5.6.2006

Vegetación en las alturas

por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, publicado en el suplemento Culturas de La Vanguardia el 31 de mayo de 2006.

El aeropuerto de Schiphol (Ámsterdam), la Biblioteca Pública de Vancouver, el Centro de Danza Laban (Londres), el Hospital de Rehabilitación Schwab(Chicago) o el PalaisOmniSports en París-Bercy (Francia) son edificios con azoteas verdes. Green roofs, eco-roofs o roof gardens es la denominación con la que referirse a los terrados de construcciones urbanas que están total o parcialmente cubiertas de vegetación .No se debe considerarlos jardines o parques, ni tampoco paisajes construidos sobre la parte alta de un edificio con una intención decorativa, sino más bien como un fragmento de naturaleza silvestre transplantada a la arquitectura mediante un sistema de ingeniería con un fin muy concreto: contribuir al sostenimiento ecológico del ambiente urbano.

Las techumbres recubiertas de césped tradicionales en las viviendas populares de Irlanda, Gran Bretaña y los países escandinavos son señaladas como antecedentes directos de estos nuevos vergeles urbanos, que transforman cualquier edificio en una pequeña defensa del medio ambiente sin interferir absolutamente en su funcionalidad. Cada azotea verde está constituida por un sistema de ingeniería ligero que permite la plantación y crecimiento de plantas y flores sobre un terrazo convencional. Este sistema está integrado por seis capas que se superponen a la cubierta del edificio para asegurar tanto el correcto aislamiento preciso para la integridad de los materiales arquitectónicos como la vida del reino botánico que acoge en sus alturas. La vegetación adecuada para las azoteas verdes es elegida en función de las condiciones climáticas propias de cada ciudad y las características físicas del edificio. Engeneral, aunque se conciben azoteas verdes con población vegetal caduca o perenne, se consideran ideales aquellas especies cuya altura es baja, que crecen y se expanden con rapidez, con alta resistencia a la sequía y carentes de necesidades especiales de irrigación o nutrición.

Alemania cuenta con más de trece millones de metros cuadrados de azoteas verdes y según una normativa del gobierno municipal de Tokio, todos los edificios construidos después de 2001 cuya azotea tenga extensión superior a los 1000 m2 deberán convertir en verde por lo menos un 20 por ciento de su superficie. Suiza, Austria, Gran Bretaña, Hungría, Holanda, Suecia (www.efbbauwerksbegruenung.com) y Estados Unidos (www.greenroofs.net , www.greeninggotham.com , www.artic.edu/webspaces/greeninitiatives/greenroofs) son algunos de los países donde ya se promueve y se regula la instalación de azoteas verdes mediante iniciativas locales oficiales, a menudo en cooperación con entidades privadas a fin de integrar en las construcciones urbanitas las propiedades vegetales que contribuyen a combatir el efecto albedo o efecto isla de calor urbano, fenómeno responsable del incremento de temperatura dentro del perímetro de una ciudad debido al calentamiento que producen los gases de vehículos y aparatos de aire acondicionado, así como por la energía solar absorbida por la superficies urbanas rerradiada a la atmósfera como calor.

La capacidad de plantas y árboles para absorber las emisiones de CO2, enfriar la atmósfera, filtrar el aire y retener el agua ayudan a minimizar las consecuencias negativas de este efecto además de colaborar al ahorro energético y a la mejora del funcionamiento de estructuras de servicios de la ciudad, como por ejemplo reduciendo la presión en el sistema de alcantarillado. La planta industrial de montaje de automóviles Ford en Michigan (www.hfmgv.org) diseñada por William McConough es una referencia paradigmática de la efectividad de esas funciones de reparación medioambiental proporcionadas por una azotea verde en un entorno altamente en riesgo por los efectos de la polución.

Alemania fue el país pionero hace unos cincuenta años y continúa liderando la investigación y desarrollo de estos sistemas que permiten la creación de dos tipos de azotea verde: intensivos y extensivos. Las azoteas verdes intensivas son aquéllas que disponen de una capa de crecimiento de profundidad media que permite plantar árboles y arbustos mientras que las extensivas son aquéllos con una capa de crecimiento delgada adecuada para flores y hierbas.

Diferentes proyectos recientes de azoteas verdes convierten estas superficies en accesibles al público, ofreciéndolas como espacio de descanso y ocio al aire libre para los vecinos de un inmueble (www.balmori.com) o como parque urbano sin que disminuya su potencial de herramienta ecológica. Dos buenos ejemplos de incorporación activa de una azotea verde a la dinámica cultural de la ciudad lo proporcionan el Jardín Botánico Augustenborg (www.greenroof.se), que distribuye un jardín de 9500 m2 sobre la superficie del azotea de diferentes edificios municipales de la ciudad sueca de Malmö y el Millenium Park de Chicago, una azotea verde intensiva que ha rehabilitado una importante área de la ciudad y actualmente constituye uno de sus principales centros lúdicos.

Característica de la arquitectura actual, como reflejo del haber vuelto la vista a la naturaleza que constituye un rasgo del espíritu contemporáneo, es el creciente reconocimiento de la necesidad de compatibilizar las capacidades de lo natural con la arquitectura, quebrando así la actitud tecnocéntrica que definía esencialmente a la arquitectura moderna. Las azoteas verdes surgen como una solución posible entre la ciudad-jardín pensada por los higienistas de finales del siglo XIX, que hoy se ven frustradas en muchos casos por la pérdida de esos espacios verdes que cayeron en manos de la especulación tendiente a hacer el tejido urbano cada vez más compacto provocado por el encarecimiento del suelo, y el cuestionamiento del modelo de ciudad dispersa de la modernidad que se torna contaminante debida a la indispensabilidad del automóvil para desplazarse por ella.

La instalación de estos pulmones verdes en los terrazos constituyen intervenciones puntuales que no afectan a la estructura física ni a la dinámica propia de la ciudad y son ante todo una opción libre de sus habitantes para mejorar activamente la calidad de vida en ella, trayendo e incorporando la naturaleza a su esencia y expectativas positivas de progreso al otorgar a los edificios estas fachadas que miran al cielo.

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