9.10.2007

Se nos fue Rogelio Salmona

Se nos fue Rogelio Salmona, sin dudas una de las figuras señeras de la arquitectura universal y el mejor de quienes han sobrepasado el siglo de la modernidad y su decadencia posmoderna en nuestro continente.

Hablar de arquitectura latinoamericana ha sido desde hace décadas hablar de Rogelio Salmona cuya visión continental alentó de las más diversas maneras.
Fue el dinámico motor de los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana
(SAL) imponiendo ese carácter movimientista que, a soslayo de cualquier organización formal, nos ayudaba a encontrar siempre puntos de apoyo que nos permitieran reunirnos para reflexionar, discutir y aprender.

Hablar de la arquitectura de Salmona es recalar en las búsquedas de un lenguaje propio, asentado en las potencialidades expresivas de los materiales tradicionales que manejaba con sofisticación artesanal.
Preocupado por los temas ambientales, por las demandas sociales y por los equipamientos urbanos, Rogelio dio su vida profesional a la causa de proponer caminos alternativos para nuestra arquitectura.

Formado en el Taller de Le Corbusier y en los cursos de Pierre Francastel, Rogelio asumió las contradicciones que la visión eurocéntrica le planteaba y buscó superarla en un conocimiento acucioso de su realidad colombiana y continental. Ayudó a los más jóvenes. Difundió ideas y dio testimonio de su pasión profesional y de su amor por la arquitectura trabajando infatigablemente hasta el último respiro, con las dificultades que su dura enfermedad le fue generando.

Pero sobre todo se nos fue el amigo solidario, el sabio que sabía por la experiencia y la reflexión, el compañero entusiasta y temperamental, el mentor de muchas de nuestras iniciativas colectivas. Rogelio fue mucho más que un notable arquitecto, fue un excepcional ser humano que valoramos y quisimos en la coincidencia y en la disidencia. Esa misma disidencia que me lleva hoy a rezar una oración a mi Dios (en el cual Rogelio no creía) porque sé que mirará todo el bien que Rogelio ha dado a tantas personas de este continente que disfrutan de su arquitectura y la inmensa cantidad de inolvidables momentos que nos fue deparando a quienes tuvimos la dicha de tratarlo. Insisto, era el Mejor de Todos. Lo extrañaremos hasta lo indecible.

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