30.3.2011

«Fuller, siempre Fuller», SCALAE, Fuera de Tiempo

Es hasta cierto punto comprensible, aunque no me parece justo, que algunas figuras que en otros tiempos nos parecían casi inmortales se hayan olvidado, o relativizado, o se mencionen sus nombres sin calibrar de manera adecuada sus méritos o reconocer su condición de excepcionales. Hice este introito para referirme a un personaje polifacético y genial que a mediados del siglo pasado nos trajo a primer plano la noción de modernidad: Richard Buckminster Fuller, que nació en 1895 y dejó de existir en 1983.

Como una suerte de heredero de aquel jardinero inglés -John Paxton- que creara esa maravilla de imaginación y sencillez inmortalizada como el Crystal Palace, Buckminster Fuller (a quien muchos lo identifican como “Bucky”) se hizo célebre por sus estructuras modulares, ampliamente divulgadas y designadas como “geodésicas”. En una búsqueda obstinada de la economía y la simplicidad (técnica y formal) para sus esqueletos y los espacios resultantes, Bucky utilizaba lo que se dio en llamar una geometría pragmática, basada por lo general en figuras regulares y en productos de serie para su materialización y puesta en obra. Aunque no tuvo un título académico formal (se graduó como Doctor en Ciencias en el Bates College), es reconocido como ingeniero, diseñador e inventor. Estudió en Harvard en lapsos alternados e inconclusos, pero hizo lo necesario para recibir la Medalla de Oro del A.I.A., el American Institute of Architects (1970) y numerosos doctorados de carácter honorífico. ¿A qué me refiero cuando digo que “hizo lo necesario”?

Después de años como profesor en una pequeña universidad de Carolina del Norte, Bucky logró, con la colaboración de alumnos y docentes, concretar su proyecto de la cúpula geodésica, una creación que lo hizo célebre en el mundo entero. Fue a finales de la década del 40, a poco de finalizada la Segunda Guerra Mundial, y el ejército resultó ser uno de sus primeros clientes. Porque esas estructuras livianas, que se montaban rápidamente in situ o eran transportadas en segmentos armados en taller, traían consigo muchos de los axiomas formulados por su autor desde hacía muchos años. Uno expresaba un principio del que se adueñaría el Movimiento Moderno: “Diseñar es hacer lo máximo con lo mínimo”; otro daba un consejo que parece tomado del deporte del judo: “No luches contra las fuerzas, úsalas”. Pero en definitiva, Fuller aplicaba en esos esqueletos metálicos, casi ingrávidos y elegantes, lo que se dio en bautizar como la Sagrada Geometría de la Naturaleza. No hace mucho se publicó en un periódico español una fotografía en la que aparece Bucky a los 85 años, apoyado en un prototipo de su vehículo Dymaxion y por detrás se asoma una cúpula Ojo de Mosca, esto es, una esfera formada por cúpulas menores también esféricas y transparentes que se alternan en la matriz opaca conformando un conjunto que justifica el nombre. Y que se asocia con aquella mención ritual de la geometría de la Naturaleza. Me parece que queda claro que Fuller hizo lo necesario -y mucho más- para merecer la Medalla de Oro de la AIA en 1970.

Fuller Siempre Actual
Las dos creaciones que aparecen en la foto se remontan a la década del 30 del siglo pasado. Lo que significa que han pasado casi 80 años desde que Richard Buckminster Fuller trazara los dibujos de una estructura peculiar y un automotor absolutamente revolucionario. La actualidad que exhalan las dos imágenes justifica mi decisión de escribir estas líneas a modo de rescate de una personalidad que se anticipó a plantear muchas de las demandas que se formulan hoy. Es posible que muchos ignoren que la expresión Spaceship Earth (Nave espacial Tierra), genial definición del planeta que habitamos, fue concebida por Buckminster Fuller, quien al respecto solía ironizar afirmando que esa nave espacial llamada Tierra nos había sido entregada sin manual de instrucciones. Mi amigo y socio, Daniel Casoy, sostiene que la Biblia es ese manual. Las cuestiones vinculadas con la contaminación, en sus diversas variantes pero sobre todo a partir de la combustión del petróleo, fueron lúcidamente encaradas por Bucky cuando el uso de energías alternativas (solar y eólica en especial) ocuparon un sitio protagónico en sus estudios. Y todo esto acontecía con un fondo singular en el que lo científico y lo humanístico se fundían en una amalgama armoniosa. Como nuestro hombre gustaba de escribir, un texto de 1962 puede iluminar esa peculiar vocación: se llama Untitled Epic Poem on the History of Industrialization (Poema Épico sin título sobre la Historia de la Industrialización). Y todo esto retoma protagonismo porque gracias a una iniciativa de Norman Foster, que trabajó varios años con Fuller en la última etapa de su vida, se decidió dedicar tiempo y dinero a la exhumación del proyecto Dymaxion para presentar un modelo de avanzada en materia de automóviles cuyo original data de los años 30 del siglo XX. Y con la firma de Foster y Asociados acaba de aparecer un libro -Dymaxion Car- dedicado a ese tema. Y se realizó en Madrid hasta hace muy poco una muestra con título en inglés: Bucky Fuller & Spaceship Earth, con Norman Foster y Luis Fernández Galiano como comisarios. Quise recordar, para estudiantes y jóvenes arquitectos, y para algunos colegas desmemoriados, a un auténtico genio de la modernidad y del espíritu que ella comporta, a un geómetra creador de espacios que evocan al jazz, sus ritmos y sus estrofas. A Richard Buckminster Fuller.

Para poder subir obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder solicitar la creación de un grupo es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder guardar en favoritos es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder valorar obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder agregar a este usuario a tu red de contactos es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Para poder enviarle un mensaje a este usuario es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Ir a la barra de herramientas