28.4.2008

Un momento decisivo

Barcelona vuelve a encontrarse en un momento decisivo. Pero ahora no porque prepare un gran acontecimiento, como los Juegos Olímpicos o el Fórum 2004, sino porque tiene la posibilidad de decidir sobre sí misma, de considerar que ha superado el llamado modelo Barcelona y tiene la oportunidad de pensarse como una ciudad participativa, inclusiva y de la proximidad.

Aunque tal posibilidad está al alcance de ciudadanos y ciudadanas, Barcelona está sometida a graves riesgos y peligros, que resumimos en tres. En primer lugar, el efecto nefasto del servilismo que genera el monocultivo del turismo, al exigir priorizar todo lo que favorece dicha industria: los contenidos de la ciudad se simplifican; el espacio público se convierte en lugar de circulación y consumo, con medidas de vigilancia; y la ciudad se colapsa y tematiza. Además el turismo tiende a crear trabajo basura, poco cualificado, poco duradero y mal pagado, y, aunque se aproveche de las cualidades de la memoria y el patrimonio de las ciudades, tiende a desgastarlo e infantilizarlo. El otro grave problema es el encarecimiento del coste de la vida. A la subida de los precios por la inflación y el coste de la energía se suma el efecto de una ciudad que quiere competir en el panorama internacional como capital de primer orden, lo cual comporta precios europeos, como Londres o París, pero con los miserables sueldos mileuristas de Barcelona e infraestructuras insuficientes. Además, Barcelona sufre los graves efectos del mayor mecanismo de dominio, especulación y enriquecimiento: el control de los precios del suelo, en manos de unos pocos. Esto ha puesto el precio de la vivienda en cotas inalcanzables, tanto para las hipotecas como para unos alquileres que succionan gran parte de los magros sueldos. Por lo tanto, la dificultad en el acceso a la vivienda golpea a sus habitantes y condiciona los modos de vida de la ciudad, con unos traslados crecientes en tiempo y distancia y más dificultades para compaginar la vida personal con el mundo productivo y reproductivo. Frente a estos efectos amenazantes, la ciudadanía tiene que tomar un papel más activo como protagonista, sin aceptar que estos factores de los intereses de la industria turística, la presión de los costes económicos y el dominio de la especulación sobre el precio del suelo y de lo construido hayan decidido ya cómo va a ser la Barcelona del futuro. Se debe reivindicar que una parte de la Barcelona futura está por decidir, poniendo énfasis en su masa crítica, sus movimientos sociales, su creatividad, su memoria y su diversidad cultural.
Otra Barcelona es aún posible. Una serie de fenómenos y procesos señalan que no todo está decidido. Por ejemplo, las exigencias cada vez mayores de unos procesos participativos en los barrios y las emergentes reivindicaciones de género que reclaman una ciudad pensada desde la experiencia de las mujeres, más capacitada para entender lo urbano de manera inclusiva e igualitaria. También una serie de ordenanzas, instalaciones y usos señalan el inicio de un camino hacia una ciudad más sostenible, que invierte en energías alternativas y que incorpora en sus hábitos el reciclaje en todas sus dimensiones. Quedan asignaturas pendientes, como la mejora de las condiciones del transporte público, en especial el que conecta la ciudad con la región metropolitana. También la política de equipamientos es prometedora, con las nuevas bibliotecas de barrio, que propician tanta vida cultural y social; la remodelación de los mercados y sus entornos, que enriquece las relaciones vecinales; y las propuestas de una decena de centros de creatividad, las fábricas de la creación, incipientes en algunos antiguos complejos ndustriales de Barcelona. De todos modos, los equipamientos del futuro están aún por decidirse. Estos surgirán de un reconocimiento de la real necesidad de una igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, lo que llevará a la creación de una nueva generación de equipamientos denominados infraestructura para la vida cotidiana. Y todo ello, podrá funcionar siempre que se empiecen a realizar ya las prometidas viviendas protegidas, que sólo en pequeña medida se han terminado, en especial las viviendas para jóvenes, pero en un número ínfimo en relación a las necesidades. Hay indicios de que algunos sectores y concejalías del Ayuntamiento de Barcelona han aceptado la autocrítica y tienen la voluntad de una renovación que es vital. Pero para que esto se consolide hay un factor esencial: ser capaces de reinterpretar nuestra historia, defendiendo la memoria de todos los movimientos sociales, reconociendo el pasado en toda su complejidad y contradicciones, debatiendo la ciudadanía qué es lo que se mantiene y qué es lo que se transforma, otorgando nuevos usos al patrimonio arquitectónico y urbano de los diversos periodos. En este proceso es clave dar espacio a una gran diversidad de protagonistas para que debatan y actúen; y para que surja, paulatinamente y sin modelos impuestos, una Barcelona futura, aún por nacer.

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