12.3.2003

Memoria metropolitana

JOSEP MARIA MONTANER
EL PAÍS | Cataluña – 21-02-2003

Las intervenciones en la ciudad y en el territorio tienen mucho que ver con la capacidad de relacionarse con la memoria. La cuestión crucial de nuestra condición posmoderna radica en llegar a reestablecer vínculos creativos entre la historia y la contemporaneidad, un proceso difícil tras la ruptura de las vanguardias de hace casi un siglo.

La primera modernidad, desde el Renacimiento hasta principios del siglo XX, fue entendida como continua reinterpretación de la tradición clásica: las obras tenían aspiraciones de modernidad, universalidad y desterritorialización, pero no abandonaron sus raíces, en los precedentes del pasado. La ruptura de la segunda modernidad, las vanguardias abstractas de principios del XX, puso en marcha un mecanismo dirigido a disolver la capacidad de relacionarse con el pasado. Sólo podía existir una posible relación explícita: la negación. Aunque hubiera muchas excepciones y la ruptura no fuera total, la condición posterior a las vanguardias viene marcada por esta dificultad de volver a relacionarse de manera natural con una memoria que fue momentáneamente puesta en entredicho, pero que es imprescindible para cualquier creación humana. La memoria es aquello que está latente en la realidad, la esencia del presente. Y atender a la complejidad de la memoria también tiene que ver con los objetivos de la sostenibilidad: asegurar que los valores del presente se transmitan a las generaciones futuras. No sólo hemos de defender el derecho a la ciudad y a la belleza, sino también del derecho a que la memoria colectiva perdure.

Precisamente el reto de cada generación, grupo social y sociedad es el de ir construyendo una propia memoria lo más auténtica posible. Una memoria que por lo menos tiene dos vertientes. Por una parte, la más orgánica y anónima, basada en la experiencia, en la historia de las mentalidades, en la memoria oral frágil y perdurable, en las memorias familiares, del barrio e industriales, en la memoria comunitaria, no sólo la que enorgullece, sino también la que intenta atravesar, interpretar y superar derrotas particulares y sucesos detestables. Y por otra parte, la memoria más representativa y monumental, culta y académica, que está en las obras de arte de los museos y en las arquitecturas del poder.

Ocurre que hemos perdido la capacidad natural para relacionarnos con la memoria y por ello se generan monstruos: en Europa la memoria tiende a embalsamarse; en Norteamérica, a falsificarse; en muchos casos, simplemente, se destruye, se olvida y se sustituye; en otros, sencillamente, se banaliza.

En la pirámide del Gran Louvre de París, de I. M. Pei, la arquitectura sabe encontrar el equilibrio entre el sentido monumental de lo existente y la proyección hacia el futuro. El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, de Viaplana, Piñón y Mercadé, que prolonga la estructura del antiguo hospicio con un edificio ultramoderno, y el estadio de atletismo Tussols-Basils en Olot, de Aranda, Pigem y Vilalta, que respeta la memoria vegetal del bosque, son espléndidos ejemplos de esta capacidad de revitalizar lo existente.

En cambio, sobran los casos de incapacidad para relacionarse con la memoria: la Villa Olímpica, la plaza de las Glòries y el área central del Fòrum 2004. Los mejores ejemplos son aquellos que intentan modos de relacionarse a través de los vectores de la realidad: el distrito 22@ en el Poblenou, que lanza un mecanismo de transformación que parte de las tramas y edificaciones existentes; el saneamiento del río Besòs, que recupera una biodiversidad precedente, o la transformación del barrio de Santa Caterina, en Ciutat Vella, con una intervención compleja y controvertida, que parte de una especial habilidad para hacer aflorar la memoria mediante operaciones de sustitución, eligiendo, necesariamente, entre los vacíos del olvido y los nudos que se revalorizan como portadores de memoria. Un contexto que enriquece el espacio público y se conforma con vivienda protegida de calidad arquitectónica. Gran parte de estas obras están incluidas en la sensibilidad artística y escultórica de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, cuyo PERI de Santa Caterina se basa en trazadosy volúmenes para los alrededores del mercado, amalgamando las preexistencias con la renovación necesaria.

Porque uno de los lugares metropolitanos del arte consiste en favorecer estrategias para otorgar futuro al presente, dando un lugar al pasado. La historia no es sólo cosa de sus profesionales, los historiadores, y no sólo tiene que ver con otras disciplinas, como la antropología, la sociología, el periodismo y el urbanismo, sino que la acción reflexiva, sensual y creativa de los artistas es una guía clave. Por esto podemos interpretar como aportaciones tan valiosas las novelas de Xavier Benguerel, que recrean la historia del barrio de Sant Martí; las arquitecturas de Josep Llinàs, hechas de estratos y referencias urbanas; el cine de José Luis Guerín (En construcción) o de Carles Balagué (La Casita Blanca); los trabajos artísticos y mediáticos de Claudio Zulián al recopilar la memoria oral del Raval o crear el anteproyecto del Museo Histórico Social de la Maquinista Terrestre y Marítima y Macosa, o las intervenciones de Antoni Muntadas -una parte de las cuales se expone en el Macba-, que ahora trabaja sobre la memoria en transformación del barrio del Besòs. Son obras que nos permiten afrontar las complejidades de nuestra contemporaneidad. Porque no es posible pensar y crear si no se conocen las teorías y las obras que nos han precedido, y si no se tiene una especial sensibilidad por integrar la memoria de nuestros conciudadanos. Se trata de promover una memoria crítica y astuta que evite la pérdida de cohesión y que resista a la proliferación de los productos urbanos aislados y amnésicos de la globalización. Mnemosine, la diosa de la memoria, exclama en Aventuras de la memoria, de Voltaire: «Imbéciles, os perdono; pero esta vez recordad que sin sentidos no hay memoria y sin memoria no hay pensamiento».

Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de Composición Arquitectónica de la Escuela de Arquitectura de Barcelona.

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