19.2.2014

Sobre el concurso de la plaza de les Glòries

El concurso para la nueva Plaza de les Glòries se ha fallado. La propuesta ganadora, firmada por una UTE formada por Agence Ter y Ana Coello de Llobet, convierte el espacio en un parque que anula y desdibuja el trazo de todas las calles que desembocan en el espacio y deja pasar la Diagonal en su formato más blando: peatonalizada y para bicicletas.

Sobre el concurso de la plaza de les Glòries

La propuesta ganadora
Unos cuantos edificios exentos reducen un pelo el espacio por el lado Llobregat, edificios trazados con una voluntad caligráfica en planta y escultórica en volumetría, sin la más mínima capacidad de hacer ciudad.

El resultado adjudicado deja el espacio convertido en un magma verde indiferenciado (y, estoy seguro, sostenible-con-vegetación-autóctona-y-aprovechamiento-de-aguas-fecales-y-pluviales-luces-de-bajo-consumo-y-todos-los-gadgets-necesarios-para-un-smart-park-en-una-smart-city) que negocia sus límites con una colección de edificios (existentes y propuestos) que tienen en común su incapacidad de crear un diálogo constructivo: más allá de sus bondades o maldades arquitectónicas, no cohesionan nada ni activan el espacio ninguno.

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Propuesta ganadora del concurso. Fuente: HIC

La propuesta ganadora recuerda las maquetas conjuntas realizadas por orden de la dirección de una universidad que quiera exhibir una colección de proyectos finales de carrera realizados en un mismo lugar: vende músculo, peso, densidad de propuestas individuales descohesionadas, en ese caso por la justificación obvia de estar realizadas por un sumatorio de alumnos que quieren aprobar la asignatura que les dará acceso a la titulación

En este caso, sin embargo, estamos hablando de un sumatorio de edificios incapaces de hacer ciudad. Con la excepción probable del DHUB, realizado por el equipo de arquitectos MBM, del que hablaré más tarde. No se trata de descalificar a los autores de estos edificios. Los hay brillantes. Se trata de denunciar que todos ellos se han construido con una ausencia total de planificación global. Todos los instrumentos propositivos y de control de la ciudad de Barcelona han fallado. Las comisiones de calidad se han limitado a vigilar si un proyecto tenía sentido por sí mismo y en él mismo, sin pensar si forma parte de la ciudad.

La Plaza de les Glòries en el plan Cerdà
Ildefons Cerdà no pretende ampliar la ciudad de Barcelona existente, sino refundarla. Una de sus intenciones más claras es el desplazamiento del centro de gravedad de la ciudad hacia donde cree que debería de estar: en el triple cruce de la Gran Vía con las avenidas Diagonal (el rasgo más decidido y valiente de todo el plan) y Meridiana: un espacio donde ha de suceder todo. El todo incluye infraestructuras, servicios y un punto de encuentro cívico. Cerdà, sin embargo, no sabrá o no podrá formalizar esta plaza.

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Propuesta de Ensanche de Barcelona, Ildefons Cerdà, 1859. Les Glòries como centro de la ciudad no demasiado bien resuelto

La importancia de los pioneros: nadie más lo supo arreglar, y el espacio ha permanecido indefinido hasta hoy en día. Los que han afrontado el problema han fracasado, invariablemente, por la misma razón: considerar el problema como de flujo, como un problema de viario. Un cruce de vías, de infraestructuras, de servicios. No un centro.

¿Qué es un centro?
Una razón geométrica que (también) puede potenciarse urbanísticamente, sin necesidad de que esté situada en el centro geométrico de una ciudad. Un centro es una encrucijada.

Un centro es un punto de encuentro. Un lugar reconocible que identifica a los habitantes de una determinada ciudad. Un centro es Piccadilly Circus. Times Square. Shinjuku. La Puerta del Sol. Potsdammer Platz. La Plaza de Catalunya. Un centro es densidad. Mezcla de usos. Intercambio.

