2.9.2019

Lanzamiento del libro de Andrea Saltzman: «La metáfora de la piel»

La arquitecta y pionera del Diseño de Indumentaria y Textil en el país presenta un nuevo libro donde expone a la piel como conexión, lugar de interacción y construcción de sentido.

Andrea Saltzman presentó anoche su segundo libro, La metáfora de la piel (Ed. Paidós) en el auditorio del MALBA, acompañada por el diseñador Martín Churba y la periodista María Eugenia Maurello. «Hablar de la metáfora como habla Andrea es aprender a ver el mundo con esa posibilidad inmensa de ser lo que queramos, un espacio de mucha libertad, creatividad, dulzura y madurez», dijo Churba y agregó que esa metáfora que señala la arquitecta y ahora doctora del Politécnico de Madrid tiene que ver con lo que a uno le hace bien.

La presentación culminó con preguntas del público donde se habló de los universos poéticos y los personajes para los que se diseña, la importancia de la sustentabilidad y la trazabilidad de los materiales, para terminar con un desfile con algunos de los trabajos prácticos de la cátedra.

La piel como metáfora

De la piel al pensamiento y de allí, al vínculo con el espacio. Así fue la formación de esta arquitecta que todavía siente en el cuerpo el impacto de bailar furiosamente bajo la luz estroboscópica de La Menesunda, de Marta Minujín, una tarde de paseo con su madre por el Instituto Di Tella, a principio de los 60. Una de las importantes pioneras en la creación de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil del país – carrera fundada por Rosa Skific en la Universidad de Buenos Aires – encontró en la docencia la posibilidad de unir lo aprendido en la Arquitectura con su interés por la danza y el arte. «La indumentaria fue un lugar de comunión, y a la vez, un espacio vacío y muy marginal, porque los arquitectos no tenían interés en habitarlo ya que lo veían como si fuera corte y confección», dice Saltzman en un bar en Palermo y cuenta que, junto a la artista Rosa Skific, tomaron un espacio que fue de pura experimentación, prueba, error y crecimiento. «Fui construyendo desde mi ignorancia; apoyándome en todo lo que me había formado, pero también en todo lo que me había irritado de esa formación. Por eso, no me siento una intelectual; me siento una corporal, que después se deconstruye», agrega.

¿Cómo surgió La Métafora de la piel como tesis doctoral?

Fui invitada a la Bienal Iberoamericana de Diseño a dar una charla, en ese espacio conocí a Manuel Blanco, Decano de Arquitectura del Politécnico de Madrid. En esa ocasión desarrollé mi visión del universo y mi perspectiva del proceso proyectual. A partir de allí me instaron a formar parte del comité de un doctorado nuevo, pero yo no era doctora, entonces me invitaron a cursarlo desarrollando mi tesis planteada en la charla. A Manuel Blanco le parecía muy bueno el primer libro «El cuerpo diseñado» (2004), pero en este había una necesidad de plantear cuestiones mucho más urgentes que atañen al diseño: un planeta en crisis, un cambio de mirada y de de generar nuevos imaginarios y de crear de otra manera, porque el sistema industrial se fue acelerando, el mercado masivo copó el mundo, la democratización de la moda es total y la cuestión de la imaginación, de la fantasía y del juego del diseño se ha ido perdiendo.

¿De qué se trata la noción de «entre» que aparece en todo el libro?

Me interesa la idea de piel como conexión. Entonces no es que diseño el cuerpo en función de un contexto, diseño esa piel que es la conexión entre el cuerpo y el mundo. Habla de la noción de cuerpo, de un cuerpo que se percibe, que habita, que reacciona. En este libro hablo más acerca de la acción de diseñar y pongo muy en evidencia la noción de «entre», en encuentro con otras áreas del diseño, que también es ese borde de permeabilidad e intercambio. Considero que lo creativo está en lo que todavía no está determinado y en esa porosidad del encuentro. Entonces necesito de la metáfora porque todavía no puedo nombrar cuando llevo adelante el proceso proyectual. Si yo ya sé lo que voy a hacer, si ya está nombrado y determinado, ya está la idea. Cuando leí Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (Borges) dije, es esto. Él plantea un planeta donde no existen los sustantivos, solo los verbos y los adjetivos. Creo que lo que más destaco de mi libro es ese llamado a salir de la clasificación.

¿Qué involucra entonces esta metáfora que mencionás y qué desplazamiento de sentido realiza?

La idea de la metáfora surgió en medio de la producción, porque al principio el tema era la piel, pero después entendí que no es la piel de lo que hablo, sino de la metáfora, que tiene cierta imprecisión, de desplazamiento donde vos mandás con tu subjetividad, interpretación e imaginación. Entonces sostengo que el pensamiento surge de lo corporal. Lo filosófico primero te atraviesa el cuerpo y después pasa a un plano en que yo lo nombro. La metáfora sirve para sostener la incertidumbre y bancar ese lugar de lo incierto. Es volver a cuerpo, porque para mí, el contacto con la materia es el contacto con lo real. Hablo de la metáfora para hablar de la vestimenta y también del proceso proyectual del diseño, porque ambas se ubican en ese espacio de borde, del entre: de contacto entre lo que descubro del mundo y lo que voy configurando.

