18.5.2009

Ficciones de LO Habitar

Ficciones de lo HabitarPor Pablo Sztulwark
Editorial NOBUKO

«Hace muchos años, recién recibido de arquitecto, emprendí un viaje que me llevó hasta Florencia. En aquel momento, viajaba con el entusiasmo de un joven recién graduado que experimentaba muchas de las cosas que estudió y vio en libros sobre la historia de la arquitectura. Según recuerdo, una tarde fría y de intensa llovizna me encontré con una pequeña iglesia en la parte alta de la ciudad: San Miniato al Monte. Entré para conocerla y también para descansar y protegerme. Entonces la luz era tenue, producto de la manera con la que se tamizaba por las aberturas y porque la luz exterior también lo era. Además había gente recorriendo su nave central y el órgano producía una música que emocionaba. Yo, joven arquitecto, materialista y ateo, me estaba enfrentando a una situación espacial que estaba construyendo a Dios. Con esto quiero decir que, aquella tarde, entendí que en «esa situación», Dios existía, y que la arquitectura era el medio para que existiera allí, y además comprendí que la arquitectura era el modo de construir allí un creyente.

Salí de esa experiencia conmovido, por la iglesia y por la comprensión mas intensa de la experiencia espacial que había tenido lugar. Entonces pensé que para que entender o enseñar arquitectura no alcanzaba con saber o enseñar como se construye ese edificio, cómo se trabaja el ladrillo, cómo se agujerea la masa, cómo se sostiene el techo; ni con saber o enseñar la forma que esta técnica adoptaba, sus reglas estéticas y de estilo que lo hacían pertenecer a determinada cultura y tiempo, y por último tampoco era suficiente saber y enseñar cómo se usa esa iglesia, la formas del atrio, su nave principal, los tiempos de la misma, los rituales del casamiento o el bautismo. Claro está que todo eso es imprescindible pero, al mismo tiempo insuficiente para comprender el dispositivo arquitectónico que nos permita designar a ese espacio como iglesia, es decir el espacio que construye a Dios, o como decía antes el espacio que construye un creyente.»

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