14.1.2006

Un artículo in(de)terminado

El mundo era un inmenso reloj sumamente preciso. Descartes lo describió como algo mecánico en el que toda causalidad era provocada por el empuje; tiempo después, a principios de siglo XX, pasó a ser considerado como un reloj eléctrico. Más en ambos casos se explicaba como un mecanismo sumamente preciso. En tal mundo no quedaba lugar para las decisiones humanas, todo estaba explicado bajo esta visión determinista y la evolución de los medios de comprensión era de una apretada continuidad.

Este orden se trastocó al comprobar que procesos ínfimos convertían el reloj en algo impreciso: existían indeterminaciones objetivas que impedían predecir el resultado de un proceso con certeza, de manera que el futuro se convirtió en algo objetivamente no-fijo y todo espacio en un espacio de posibilidades.

Esta explicación previa es imprescindible para entender cambios producidos en el pensamiento arquitectónico, hasta no hace mucho imbuido en una concepción determinista donde la relación causa-efecto (forma-función, planta-alzado) se daba por supuesta y proyectar consistía fundamentalmente en predecir con certeza los resultados en los que previamente el arquitecto se afianzaba como conocedor.

Admitir la indeterminación en el proyecto e incluso en la vida útil de la arquitectura implica trabajar de una manera más abierta aceptando la complejidad como algo positivo que a veces trastoca nuestras convicciones.

Nuevas incorporaciones
La profesión de arquitecto es peligrosa porque es increíblemente difícil y extenuante (1). Las ocasiones para llegar a construir algo interesante son pocas, y cuando esto llega a suceder, el compromiso intelectual en hacer de una idea una realidad es tan grande que ni siquiera nos deja tiempo para pensar. Es una extraña mezcla de impotencia y omnipotencia, en el sentido de que el arquitecto tiene sueños megalómanos, pero para llegar a verlos cumplidos ha de convencer a otras personas y localizar las circunstancias propicias.

Y, a decir verdad las circunstancias no son demasiado propicias: uno de cada 400 madrileños es estudiante de arquitectura, otro es ya arquitecto. Esta masificación está provocando que los nuevos arquitectos busquen caminos fuera de lo puramente disciplinar para comenzar su andadura. Cruzándose con el mundo editorial, la publicidad, la acción social u otras opciones más prosaicas, se crean perspectivas más amplias que contribuyen a enriquecer el bagaje del arquitecto y a la vez estimulan un contagio de la arquitectura con otros campos de acción.

Colocarse fuera del universo nostálgico y moral de lo que debería ser, localizar el potencial de las condiciones existentes para encontrar una nueva articulación de las inevitables transformaciones de la modernización, leer los cambios que se están produciendo y reinterpretar ciertos fenómenos como nuevas versiones de otros que ya se conocían en términos arquitectónicos, son sin duda las actitudes que mejor definen al nuevo arquitecto.

Oportunidades
Las oportunidades son escasas, pero suceden, y de la manera mas inesperada. Esta impredecibilidad del suceso nos exige mantenernos perpetuamente atentos y obligatoriamente en buena forma, para, como el cazador, no fallar cuando se presenta la ocasión. Puntería y precisión.

La oportunidad no tiene forma reconocible, se presenta en el programa, en la normativa, en la ecología o en la técnica; en general en terrenos que permiten actualizaciones y relecturas desde lo contemporáneo. Para poder ver la oportunidad hay que practicar cierta renuncia sobre lo heredado y tomar plena consciencia de las condiciones históricas del momento. De manera que, la oportunidad no es algo dado, si no que siempre es un logro.

Nuevas formas de proyectar
Trabajar en un espacio de posibilidades puede provocar vértigo ante la multitud de caminos que se abren, y desembocar en un relativismo donde todo estaría aparentemente justificado si no introducimos un concepto importante: la propensión (2).