La idea del diseño como interfaz del cuerpo con el mundo…

Cada cultura construye redes de contacto. En todas las que están más ligadas a la tierra, el bebé está en contacto con el cuerpo: de la madre, la familia, la comunidad. El cuerpo es el cuerpo del aborigen, el que siempre ha tenido un vínculo primario con la tierra. Por otro lado, las culturas más racionales o consideradas «evolucionadas», el contacto con el cuerpo siempre fue más ajeno. El bebé ni bien nacía se iba a la guardería o tenía que estar sólo en el cochecito. La relación actual con el cuerpo tiene mucho que ver con la idea de colonizador y colonizado. La idea del cuerpo expuesto, presente, es propia de las culturas terrenales y la colonización tiene que ver justamente con esta cosa del pensamiento, y no del cuerpo. La idea sin cuerpo disocia la mente.

¿La vestimenta es una piel social?

Exactamente. Lo primero que me interesó fue el concepto de que el problema está en la superficie, que habla de la conexión del individuo con la sociedad. Uno es un ser social y la vestimenta es lo mismo. La ropa me cubre de mi desnudez, que está implícita, y a la vez funciona como la conexión con el mundo. Entonces es ese «entre» que, si bien se manifiesta en la superficie, en el borde, manifiesta la conexión entre lo más profundo y recóndito con el otro, con el espacio, el contexto.

¿Qué cambios de paradigma viviste en el diseño estos quince años entre la producción de ambos libros?

El primer libro habla y cuestiona la relación entre la vestimenta y la arquitectura. Aborda cuál es el límite entre el vestido y el contexto, poniendo en relación el cuerpo con el espacio. Este libro cambia la concepción de la forma, porque no está determinada. Si es algo siempre cambiante, el concepto de una materialidad viva que pueda reaccionar a esa interacción. Cambia totalmente la noción de que el diseño es un producto. Si el diseño es una interacción, entonces lo que se está desarrollando es ese borde de encuentros: pensar, construir desde el cuerpo, pensar en relaciones y acciones como vestir, portar y pensar la ropa como una entidad viva donde hay una conexión vital que es dentro-fuera y que implica un estímulo exterior que se vuelve interior, y un estímulo interior que se vuelve exterior, y así infinitamente.

¿Cuál es la diferencia que establecés entre empezar a diseñar para un usuario o un personaje?

En el libro anterior estaba muy fuerte el concepto del universo contextual como punto de partida. Es muy importante alimentarse del arte, del diseño industrial, primero como campo estético de las formas y con resoluciones que vienen de otros campos. diseñar a partir de un usuario es una determinación casi robótica, muy objetiva: quién lo usa, para qué lo lleva. No hay precisión ni fantasía en eso, no hay precisión. No te lleva a la ensoñación ni hay un aporte. La idea de crear un personaje es para desnaturalizar el mundo. Para ello la mirada del niño o del viajero es crucial, porque no sabe los códigos establecidos y debe decodificar los gestos para resignificar lo que lo rodea. Entonces entra la idea de personaje que primero da cabida a un mundo enorme que no encaja dentro del sistema de la moda, que es estanco y cosifica los cuerpos.

En el libro hablás de la hibridación y la intervención de otros universos al diseño. ¿Cual es la visión de los alumnos hoy a partir de la visión de nuevas representaciones de cuerpos no hegemónicos, nuevas identidades y disidencias?

El ser humano siempre ha intervenido su realidad. Cambiamos el planeta, lo modificamos todo el tiempo y lo mismo pasa con la hibridación a nivel biotecnológico, de las fibras, del hombre con la tecnología, la medicina , también sucede entre géneros. Esta cuestión de hibridarse en otro, ponerse en la piel del otro. Hoy existe en los alumnos una superación de la sexualidad dual y el foco está puesto en las relaciones. Como la organización del amor no es dual y no es de una sola pareja, hay una composición que surge absolutamente a partir de la creatividad. No creo en los parámetros, creo en la creatividad, porque me parece que tiene una situación de componer el mundo desde la amorosidad. La clasificación ha generado dolores tremendos. Si los límites de la sociedad no te permite generar vínculos de amor y los niega, entonces el amor es un desgarro, fomenta el deseo de aniquilar al otro, de castigarlo por su diferencia. En la cátedra nos ponemos en la piel del otro a partir del diseño, y así me convierto en otro. El juego de las transferencias es muy interesante y también forma parte de la misma cosa. Siempre hablamos del intercambio como la posibilidad de conexión.

Fuente: La Nación

Leé la nota original > https://www.lanacion.com.ar/moda-y-belleza/andrea-saltzman-cuando-diseno-es-piel-conecta-nid2280438

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