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Shinjuku: el centro de Tokio

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Times Square

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La Potsdammer Platz, en Berlin, recientemente reformada

La propuesta de la Plaza de les Glòries convierte el centro propuesto en un lugar inestable, para ser cruzado o recorrido en círculos. Un lugar sin identidad reconocible: no un lugar para ser habitado colectivamente, sino para ser usado. Lo que es perfectamente comprensible dentro de un modo mercantilista de entender el espacio: el espacio público habitado no da ningún tipo de rédito. Esta política mercantilista, adicionalmente, abre la puerta a la negociación. Al intercambio. A la explotación acrítica e impersonal: cada parcela puede ser vendida al mejor postor, y el parque es el precio que se ha tenido que pagar, aceptado tácitamente por una ciudadanía que, tan sólo de verlo construido, se queda sin argumentos de queja.

Sobre el lugar en la actualidad
Detrases. Unos solares vacíos donde había Els Encants. Aire, mucho aire. El rasgo más reconocible del lugar, el anillo viario con que la Gran Vía sobrevolaba el lugar, está siendo demolido en estos momentos.

Las grandes vías de la ciudad pasan por allí: la Gran Vía. La Diagonal. La Meridiana. Y, más importante (y absolutamente menospreciado): el eje creado por la calle de Ribes i la calle del Clot. Es decir, el antiguo Camino de Francia, que pervive en la actualidad sin continuidad ni identidad ni apenas voluntad de reivindicación (sí respetado, no obstante, por algunas de las propuestas de concurso descartadas). Todas estas vías presentan un rasgo común: un cambio de sección cuando cruzan la plaza. Ninguna de ellas mantiene ni identidad ni caja urbana, como si fuesen dos calles diferentes que, casualmente, tienen el mismo nombre.

Aprovechando el curso de las vías del tren y del Rec Comptal (curso de agua que va de Moncada al mar), el Parque del Clot y, hacia el centro de la ciudad, el maremágnum de solares que define (o indefine) y acompaña la Meridiana, está creciendo y se está definiendo una Diagonal Verde, una línea que recorrerá la ciudad desde la Ciutadella hasta Moncada y que, por su propia configuración lineal, vertebrará el este de Barcelona para los peatones con un enorme radio de alcance. La Diagonal Verde es un espacio urbano bondadoso, posible, una acción decidida de las mejor planeadas en la ciudad en décadas. Que pasa, precisamente, por Les Glòries.

Una colección de edificios que, como ya se ha dicho, tienen en común su incapacidad colectiva de crear ciudad. La Torre Agbar. El TNC y l’Auditori, que han especializado una porción del espacio y, en sí mismos, funcionan. Los Encantes Nuevos. Y, como una pequeña excepción, el DHUB.

El DHUB es la única pieza de la colección que presenta voluntad urbana. Poca o mucha. Discutible o no, el edificio se enfrenta a su entorno y responde con una pieza que intenta organizarlo. Tiene una salida de metro dentro. Se sitúa decididamente sobre la calle de Ávila y la incorpora en su arquitectura en forma de pasaje público (que los responsables del edificio deberían de permitir cruzar libremente al menos durante todas las horas en que la instalación permanezca abierta). La pieza superior, conocida popularmente como la grapadora, con un voladizo gigantesco sobre la plaza, crea, demanda, necesita de una cierta cantidad de espacio público ante sí para que funcione. Cosa que su colocación (al margen del trazado de la Diagonal, la Meridiana y el antiguo Camino de Francia) permite a la perfección.

Todas estas trazas, todos estos edificios, puede ser que tengan (lo tienen, en muchos momentos) sentido por sí mismos, y, de un modo absolutamente seguro, están allí para quedarse: el sector cultural funciona bien. Els Encants Nous son una instalación nueva y cara, que necesita ser amortizada: un edificio decididamente antiurbano que, mal que bien, se ha de conseguir digerir. La Torre Agbar da identidad vertical al lugar (y a buena parte de la ciudad de Barcelona). El DBHUB, bien gestionado, puede tener sentido.

