae María Teresa Egozcue
Octubre de 2008