29.3.2018

“Vivimos narcotizados por ideas blandas y zombis que siguen retornando con la etiqueta de ‘nuevas’ ”

Entre los libros recientes dedicados a reflexionar sobre el estado de la arquitectura a nivel global, Crítica de choque (Bisman Ediciones, 2017) supone un libelo de urgencia que dedica una atención especial a la actualidad Iberoamericana.

Conversamos con su autor, el profesor, crítico y polemista Fredy Massad (Buenos Aires, 1966), un rara avis que persiste ensayando una crítica frontal contra la constante positividad del espectáculo –en continuidad con su labor como articulista en ABC, compilada en La viga en el ojo. Escritos a tiempo (Ediciones Asimétricas, 2015)–: la salud de la crítica, la autoconstrucción de la identidad mediática, la arquitectura en tiempos de “austeridad”, la extensión de categorías políticas en el discurso arquitectónico o los modos de acción y reacción ante la realidad presente.

Si la escritura y la industria editorial son el espacio por excelencia de la crítica, usted señala la década de los años setenta del siglo pasado como el inicio del proceso de mercantilización de la cultura arquitectónica. ¿Cuál es el legado de la revista moderna, ideológicamente posicionada? 

No descubro nada si afirmo que estamos sufriendo un periodo de pobreza cultural que, según mi punto de vista, ha sido causada por una democratización que ha nivelado hacia abajo. La arquitectura, como expresión cultural, no ha escapado a esto.

En estas últimas décadas se ha producido un retroceso que costará mucho desandar. No creo que el factor fundamental de este proceso de degradación haya sido el paso de lo analógico a lo digital sino más bien un vaciado cultural consecuencia de una globalización mal gestionada. Un problema generado desde las bases de la educación y que ha producido una sociedad más perezosa, menos activa e intelectualmente ambiciosa. La formación universitaria se encuentra cada vez más empobrecida y esto no sólo ha de achacarse a los nuevos alumnos sino a la precariedad en que se encuentran los docentes y la mercantilización de la educación.

Dicho esto, y centrándome en su pregunta, tampoco soy partidario de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Los críticos de antaño exhibían una posición en muchos casos elitista y presuntuosa, hablaban exclusivamente para un determinado sector público y, como hoy, tenían marcadas filias y fobias. Sin embargo, si uno echa la vista atrás, comprueba que existía un pensamiento crítico basado en una sustancia intelectual más sólida y autoexigente, y también unos receptores, minoritarios pero con una formación cultural más consistente. Las publicaciones que van del periodo de posguerra hasta finales de los años setenta contaban con editores con compromiso y voluntad de transmitir ideología y pensamiento, de participar activamente en la construcción de un proyecto cultural y social.

Hoy en día, la posición del editor es sumamente delicada y, con frecuencia, cuestionable. Seguramente, en gran medida, porque actualmente todo ha de ser lúdico, divertido, inmediato. La cultura del esfuerzo, al igual que la del ocio, han decaído a causa de la hegemonía de la figura del emprendedor: un modelo de personaje nefasto, que solamente busca resultados materiales a corto plazo y ha de contribuir a la producción veloz e incesante de información para consumo. En este contexto, los medios “de papel” especializados en arquitectura son un elemento en vías de extinción, porque no han encontrado formas para competir eficazmente, y sin perder rigor, con la velocidad de los medios digitales. Y las publicaciones digitales carecen de trascendencia porque, en su mayor parte, están guiadas por una idea de negocio y carecen de cualquier aspiración intelectual. Tengo constancia de proyectos de publicaciones digitales que aspiraban a ofrecer contenidos con rigor y calidad, pero que fracasaron por falta de público potencial. En Internet, se buscan resultados inmediatos, de ahí el triunfo de publicaciones como Dezeen o Plataforma Arquitectura, que desde la absoluta superficialidad e inanidad de sus contenidos satisfacen esa ansia contemporánea por obtener información con rapidez y experimentar un deleite estético inmediato.

El legado de la revista moderna habría de ser esencialmente aquella idea de compromiso con la construcción de la sociedad para que la propia publicación actuara como herramienta de análisis e incluso de resistencia. Una consciencia que incitara a tomar un auto-compromiso estricto con la práctica de la crítica y reflexión sobre la arquitectura a aquellos que la ejercieran. De todas maneras, soy bastante pesimista y dudo que estos factores vuelvan a ser los motores de las publicaciones dedicadas a la arquitectura.

Mantiene una actitud de resistencia frente a la “dictadura de la positividad” del entorno social contemporáneo −en particular aquella que se auto-reproduce en el medio digital−, a la vez que reivindica abiertamente la negatividad ante lo que considera una desactivación generalizada del pensamiento crítico. ¿Cómo valora el uso indiscriminado de la palabra “crítica”, que vuelve una y otra vez como fetiche en prácticas diversas, como la comunicación o los programas de postgrado?

Parto de la premisa de que el pensamiento crítico en general, y la crítica de arquitectura en particular, están atravesando un momento paupérrimo. Y, como usted señala, es  paradójico ver cómo, a pesar de esta debacle de la crítica entendida como una práctica inquisitiva, independiente y en constante auto-cuestionamiento del pensamiento, el término pulula actualmente, convirtiendo esta saturación en trivialización.

(Fuente > https://ctxt.es/)

Visitá la nota completa > https://ctxt.es/es/20180321/Culturas/18573/fredy-massad-arquitectura-critica-iberoamerica-neopopulismo-norman-foster.htm

 

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