3.6.2011

Por una Ciudad que exija un «Urbanismo Real Ya»

Mucho se ha hablado en la Ciudad Viva, de la desconexión que sufrimos los arquitectos del resto de la sociedad, y que, en consecuencia, cuando proyectamos no lo hacemos para cubrir realmente las necesidades de la misma. Por ello, nos parece especialmente interesante el artículo que aquí mismo se publicaba hace unos días “15M y la ciudad”, y que ahora nosotros queremos continuar en este nuevo post.


Así que, en vista de los espectaculares movimientos y procesos que se están generando en todo el país, desde Stepienybarno, quisiéramos analizar lo que hoy está sucediendo en las plazas de nuestras ciudades. Casi sin darnos cuenta ha pasado una década desde que Javier Echeverría acuñó el término de “tercer entorno” en su libro “Los señores del aire”. Con él se describía una nueva sociedad que estaba en esos momentos en plena ebullición tecnológica. A su vez, definía como “primer entorno” la etapa en la que el ser humano estuvo más ligado a la naturaleza, tanto en su entorno físico como en su relación con el tiempo. La tribu se regía por el sol o por las estaciones y se enraizaba en entornos naturales favorables. Con la llegada de la revolución industrial el tiempo pasó a ser comandado por el reloj y la jornada laboral de ocho horas, mientras que los emplazamientos dejaban de estar vinculados a la naturaleza para imponerse a ella por medio de urbes cada vez más grandes, Se trataba del “segundo entorno”. Pero a finales del siglo XX, comenzamos una nueva etapa que otros bautizaron como la era del conocimiento y la información y que se construye con tiempos y entornos muy diferentes. Como afirman los grandes pensadores; Bauman y Sloterdijk, nuestra realidad cada vez se hace más difusa, escurridiza e indefinible. Hoy es todo líquido y burbujeante, lo sólido pasó a la historia, y seguir aferrándonos a ello no es una buena idea. El concepto de tiempo, cada vez se hace más inatrapable y el nuevo espacio donde se ubica la sociedad del “tercer entorno” es el aire, o cuando menos un lugar donde no se puede echar raíces.

Ahora, con la popularización máxima de Internet, la evolución de las nuevas tecnologías y, sobre todo, la eclosión de las redes sociales, entendemos que se ha entrado en un nuevo estadio: la era digital, que no es otra cosas que la evolución lógica del tercer entorno. Según Jordi Pericot, “el acceso universal a la red permite la participación, sin privilegios ni prejuicios, de todos los individuos que, en un permanente aquí y allá y un ahora y un después, se encuentran y se agrupan en red para expresar sus opiniones y creencias. Este intercambio abierto de experiencias hace que los ciudadanos, libres del silencio y el conformismo que impone el poder político, se conviertan en actores directos de sus relaciones sociales y puedan reforzar, en un plano de igualdad y libertad, el sentimiento de pertenecer a una determinada comunidad.” La gran novedad es la hibridación que acompaña a esa sociedad de principios de siglo XXI. Entender que las TICs y las redes sociales no son un instrumento más de comunicación y conocimiento, sino que han cambiado la forma de relacionarnos y actuar, y, en consecuencia, de vivir de toda una generación, nos parece del todo relevante a la hora de entender nuestra realidad. Por todo ello, los arquitectos tenemos que responder y saber exactamente cuál es nuestro papel en esta nueva sociedad que se está fraguando. Lo que está ocurriendo en Sol y decenas de plazas españolas, es la mejor nueva buena que podíamos tener. Ha llegado la hora de un nuevo y participativo urbanismo en el que nadie quede excluido, niños, mujeres y tercera edad han de pasar a un primer plano sí o sí.

El espacio público, por fin, recupera el papel que nunca debió perder y se convierte en plataforma para nuevos procesos “bottom-up” o lo que autores como Juan Freire están llamando “urbanismo emergente”. Como leíamos hace unos días en El pais, en un artículo de Paul Krugman, “El hecho es que lo que ahora mismo estamos experimentando es un desastre que se transmite de arriba abajo. Las políticas que nos metieron en este follón no eran respuestas a las exigencias ciudadanas. (…) al tratar de echarle la culpa a la plebe, las élites están eludiendo algunas reflexiones muy necesarias sobre sus propios errores catastróficos”. Los jóvenes, hasta ahora, han sido vejados y ninguneados y, lo que es peor, parecía que esta situación continuaría siendo así por mucho tiempo. No estamos hablando de una juventud sin compromiso con su tiempo, sino, como se esta demostrando, de todo lo contrario. Los jóvenes (y no tan jóvenes) se han tirado a la calle y han sellado sus ideas en pancartas que a la fuerza han tenido que ser vistas por quienes supuestamente nos representan. No ha sido obra de cuatro punkies, ni quinceañeros haciendo botellón, ni movimientos de una izquierda trasnochada dirigidos desde la trastienda.

El espacio público se ha convertido en el protagonista de la revuelta. Pero no un espacio público cualquiera, sino como bien tuiteaba hace unos días @JmEzquiaga, un espacio situado en los corazones de nuestras ciudades. Nadie se ha ido a las calles de las anodinas urbanizaciones de la “ciudad trumanizada”, y por suerte la arquitectura ha supuesto el perfecto escenario y telón de fondo para que los verdaderos protagonistas, los cabreados ciudadanos, hagan su mejor intervención. Esta “apropiación” se ha hecho desde el respeto, el civismo (el mismísimo Gandhi estaría más que orgulloso) y siendo bien conscientes de que este espacio no es que no sea de nadie, sino que es de todos. Quien quiera ver fantasmas los verá, pero la esencia del moviendo es un clamor popular que refleja el sentir general de indignación que ya ha llegado a su límite. A pesar de ello, determinados medios de comunicación han intentado ridiculizar el movimiento aprovechándose de sus flaquezas (que como todo en la vida las tiene), no han conseguido otra cosa que quedar en evidencia. Si ya está mal no informar mucho peor es manipular, consciente e interesadamente, la realidad.

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