13.12.2011

Una visión de Brasilia

Con la intención de cumplir con una vieja deuda y para adherir a los festejos que celebran el cincuentenario de la capital de Brasil, un grupo de colegas argentinos tuvimos ocasión de realizar una muy gratificante visita a la que todos endilgamos una única falla, fue demasiado corta.

Hay que empezar por reverenciar la condición épica que implica la fundación de Brasilia en un medio absolutamente virgen y desértico, en condiciones de sacrificio y abnegación que superan lo imaginado por un ciudadano argentino del siglo XX. Sólo el sueño de Sarmiento, con Argirópolis en la isla de Martín García, se compara con este emprendimiento, pero en un entorno fluvial y fecundo muy distinto al de las sabanas de Goiás. Pero la propuesta de Alfonsín, centrada en una ciudad ya existente, Viedma, a orillas de un río, quedó igualmente trunca.

Es importante reconocer que -más allá del diseño ya legendario del trazado de Brasilia por Lucio Costa- hizo falta la decisión y la obstinada confianza de Juscelino Kubitchek para generar a su alrededor y en la población toda de Brasil ese impulso espiritual y casi místico que haría posible concretar en menos de un quinquenio la construcción virtual de toda la ciudad. Eso sí, cuando observamos (en la casa de madera que habitaba el presidente Juscelino cada vez que iba a seguir el proceso de construcción de la ciudad) las fotografías de esa etapa de la obra, pululan las Estancieras (el vehículo fabricado por Kaiser en la Argentina, entonces presidida por el doctor Arturo Frondizi) como utilitario de los trabajos. La realidad actual es bien distinta.

El parque temático
Si tuviera que resumir una descripción de Brasilia, diría que es un parque temático de arquitectura, donde los colegas, estudiantes y aficionados al diseño, el arte y los espacios singulares, se regocijan con la visión de perspectivas y formas fascinantes. Una vez apuntado esto, las vivencias de una ciudad (dicho esto en un sentido intemporal) están lejos de asimilarse en los valores tomados en cuenta para el proyecto de Brasilia.
Las mesiánicas premisas de la Carta de Atenas fueron aplicadas en forma casi literal, y así se encuentran zonas donde sólo hay hoteles, o nada más que bancos, o sólo hospitales, o solamente edificios educacionales. Entonces, cuando uno de los compañeros de viaje preguntó en el lobby del hotel dónde podía conseguir cigarrillos, le recomendaron tomar un taxi para ir al shopping más cercano…

Por eso, el interrogante que nos hacen los amigos que observan las fotografías tomadas en esta recorrida es: «¿dónde está la gente?». Porque más allá de los turistas, que transitan en grupos con guías por los vastos espacios abiertos del contorno, nadie ha visto a un ciudadano nativo caminando por las calles. Como la concepción de aquellos años ponía al automóvil como protagonista privilegiado del diseño, las supermanzanas de 500 metros de lado sugieren (tal como recomendaba el empleado del hotel para comprar cigarrillos) que la movilidad a pie es un recurso excepcional. A esta altura me parece importante destacar que en lo que sintéticamente se ha dado en llamar “la periferia”, cuya población cuadruplica a la instalada en lo que se denomina “Plan Piloto” (el conjunto contenido en el perímetro del plan original de Lucio Costa), está el grueso de la población ubicado en vecindarios semejantes al modelo de cualquier ciudad latinoamericana.

Hasta pronto
Sería imposible trazar una reflexión consistente en torno de las ideas que propone Brasilia y los resultados visibles a 50 años del parto. Para eso hay que internarse en lo que se llama la periferia y observar las relaciones (de tipo social, espacial, funcional, circulatorio) entre ésta y el Parque Temático. Este es, a mi juicio, el desafío que tienen los urbanistas y arquitectos de Brasil a partir de ahora: lograr que este aglomerado se convierta en una ciudad. Y conseguir que aquellas ideas utópicas del Movimiento Moderno, tan ensalzadas como criticadas en los últimos 80 años, puedan traducirse en una armoniosa secuencia de lugares urbanos, donde los ciudadanos (y no sólo los turistas) puedan pasearse, viajar y trabajar, crear y amar, con la vivencia de civitas que hasta ahora se limita a la de urbs.

Nota: La nota que se reproduce arriba condensa un artículo más extenso que el autor escribió para ser publicado en el diario La Nación.

publicado en la sección fuera de tiempo del Scalae Mario Corea

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