Nos encontramos en un mundo muy complejo que a veces no acertamos a comprender, pero que a pesar de ello no ha dejado de parecernos familiar. Esta extraña familiaridad que nos une con él, es lo que hace que cuando vemos algo por primera vez podamos darle una interpretación posible. Esta interpretación es conjetural, pero a pesar de ello muchas veces acaba siendo verdadera -en el sentido que se corresponde con los hechos-. Esto es lo que nos ha hecho sobrevivir como especie, y lo que nos hace pensar que tenemos una cierta facilidad para encontrar el camino.

Vivimos en un mundo de propensiones que hacen a unas decisiones más naturales y probables que otras, facilitando su materialización. Las propensiones no son meras posibilidades, sino realidades físicas que actúan en el mundo. Detectar cuales son las fuerzas que afectan a la arquitectura nos permite comprender la escala del problema y entender cual es la pregunta para responder con inteligencia creativa, rompiendo lazos con la retórica y con el lenguaje sistemático.

Proyectar por lo tanto es un acto deliberado (3) que procura discernir entre todas las opciones posibles para elegir activamente las mas propensas a existir, evitando caer en las mas fáciles. Esto es imprescindible para liberar a la arquitectura de trabas heredadas del pasado y desafectarla de decisiones pasionales muy en boga hoy en día.

Nuevas situaciones
La idea de que pequeñas variaciones en las condiciones de un sistema dinámico -léase el medio- pueden producir grandes variaciones en el comportamiento del sistema a largo plazo -efecto mariposa (4)- pone de manifiesto el poder de la arquitectura para producir transformaciones sobre un contexto. De esta manera, no es tan importante el objeto arquitectónico de por sí, aislado, sino las nuevas situaciones que pueden surgir a raíz de la inserción.

El plano de situación como documento que habitualmente se refería a la ubicación espacial de la arquitectura y su relación con la normativa respecto a parámetros físicos como retranqueos, alturas o formas, ya no puede seguir siendo entendido de esta manera. Éste, deriva en aquel dónde se muestran las variaciones en el medio, producidas por la implantación de una arquitectura determinada: es el plano de las nuevas situaciones. En él se desvela la pertinencia de la intervención y además valida, o no, el esfuerzo (social, emocional, económico,..) que se va a emplear en la arquitectura.

Aun así, no debemos sobrevalorar el poder de la arquitectura en cuanto al bien o al mal que puede llegar a causar pues es limitado en ambos casos. Al fin y al cabo, han hecho más por nuestras ciudades unos insignificantes semáforos, como organizadores de flujos, que sesudas intervenciones arquitectónicas.

Independencia
En un espacio lleno de necesidades y posibilidades defender la independencia de las ideas es vital para conseguir la heterogeneidad deseable de un sistema que parece que se niega a aceptar esto en aras de una uniformidad mas fácil de manejar. La optimización en los procesos de producción está llevándonos a resultados sorprendentemente homogéneos que no hacen más que eliminar posibles emergencias -que emergen-. Los sistemas educativos, las pautas sociales de comportamiento o la obediencia civil están consiguiendo una alineación del pensamiento que podrían hacer peligrar opiniones brillantes y angulosas.

Efectos impredecibles
Sólo desde una posición de independencia y abierta a nuevas incorporaciones podemos detectar oportunidades que nos permiten trabajar en un espacio de posibilidades mas amplio y desconocido. En este nuevo espacio no es posible aplicar lecciones aprendidas, sino que estamos obligados a discernir entre todas las opciones posibles para elegir la mas propensa a existir. Esta elección hará que el proyecto de arquitectura se vaya gestando desde las realidades físicas que actúan sobre él, de manera que las transformaciones que finalmente la arquitectura ejerza sobre el medio sean efectos impredecibles y positivos en la sociedad.

(1) textualmente de Rem Koolhaas. Conversaciones con estudiantes. Sanford Kwinter (Gustavo Gili)
(2) concepto desarrollado por Karl R.Popper. Un mundo de propensiones (editorial Tecnos)
(3) en el sentido que expone Henry David Thoreau en Walden: «Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido»
(4) Edward Lorenz

Madrid, noviembre 2005.

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