15.8.2007
Retorno a lo remoto. El arte de ir lejos
Viajar es abandonar la tiranía de ser uno mismo,
y volver a ser niños mas ocupados de lo que pasa afuera
que de lo que les pasa adentro.
Viajar a lo remoto, es un manera de apropiarse
de sus reservas intocadas de belleza natural y cultural
a través de su comprensión, hacer patente su fragilidad,
y producir medios para sostenerlas
Al viajar se abren regiones inéditas del planeta
que amplían el horizonte de la vida calculada de la ciudad
y la enriquecen con la aparición del azar de la naturaleza.
Para ver no solamente un «mundo más grande y con más cosas»
como dice Ortega, sino una condición de la vida
que a veces se desconoce o se olvida.
Viajar es crear una relación fecunda con lo ajeno.
No se puede vivir sólo de satisfacer necesidades prácticas.
«Donde hay belleza, no puede haber utilidad». Miguel Ángel.
A todo el que viaja a lo remoto, lo seduce la idea
de encontrar espacio y tiempo generosamente disponibles
para hacer lo que se tenga ganas.
El buen viajero experimenta placer
con todo aquello que se le presenta en el viaje,
y que es bueno tal como es: la levedad del tiempo,
la profundidad del espacio,
el amor con desapego,
el silencio no interrumpido,
la conversación ingrávida,
la frescura de una sombra,
el sonido del agua.
Dice Merton, «remoto es el lugar lógico
para quien no busca ser otra cosa sino él mismo».
En cambio el aburrimiento, dice Aquilino Polaino,
es: «la manifestación de la incapacidad de ser lo que se es».
Viajar es una forma directa de conocer el mundo,
y a uno mismo, que no es intelectual
sino que -como dice Neruda- se recibe en el alma.
Es una fiesta para los sentidos,
y un descanso para la razón.
No es irracional, pero se hace por el puro gusto de hacerla.
Como hacía un vagabundo, quien preguntado por su oficio,
respondió ?andar, andando».
¿Por qué se viaja?
«La esencia del viaje es no tener deberes,
ni horas fijas, ni correspondencia,
ni vecinos inquisidores, ni comisiones de recepción,
ni destino fijo». Lin Yutang.
El viaje responde a la seducción de una realidad, más allá,
que evocan escritos y poemas
que encienden nuestra imaginación y nuestros sueños más gratos.
Al crear una distancia con la propia vida,
el viaje permite observarla de lejos, y verla con más nitidez.
Al variar el punto de vista se vislumbra la totalidad
de la que cada vida es un destello.
Este giro de la mirada comprende al destino
como un regalo inevitable,
y a la libertad como su cumplimiento gustoso.
Dice Proust «El verdadero viaje de descubrimiento
no consiste tanto en ver lugares nuevos
sino en mirar con nuevos ojos».
La nostalgia que incita al viaje,
consiste en echar de menos un lugar
como a un amante que se desea o se sueña,
y que a veces no se conoce.
Lugar o situación que seducen
y no se olvidan fácilmente.
«This is a great moment,
when you see the goal of your wandering.
The thing which has been living in your imagination
suddenly becomes a part of the tangible world». Freya Stark.
Lo que despierta y empuja al explorador es el cuento,
la leyenda o el mito de un lugar;
aquello que se lo hace presente.
El presente es aquello que nos toca
aunque no esté ni aquí ni ahora,
por el principio de que las cosas están donde actúan.
Cuando le preguntaron a E. Hillary por qué escaló el Everest,
él respondió «porque estaba ahí».
Se trata de perseguir buenos cuentos.
No es lo mismo el lugar donde se firmó la rendición de Granada,
que el lugar donde Felipe «El Impetuoso» se fracturó el tobillo.
Los buenos cuentos no se agotan porque no se pueden atrapar.
Patagonia y Atacama se agrandan en el encuentro
con su misterio y vastedad.
Con lo que Borges llamaría el «laberinto de la inmensidad»,
Para que el encuentro no agote la esperanza,
la sabiduría dice G. Iommi, «pide dejar algo pendiente por hacer».
Lo último no se hace y así el asunto sigue abierto.
Así sobreviven los sueños y los cuentos,
porque la potencia es más que el acto:
«Un fusil que está ahí descargado,
es mucho más que un fusil disparado». Anónimo.
¿Cuál es el asunto de lo remoto?
«Here was more than beauty. We were remote,
as in a place closed by high barriers from the world». Freya Stark.
Remoto es aquel lugar
donde se cumple para cada uno lo esperado del viaje;
donde el alejamiento de lo cotidiano llega a una plenitud tal,
que se es devuelto naturalmente hacia lo propio.
