17.11.2009

Rumbo al mismísimo Socompa, hoy, es realmente otro día

Decidimos desayunar en el refugio. Allí conocimos a otra gente, gente con nuestras mismas inquietudes, pero que venían de la Puna Catamarqueña. En mi caso, conocí a Michael un hombre altísimo y flaco (artista con el óleo y la fotografía), de madre china y padre americano, que ha recorrido el mundo infinidad de veces. Muy locuaz con el que nos cruzamos a charlar del arte. Según nosotros, del arte mal entendido, en el cual, cualquier cosa cuadra a partir de galeristas y curadores con miradas inciertas. Y nosotros nos dimos el lujo, allí, en Tolar Grande de hacer filosofía del ARTE, con todas las palabras.

A una hora lógica y con todo listo nos despedimos de Tolar rumbo al mismísimo Socompa.
Dejamos Tolar y atravesamos el salar de Arizaro, maravilloso por donde se lo mire, hasta arribar a la estación de Caipe (ex pueblo de apoyo a las minas) hoy en día abandonado y fantasma hasta donde llega un cablecarril de antaño. Las construcciones de Caipe blancas se han ido tiñendo con el tiempo y hoy se ven están coloradas de la arcilla y la vergüenza de tiempos mejores.

Ahí di rienda suelta a mi imaginación tomando fotos y más fotos. Desde allí la vista panorámica era excelente. Luego de nuevo a bordo de nuestra 4 x 4 y a lo largo de 10 Km de ruta extraña, el precipicio sobre el Salar, con las vías del tren paralelas para cortar los bordes de la montaña. Superada la estación de Chuqulaqui, la más alta en Sur América, atravesamos campos de paja dorada y un laberinto de sentidos. Escoltados por la figura del Volcán Llullaillaco, el sitio arqueológico a mayor altura en el mundo, llegamos a la Laguna de Socompa.

El volcán Socompa está ahora a pocos kilómetros. Una ruta en subida nos llevará al Paso, una senda entre los Andes que desde los límites de la Argentina parece hundirse hacia el infinito. Llegar es una sorpresa. Allí nos espera la delegación de la Gendarmería Argentina y de los Carabineros Chilenos.

Como llegamos a la tarde temprano, nos invitaron a tomar el te, acompañado de maravillosos panes y dulces caseros y con toda su hospitalidad.

Nuestro lugar sería una casa para huéspedes cercana al refugio sin agua, sin luz, y sin gas. Solo con nuestra compañía y una excelente comida traída desde Salta, un goulash espectacular y un budín con frutillas de postre, realizados en Finca La Valentina.

Caminamos recorriendo los alrededores y juntando piedras para mi colección en la noche fría, híper abrigados y viendo ese cielo oscurísimo poblado de millares de estrellas que nos protegían!!!

Dormimos en Socompa, en bolsas de dormir. Mañana nos espera otro día.

Próximo: El regreso desde Socompa a Tolar

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