Consecuencia (una pequeña propuesta)
a- no se trata tanto de qué sacar (o de cómo gestionar el vacío) como de qué poner. Todos los condicionantes que el lugar impone pueden coexistir, sin disyuntivas. Todos, y más: las calles pueden pasar, los edificios, dialogar entre ellos. El lugar, ser dotado de identidad: cuestión de densidad. Cuestión de densificar, mejor dicho. Yuxtaposición de usos. Complejidad. Relacionar los problemas entre ellos y no proyectar a la defensiva, sino de un modo propositivo, respondiendo a una pregunta concreta: ¿Cómo narices se convierte un descampado en un centro?

b- cajas urbanas. La identificación de una calle pasa por que ésta tenga una caja urbana reconocible, que, eventualmente (y a falta de un modo mejor de definirla) puede estar formada por edificios más o menos bien alineados. Y hay centenares de modos de hacerlo.

La gestión de la caja urbana y del vacío es la clave de este proyecto. Y es aquí donde el DHUB da pistas suficientes: el voladizo gigantesco de su parte norte pide un vacío urbano ante sí , a escala del edificio, compatible con dos ideas clave: la primera es el mantenimiento de las cajas urbanas de la Gran Vía, Diagonal, Meridiana y el antiguo Camino de Francia (como mínimo) con una plaza al lado, tipología perfectamente conocida que funciona muy bien: la propia Plaza de Catalunya respeta todas las circulaciones. Y la Puerta del Sol, o Piccadilly Circus(1).

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Place de l’Étoile (Place Charles de Gaulle), Paris: el paradigma de plaza (y de ciudad) definida por sus cajas urbanas

La segunda es el cruce de la Diagonal Verde, cruce clave para su continuidad(2), a realizar contestando una pregunta muy sencilla: ¿Cuál es la sección mínima que ésta debería de tener en este punto tan denso para ser reconocible como tal? ¿Cómo puede compatibilizarse con la densidad y la voluntad urbana de un centro?

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La Diagonal Verde. Fuente: ESARQ

Afortunadamente, el curso natural de esta Diagonal la hace pasar por delante del voladizo del DHUB, un espacio que ha de quedar necesariamente vacío y que, en este punto tan estrecho, podría ser suficiente para permitir leer el paso de la vía.

c- programa de usos. ¿Qué se quiere hacer en esta plaza? ¿Qué ha de suceder en ella? ¿El Parlamento de Cataluña se va a trasladar allí o se quedará en la Ciutadella? ¿Y el Ayuntamiento de Barcelona? ¿Cualquier otra institución? Pretender reformar la plaza sin responder a estas preguntas condena al fracaso a cualquier intervención. O convierte la inserción de estas instalaciones en un gazapo descomunal al margen de la planificación.

Adicionalmente, Barcelona tiene problemas que esta intervención podría resolver de un modo brillante, como pueden ser los que plantea el pequeño comercio(3), que depende de unas características urbanas que no pueden estar más alejadas de las propuestas en el concurso: la densidad, las cajas urbanas anteriormente mencionadas, la mezcla de usos(4) en pequeñas piezas que permiten a los ciudadanos apropiarse de los espacios y contribuyen a la identidad colectiva de un lugar.

d- gestión. Uno de los elementos clave para entender la ciudad es la medianera, ligada a unas normativas volumétricas, a unas alineaciones, a una altura reguladora. A un modo de entender la edificación como parte de un tejido, que los arquitectos pueden hacer tan flexible y rico como sean capaces de imaginar. Siempre que haya una voluntad decidida de gestionar esta complejidad.

La alternativa es lo que hay realmente: unas unidades de promoción a vender al mejor postor, cada una diferente, a ser proyectada y entendida de modo autista: una colección de edificios, no una ciudad.

e- ¿Nos fiamos de la clase A? Un edificio puede ser un organismo. Un pedazo de naturaleza. Un elemento que responda de manera activa al entorno y que lo mejore. Es por eso que se han inventado todas las clasificaciones energéticas y de gestión. Que, a la práctica, no parecen servir para nada. La cuestión es que, sencillamente, no nos fiamos de los edificios energéticamente eficientes. Ni parece que los arquitectos autores de los mismos tengan el prestigio suficiente como pare defender que éstos puedan estar bien hechos desde el punto de vista medioambiental. Punto de vista, por otro lado, sometido a un debate que tiene mucho de demagógico.

