1.9.2009

Subsidios para la vivienda

El año pasado coordiné una mesa de trabajo sobre Financiamiento de la Vivienda de Interés Social en la SCA, en la que participaron notables profesionales. Comprendimos entonces que sólo con el salario no se podía pagar una vivienda y muy pocos calificaban para un crédito hipotecario. Entendimos que el rol del Estado subsidiando la cuota de un crédito hipotecario para la clase media y baja de nuestro país era la manera de dar solución al problema de la vivienda social. Es decir, coincido con lo expresado por ingeniero Resnick Brenner en esta misma sección (ver ARQ 04-08.09). Recuerdo, además, una célebre frase que causó mucho dolor a los asalariados y a los pobres de nuestro país: «Achicar el estado es agrandar la Nación».

Nada más equivocado. Esta es una frase acuñada en el pensamiento y en la cosmovisión del rico: cuando un rico tiene un problema de salud, recurre a su medicina prepaga y resuelve su necesidad; cuando un pobre tiene una enfermedad recurre al Hospital Público que con muy buenos médicos y a pesar de falta de insumos resuelve su necesidad. En este caso el rico no necesita al Estado; el pobre, sí. Cuando un rico piensa en la educación de sus hijos los manda a una universidad privada. Los hijos de los pobres y de la clase media van a la universidad pública, libre y gratuita, y de esa manera logran su muy buena formación académica. El rico tampoco necesita del Estado para educar a sus hijos, la clase media argentina y los pobres, sí. Cuando el rico piensa en transporte se sube a su auto y paga peaje; el pobre toma subte y colectivo y maldice al Servicio Público que le tocó. Como se ve, el pensamiento de rico no necesita un gran Estado porque en su cosmovisión, en su realidad cotidiana, poco lo utiliza.

El pobre y la clase media sí necesitan de la obra diaria que realiza el Estado. Cuando el rico piensa en vivienda, puede elegir entre el country, el barrio cerrado o el piso alto; la clase media argentina que alquila y los desposeídos no pueden recurrir a las leyes del mercado, ni al concepto de «ramal que para, ramal que cierra», ni a los designios de la premisa costo-beneficio. En el caso de la vivienda social, la solución estaría en llegar a la cuota de un alquiler y con ese importe poder pagar un crédito hipotecario. Eso es, simple y llanamente financiamiento mixto: 50% el Estado a modo de subsidio (fondo perdido) y 50% un banco que hipoteca el inmueble. Esto sirve tanto para financiar la construcción de vivienda (alegría para las constructoras), como para edificios existentes y desocupados (alegría para las inmobiliarias y en ambos casos alegría para los bancos); pero siempre es alegría para el asalariado, que podría tener su techo propio, porque la cuota se adapta al salario. En el caso de los barrios más carenciados, el Estado también puede resolver el problema mediante las operatorias de mejoramiento habitacional y el mejor vivir, pagando el beneficiario una cuota mínima o bien con una contraprestación de servicio (mantenimiento del barrio, haciendo bloques u otra ocupación que dignifique el bien recibido).

Los arquitectos y los ingenieros ya estudiamos la forma de bajar costos, ya cumplimos con la firmitas (la sinceridad constructiva), ya resolvimos la utilitas (los ambientes funcionales y óptimas medidas mínimas) y la venustas (la forma digna, linda, elegante). Hemos hecho concursos sobre vivienda social con buenas respuestas y esperamos que se construyan en cantidad. Las soluciones existen, los técnicos están, tenemos unidos los conceptos éticos y estéticos para hacer las obras. El tema está instalado en la prensa, en los colegios de arquitectos y en la SCA. Las universidades están muy comprometidas con dar respuestas a esta gran demanda. Falta la decisión final de un estado agrandado para agrandar la Nación, por el bien de nuestra gente más necesitada.

Jorge O. Lema
Arquitecto, preside la Subcomisión de Vivienda y Hábitat de la SCA

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