29.11.2006

Reykjavik, el espíritu del paisaje

Por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste. Publicado en el suplemento ABC de las Artes y las Letras.

«Reykjavik es una ciudad de velocidad y cambio, espacios amplios y suburbios. Hace cien años, mi abuelo vivía en una casa con césped construida a la orilla del mar, en un sitio que ahora está diseccionado por calles. Relatos ancestrales cuentan que la gente iba allí y grababa signos mágicos con las espinas de una cabeza de bacalao para conjurar las tormentas. Ahora, allí mismo, a lo largo de la línea de la costa, se alzan flamantes una gasolinera y unos modernos bloques de apartamentos», escribe el autor islandés Einar Már Gudmundsson en una breve evocación desordenada de sensaciones, recuerdos y pensamientos que forman una impresión íntima del latido del espíritu cobijado en esa tierra que en el albor del siglo XX era un pequeño pueblo y hoy es una metrópolis en expansión.

Una ciudad joven sin mucha tradición, crisol de influencias venidas de todas partes, que en cincuenta años ha atravesado la evolución que otras capitales desarrollaron a lo largo de dos o tres siglos. Las palabras de Gudmundsson invitan a creer que Reykjavik es todavía una especie de daimonios topos, un lugar donde, a través de la realidad, brilla lo extraordinario. «El material de Reykjavik se halla en el aire, en los colores, en los sonidos, en las imágenes? Es una ciudad no descrita que posee una mística que pocas personas entienden, aparte de aquéllas que han vivido allí mucho tiempo». Una mística que implica el percibir aún la presencia de lo numinoso del paisaje natural en yuxtaposición con la arquitectura construida durante el pasado siglo para acoger a la población llegada de las zonas rurales, que rechazó establecer cualquier vinculación con «lo que ya estaba allí».

«El contraste entre lo viejo y lo nuevo es particularmente crudo en Reykjavik» dice el escritor, afirmando que esa ruptura drástica impuesta sobre el paisaje por el utilitarianismo arquitectónico de la post-guerra provocó en los islandeses un desarraigo que ha cristalizado en un cierto sentimiento común de nostalgia y romanticismo hacia aquello que estuvo allí.

Esencia psicológica. El artista Olafur Eliasson se vale de la intensidad de ese retrato de la esencia psicológica y espiritual islandesa hecho por Gudmundsson para inducir a la contemplación de una serie de fotografías de la isla desde el significado de esa emoción consciente para el reconocimiento de la tensión entre lo que pervive tangiblemente perceptible y lo que se ha ocultado durante el proceso de transformación de una porción de esa naturaleza en paisaje urbano. En ella también se fundamenta el concepto para diseñar la piel que envolverá la estructura del futuro Auditorio y Centro de Conferencias Islandés y para concebir la vinculación del edificio con su entorno circundante, que se levantará en la zona portuaria del centro de Reykjavik, en un enclave de gran belleza frente el mar, donde confluyen los muelles y el antiguo muro del puerto y ante el que se encuentra el glaciar Snaefellsjökull.

El Auditorio y Centro de Conferencias Islandés -con fecha de inauguración prevista para la primavera de 2010 y protagonista del pabellón de Islandia en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2006- ha sido concebido por un estudio danés reconocido por su capacidad para diseñar estructuras a gran escala: Henning Larsens Tegnestue. La construcción se subdivide interiormente en tres edificios -con una superficie total estimada de 25.000 metros cuadrados situados frente a frente para facilitar la fluidez de circulación- que contendrán un auditorio para 1.800 personas, un auditorio de ensayo con aforo para 450 y una sala de conferencias para otras 750. Una serie de terrazas se dispondrán en algunos pisos del edificio con objeto de intensificar en los visitantes del edificio la conexión de éste con su paisaje. El Auditorio y Centro de Conferencias Islandés -al que se le anexionará un hotel de idénticas proporciones- es, de hecho, el eje de una intervención de desarrollo urbano que implicará incrementar en 100.000 metros cuadrados el actual centro de Reykjavik mediante viviendas, una calle peatonal y una plaza acuática.

Seguir el ejemplo. Reykjavik inicia un proceso que se ha aplicado en otras ciudades europeas. Con el diseño de Henning Larsens Tegnestue se dotará a la capital islandesa de un complejo arquitectónico cuyo objetivo fundamental es el desarrollo de una estrategia de renovación urbana de la que, simultáneamente, se derive la localización y presencia de ésta a nivel global. La especificidad de este futuro edificio radicará en el hecho de conjugar el trabajo del arquitecto y el del artista interactuando para concebir la obra.

El concepto de Eliasson acerca de la construcción perceptiva del espacio derivada del constante movimiento en que se halla la relación entre el individuo y su entorno es una de las claves de este proyecto.

Espuma o hielo. Eliasson ha concebido una estructura externa que transforma el edificio en una forma monolítica cristalina cuyo cromatismo se hallará en constante cambio, dependiendo de las gamas creadas por las variaciones en los colores del cielo y el mar (del rojo al azul añil; del blanco de las espuma de las olas al tono del agua helada) reflejándose contra la piel que le envolverá, haciendo que el edificio pueda aparecer envuelto en el color de la lava ardiente o en el del glaciar en invierno. El edificio actuará como metáfora catalizadora de formas esenciales y definitorias sensorial y espiritualmente del paisaje islandés, rompiendo con la idea de un contextualismo mimético -que haría fracasar al proyecto-, ya que lo que éste trata es de producir y definir un territorio urbano que procure a los islandeses un «rehallazgo» de aquella identidad esencial suya que dependía de su vínculo con el paisaje.

Usar la tecnología de vanguardia para recrear arquitectónicamente conceptos metafóricos implicando a un artista experimental nutre la obra de algo que es imprescindible recuperar en el hacer arquitectónico actual: proyectar edificios donde la vivencia física invada los cinco sentidos y, a través de ellos, el espíritu, unificando la conciencia del hecho arquitectónico en un todo vital con el propio cuerpo. De igual forma que no puede desprenderse la dimensión sensorial de Eliasson de la esencia física diseñada por Henning Larsens Tegnestue.

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