Así se evita pensar que les Glòries podría ser a la vez natural y densa.

f- Los límites de la participación urbana. Comités, arquitectos intermediarios, presencia de vecinos en el jurado… una serie de asociaciones vecinales erigidas en lobby de presión, movidas por una desconfianza(5) en las instituciones públicas y en lo que éstas proponen, han conseguido no tan sólo colarse en el debate sobre el proyecto, sino protagonizarlo e imponer sus criterios. Dos reflexiones sobre el tema:

La primera, ¿Qué es un vecino de les Glòries? ¿Alguien que vive a pocos metros de la plaza (una mancha indefinida, de límites imprecisos, que no se sabe dónde termina) o quien pueda beneficiarse de esta reforma? Porque, en el segundo caso, es obvio que cualquier vecino de Barcelona, e incluso de su área metropolitana, es vecino de les Glòries. Como cualquier vecino de Barcelona es vecino de la Plaza de Catalunya. No hablo de los turistas, sino de los habitantes de la ciudad, que usan su centro para mil motivos diferentes y complementarios: un lugar de paseo, de placer, un centro comercial, un punto de encuentro. El concurso de la plaza de les Glòries afecta a Barcelona entera. Y sus ciudadanos tienen un organismo de representación: su ayuntamiento. Que ha sido escogido por el conjunto de estos ciudadanos.

La segunda es sobre la formación de estos comités. Que convierte la participación ciudadana(6) en algo terriblemente conservador. Hecho que es así por una razón muy concreta: la falta de formación de quien participa en ellos. La arquitectura requiere de unos conocimientos específicos adquiridos durante una carrera larga y difícil(7) que dan a los arquitectos una capacidad propositiva que difícilmente tendrá quien no los tiene. No nos tiembla la mano ante una tabula rasa. Conocemos mecanismos de ordenación del territorio, de funcionamiento de la ciudad, de organización física de grupos humanos. Y, lo más importante, los límites de este saber y cómo hacerlo avanzar para afrontar nuevos retos: es decir, tenemos una capacidad para visualizar espacios que no tiene el resto de la sociedad(8).

La participación ciudadana es, sin embargo, importante y decisiva. Lo que se discute no es su existencia, sino la forma de ejercerla, que, para hacerla efectiva, es, o debería de ser, triple. La primera, y más importante, es votar. La segunda, vigilar la salud democrática de nuestros representantes electos(9). La tercera, debatiendo. Proponiendo nuevos temas y puntos de vista: cualquier cosa que pueda hacer que una propuesta sea mejor y más compleja.

En el debate de les Glòries, la participación ciudadana puede haber sido una de las causas(10) del planteamiento pusilánime del concurso: es fácil imaginar un parque en un descampado: se limpia, se plantan árboles y listos. Es más difícil imaginar el enorme potencial que tiene este lugar para Barcelona si la opción es decidida y valiente.

g- el papel de los arquitectos. Que, con toda seguridad, no pueden convertirse en invitados de piedra que saluden y celebren un mal planteamiento, peleándose entre ellos asociados de maneras muy extrañas para conseguir un encargo que pueda salvarles su estudio: los que han participado en este concurso han hecho poco más que de modistas. Esto cuando alguno de los participantes no ha cometido algún error como cortar una calle (como el caso de la propuesta Cruïlla-0, un agujero negro en la carrera de los arquitectos participantes por los gravísimos errores urbanísticos cometidos).

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Propuesta Cruïlla-0 con la avenida Meridiana cortada
El papel de los arquitectos en este concurso es un atentado a la dignidad de nuestra profesión. Decoración. Complicidad con una idea antiurbana que desaprovecha el marco de oportunidad más grande de toda la ciudad de Barcelona.

En una época en la que se apela a la opinión pública reivindicando el papel de la profesión, lo que se ha hecho, como colectivo, en este concurso es oneroso, y hace retroceder muchos enteros nuestro papel como agentes que hacemos ciudad.

