13.7.2009
Apuntes y comentarios sobre lo acontecido en Ultzama y sobre lo necesario para Valencia: la consagración de la diversidad
Síntomas y diagnósticos de un cambio (XIV) Es cierto y lo confirmamos: Ultzama merece la pena. Por discreción, de ello hablábamos la semana pasada, hemos preferido que la crítica avance una mirada sobre el olímpico "encierro" del valle navarro, pero no podemos por menos que compartir hoy algunos, una muestra, de los comentarios emitidos por las personas participantes, que de otro modo no verían la luz y que, de paso, nos permiten insistir sobre cuestiones de las que se debe hablar esta semana en Valencia y en adelante...
Por ejemplo, lo que María José Díaz de Tuesta comenta desde El País en su artículo titulado «Para todos los gustos»: «entre las nuevas generaciones no hay un pensamiento único, ni dos, sino pura heterogeneidad», en un lenguaje fácil para el lector no profesional, se acera en precisión en la letra de Daniel Ibáñez, del estudio MaRGeN: «Es muy reconfortante encontrar una plataforma cuyo objetivo radica en instrumentalizar y socializar las divergencias presentes en la arquitectura actual. Esperamos haber aportado nuestra manera de entender la realidad, para nosotros ha sido muy didáctico aprender de vuestras.»
Efectivamente, ese era el planteamiento de salida para el Campus: «el objetivo íntimo no es la obtención del acuerdo, el consenso, sino todo lo contrario, la tranquila y educada pero trabajada y argumentada consagración de las diferencias», es lo que anticipábamos desde esta tribuna, un planteamiento que Izaskun Chinchilla valora también como de llegada y como motor de arranque de algo imparable: «Ese estatus recién conquistado del derecho a ser diversos son las primeras trazas de un mapa. Su dibujo con más definición y precisión puede construir, en el entorno de la arquitectura contemporánea, un ambiente permisivo donde se incentive la expresión personal y de colectivos diversos, puede ayudar a incremetar el conocimiento colectivo, puede desarrollar nuestra capacidad de colaboración, puede hacernos más eficaces a la hora de mediar en conflictos y más sensibles a agentes diversos. La búsqueda común de estos objetivos suponen un cambio de actitudes y comportamientos que entronca con una cultura emergente y que se hace sentir, cada vez más fuerte, en todos los ámbitos sociales.»
Y, ciertamente, el primer encuentro en Ultzama, al modo de los mapas legendarios y hechos fragmentos a sumar, anuncia el segundo y los por seguir, siquiera por la necesidad de documentar la convivencia y diferencia del millar largo de estudios, profesionales, colectivos y otras fórmulas que jalonan un panorama que ha cambiado y en el que lo generacional ya no es horizontal, sino vertical. No, no es lo generacional asunto de edades, es asunto de modelos de pensamiento y factura. Quizás la última generación «horizontal» fue la de los nacidos en los sesenta, la generación perdida.
Sigamos con los comentarios de los participantes. Eva Luque, losdeldesierto, en su jovial y salada lucidez lo expresa al modo de una canción: «FIESTA por y para la arquitectura, ¡y qué continúe!, que más allá de un encuentro disciplinar ocasiona el concilio de relaciones, inquietudes, actitudes, naturalezas, procesos, pensamientos… de personas siempre comprometidas», que Andrés Jaque recoge en una especie de coda coherentemente institucionalizante: «se ha comenzado a hablar de cuestiones muy complejas, pero imprescindibles» y Néstor Montenegro, de dosmasuno arquitectos, relaciona positivamente con lo verdaderamente próximo: «vislumbrar otro futuro».
Diego Fullaondo lo comparte desde un ángulo muy personal, en el que valora por encima de todo la camaradería, la no soledad que ha podido encontrar: «sentirse acompañado, aunque sea solo en la naturaleza problemática de la arquitectura» y Patxi Mangado, anfitrión donde los haya, recoge ese aspecto personal para removerlo en convicciones de clase, antiguas y eternas, para remachar el espíritu íntimo de Ultzama: «no somos otra cosa que ‘trabajadores’ para una causa común, como es la arquitectura que, más que nunca, exige relación entre nosotros, comunicación y también divergencias inteligentes que, como se indicó en el Campus, han de superar cualquier sentido de sectarismo. Solo la inteligencia y el esfuerzo deben ser los materiales comunes.»
Y aquí lo mostramos, abiertamente, como una nueva ponencia para un congreso que inicia, el de Valencia. En unos días, eso queremos, llegarán los podcasts y vídeos de Ultzama, pero no se debe esperar porque aunque otros congresos vendrán, el de Valencia es muy importante: es el que hay hoy mismo, no hay otro de momento, y será necesario que decanos y responsables institucionales tengan ejemplos y sepan recibir el testigo de arquitectos que están clamando: «cuidado, no somos iguales, nos gusta y, por otra parte, no nos queda más remedio que ser diferentes. Sed prudentes cuando habléis de ‘los arquitectos’, porque puede que ese sea un plural en adelante inabordable, como lo es la propia sociedad».
Entendemos que esa es la verdadera experiencia y futuro de los arquitectos españoles: su número, su diversidad, su desacuerdo, su capacidad de convivencia y su complementariedad desde la diferencia. Muy español, por otra parte. ¿O Mediterráneo?
Artículo incluido como editorial en la circular semanal «boletín SCALAE» en su edición 014
Ver boletín 014 con enlaces vivos, tal cual se distribuyó en circular de correo electrónico
Subscripción gratuita al boletín SCALAE