6.5.2015

… y se hizo la luz

Una pequeña reflexión sobre el Museo Soulages de Rodez, obra de RCR arquitectes.

La piedra lo es todo. Un material noble, duradero, capaz de conformar enteramente un edificio. Los muros son estructura. Doblados sobre sí mismos forman una vuelta que permite soportar el techo. Se pueden excavar para producir bancos o nichos de escritorio. La piedra conforma los pavimentos. Conductos por donde pasar agua siempre limpia que se puede beber directamente de la cañería. La Regla prohíbe ornamentarla. La estructura se puede agujerear para obtener ventanas de dimensiones precisas (más profundas que anchas) que dejan pasar la luz de un modo determinado.

Estamos en un monasterio cisterciense. O, mejor dicho, estamos ante la visión que RCR tiene de un monasterio cisterciense(1). Este sistema formado por un único material que codifica la luz que lo anima tiene la virtud de hacer aparecer el espacio. Espacio sin adjetivos. Puro. Destilado, sin respiros ni distracciones. Esta sensación fue interiorizada por los arquitectos, que, enfrentados a otros programas con otros presupuestos, enfrentados a otro modo de vivir, a una cultura más flexible y mestiza, encontraron en el acero el aliado perfecto para hacérnosla revivir.

El acero se puede adintelar. Soporta luces mayores que la piedra con mucho menos material. Soporta bien cualquier esfuerzo estructural y, por encima de todo, es más preciso a la hora de ser trabajado. Se mide en milímetros. Se puede cortar con láser. Se puede calibrar. El acero está presente en muchas de nuestras estructuras, escondido en su interior absorbiendo los esfuerzos que otros materiales no pueden soportar. RCR se limita a sacarlo fuera como expresión del edificio: pilares, pórticos, cables, pliegues. Cortinas. La discontinuidad del material le da ritmo, imprime una vibración que remite a la vez a los fenómenos naturales, al crecimiento de las plantas, al movimiento de las hojas de los árboles plantados al lado de estas estructuras. También remite a la música: el rimo, a los patrones, al loop, a las variaciones.

Pierre Soulages encontró sus pinturas negras(2) después de que el cuadro que estaba pintando lo enviase a la cama, derrotado, para levantarse al día siguiente y, después de una segunda mirada fresca, notar que el lienzo, enteramente cubierto por trazos espesos, corpóreos, de pintura negra vibraba, atrapaba el color, le daba vida a través de los reflejos que adquiría la superficie que creía destinada a funcionar como una caja mate, a quedarse hasta el último rayo de luz que rebotase contra ella(3). El cuadro reaccionaba (reacciona) ante la posición relativa del espectador, ante la hora del día y ante el espacio donde está expuesta. Es sensible a todos estos factores y, por tanto, irreproducible. Los cuadros negros de Soulages son vibración, son movimiento. No remiten directamente a la luz: remiten a una luz perteneciente aquí y ahora. A una luz personal, a una luz que el espectador crea dialogando con la pintura, moviéndose ante ella. Acercándose, alejándose, volviendo y revolviendo al cuadro. Son pinturas animadas por la relación del individuo con la pintura. Fuera de esta relación no tienen existencia posible.

Y es a través de esta vibración, del único material que anima a los elementos, que desvela luz y espacio, que se relacionan los artistas. Una visita al museo Soulages de RCR, donde las dos sensibilidades han coincidido y se han complementado, da sentido a esta relación: la experiencia del espacio y la de la luz. La posibilidad de complementarlas, de potenciarlas, de formar una obra común con sus límites bien definidos, sin embargo. Yin y Yang. Parte de lo mismo. Esto es el Museo.

(1) Así descrita por Carme Pigem en una entrevista para Scalae celebrada para preparar su monografía de principios. 
(2) No confundir con las de Goya: la Serie Negra del pintor español tiene su origen en su estado de ánimo, en la sordidez de los temas que trata que arrastran e inspiran un modo de pintar las influencias del cual jamás estarán suficientemente estudiadas. 
(3) Benoît Decron, el director del Museo Soulages, nos contó esta anécdota de viva voz ejerciendo de intermediario entre el propio Pierre Soulages y nosotros. 

Fuente > http://scalae.net/noticia/soulages

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