Una pequeña conclusión
El 9 de junio de 1859, el Gobierno de España aprueba por Real Orden el Plan Cerdà. El gobierno local, descontento, convoca la flor y nata de los arquitectos locales a un concurso que se falla el 10 de octubre del mismo año, resultando ganador del mismo el plan de Antoni Rovira i Trias. No importa. Y no importa por una razón muy sencilla: todas, absolutamente todas las propuestas de concurso amplían la ciudad de Barcelona, dejando como centro lo que ahora se conoce como Ciudad Vieja y negociando, a partir de este gesto, la Ciudad Nueva, el Ensanche.

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Propuesta de Ensanche de Barcelona, Antoni Rovira i Trias, 1859: la ampliación de la ciudad vieja

Cerdà no.

Cerdà, no nos dejemos engañar por el nombre del plan, no amplía Barcelona. Cerdà la refunda. Y, con ella, funda el urbanismo moderno y toda una disciplina y un modo de entender el espacio. Cerdà es un pionero.

Adicionalmente, el Plan Cerdà tiene un defecto que se termina convirtiendo en una de sus mayores virtudes: no entrega la Ciudad Vieja con el Ensanche, sino que los empotra, los hace chocar. Construye los límites y los modifica por tal de crear el tejido que actualmente identificamos como las Rondas y el sistema de plazas que lo acompaña: Universidad, Cataluña, el Paseo Lluís Companys.

El Plan Cerdà, un éxito absoluto, fue producto de una imposición contra el criterio de unos gobernantes y arquitectos que, sencillamente, estaban demasiado implicados en el tema como para verlo en perspectiva. Se observará con toda justicia que hubiese podido salir mal. Que el Plan hubiese podido ser mediocre, o malo, o equivocado. No fue el caso: se impuso el mejor plan contra el criterio de toda una ciudad.

Actualmente, por lo que sea, se ha perdido la perspectiva, el criterio. Como resultado de ésto se han diseñado unas bases a la contra y el resultado arquitectónico ha desvirtuado(11) una profesión y el buen nombre de unos profesionales que, en casi todos los casos, tienen un peso y un prestigio que convierte el resultado en un disgusto.

Sólo cabe escuchar(12) a estos arquitectos, y a todos los que quieran debatir de manera libre y derperjudiciada, y convertir de una vez este pedazo de ciudad en lo que siempre hubiese tenido que ser: el centro de una gran capital europea.

(1) La anulación de un calle en Trafalgar Square por parte del equipo de Norman Foster (que posibilitó un mejor funcionamiento de la propia plaza y la National Gallery adyacente) se hico únicamente después de diecisete mil entrevistas a pie de calle: aquí se ha ncortado varias arterias principales sin preguntar.

(2) Y, por tanto, para su propia existencia global, y para su identidad.

(3) Que absorbe mucha mano de obra y sirve de modo eficaz a unos vecinos que no requieren de desplazamientos farragosos a un centro comercial.

(4) Y su estratificación vertical (no mediante un zoning autista que los arringone en piezas aisladas con un solo uso por pieza y por volumen).

(5) Demasiado a menudo, plenamente justificada.

(6) Últimamente vehiculada en asambleas.

(7) No suficientemente larga y difícil, a juzgar por los resultados recientes. Pero eso es otro debate

(8) Gracias, insisto, a nuestra formación específica.

(9) El modo de hacerlo es objeto de un debate demasiado amplio como para hacer poco más que insinuarlo aquí.

(10) Recordar el fiasco de la Consulta de la Diagonal: Barcelona está pagando muy caras las consecuencias. Jordi Hereu, más.

(11) No todos: los equipos refugiados bajo los lemas Terra d’oportunitats y ReBCN han hecho unas propuestas que trabajan sobre la única decisión lógica en el lugar: respetar el trazo de todas los viales y densificar desde el norte, dejando la mayor cantidad de espacio posible en el sur ç8DHUB y Diagonal Verde): las propuestas más estimables de todas, a las que les falta, sin embargo, densidad. Mucha densidad.

(12) Con atención especial a los autores de las dos propuestas ya mencionadas.

Fuente > http://jaumeprat.com/sobre-el-concurso-de-la-plaza-de-les-glories/

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