(Como el nadador que se lanza de cabeza a la piscina
y a medida que profundiza en el agua
es devuelto suavemente hacia la superficie.
Remoto es el lugar
donde se agota la nostalgia de seguir viajando.
Porque paradójicamente, para acceder a lo propio
hay que partir hacia lo extraño.
Remoto es entonces,
el lugar que nos hace girar con libertad hacia lo propio.
Esto ocurre así porque el hombre o la mujer,
se definen mejor por los que les falta que por lo que tienen.
Dice Oteíza, «Soy escultor porque me falta hacer esculturas».
El espacio de la arquitectura
es el vacío que se manifiesta por la luz,
y no el límite construido que lo contiene.
La buena literatura deja algo sin decir
para que lo piense el lector.
«La real música no es el sonido
sino el silencio que oculta, y el ejecutante capaz
es quien puede revelar ese secreto invisible
para hacerlo audible». Godofredo Iommi.
Lo remoto recuerda la condición humana de no saber.
Recuerda todo lo ignorado del mundo y de cada uno.
Es el lugar donde el misterio se puede ver.
El asunto es mostrarlo así, sin intentar resolverlo,
como hace Walt Disney.
Y este «no saber» permite como dice T.S. Elliot
«volver a nuestro lugar de origen y verlo por vez primera».
¿Por qué la Patagonia?
La Patagonia está asociada a mitos;
«El Dorado», «La ciudad de los Césares»,
«Los Patagones»;
al misterio de lo vacío, intocado, vasto y virginal.
Está viva en la imaginación de mucha gente
gracias a escritos que las han emocionado durante mas de 500 años,
desde Sebastián Elcano a Bruce Chatwin.
¿Por qué la inmensidad?
Lo remoto es una unión entre lo efímero y lo eterno.
El campo magnético entre la levedad de esta vida
y la eternidad.
Frente a la inmensidad,
uno trata de imaginar lo inimaginable, lo eterno.
Patagonia es remota no sólo como geografía, sino como historia.
Es parte de un continente del tiempo.
Como dice Violeta Parra, es una «estación del tiempo».
Viajar es un juego. Se hace por el puro gusto de hacerlo,
el propio viaje es la recompensa, y no culmina nunca.
Es un juego bien organizado con sus reglas claras.
Pero con libertad de retirarse en cuanto que se tiene una idea mejor.
El humor y el desapego del juego,
evitan el fanatismo de algunos deportes o prácticas.
«Viajar es estar vivo, pero llegar a alguna parte es estar muerto.
Lo importante en estas artes es, pues, practicarlas. Alan W. Watts.
Viajar por viajar, es distinto a viajar en busca de aventuras,
o de hacer algún deporte.
Su objetivo no es alcanzar algo destacado, sino es ir.
El esfuerzo físico de andar,
equivale al trabajo manual
que se hace por un modo sano de olvidarse de sí mismo,
y evitar el ensimismamiento.
«Lo que hemos de tener dentro es el espíritu del niño;
pero el espíritu del niño no está obsesionado con lo que tiene dentro.
Y de hecho, la primera señal de poseerlo
es que uno se interesa por lo que está afuera.? G.K. Chesterton.
Viajar es un buen pretexto
para hacer vida al aire libre con cualquier clima,
en un medio ambiente precioso,
solo o en buena compañía.
Una buena disculpa, para tener un velero, un bote
o unos caballos bien arreglados;
para sentir el esfuerzo, y luego hacer una pausa,
tomar un trago, comer bien y dormir mejor.
Viajar pone de manifiesto el gran espacio de libertad
que el remoto sur de América constituye para la ciudad.
Libertad que nace de la levedad de una realidad
que aún está por definirse,
y no solo del ambiente cultural y natural de un país sano y pacifico.
«La soledad es una necesidad profunda del espíritu humano.
Padecemos de una enfermedad de estar siempre haciendo algo,
como si uno no pudiera nunca sentarse tranquilamente
y dejar que la vida se manifieste.
Sufrimos una inhabilidad para perdernos en el misterio…
que no deja tiempo para disfrutar de la vida misma». Freya Stark.
El arte de viajar tal vez consista
en olvidar el propósito calculado del viaje.
En dejar paso, ante la presencia de lo misterioso y desconocido,
al puro goce de lo incalculado,
que es el propósito tácito de todo viaje.
«Al que no espera misterio, éste nunca le llega», dice Heráclito.
Dicho de otro modo consiste en aprender como dice Isak Dinesen,
a «confiar en el plan que Dios tiene para nosotros cuando nos crea».
Germán del Sol
Septiembre 2005