22.7.2009
Apuntes sobre los concursos, la conciliación familiar y el fin del mundo
por Félix Arranz
Breve. Con julio, cada año y en Europa, llega el fin del mundo. En España es un hecho constatable, sin margen de duda. El avistamiento del abismo vacacional de agosto, de la administración pública y de los administrados, tiene como consecuencia el exagerado frenesí de un mes en el que todo todo todo ha de terminar. No hay vida más allá del 32 de julio, como no la hay en su antípoda invernal: el 32 de diciembre. Pero, un momento, si no hay vida… ¿por qué siguen encendidas las luces en los estudios de arquitectura? ¡Ay! Con julio, cada año y en España, llegan los concursos de agosto. Es un fenómeno de floración concursal, este de las convocatorias, siempre sorprendente, que combinado con otro fenómeno de la naturaleza administrativa todavía más, si cabe, «mágico» como lo es la imposible ecuación entre el material solicitado para responder a los más humildes concursos agosteños de ideas y el tiempo necesario para resolver el material solicitado, tiene como consecuencia…
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