6.11.2007

Piezas de urbanismo sostenible

Publicado el 5 de Septiembre de 2007 en La Vanguardia

En el área francesa cerca de Alemania, donde la tradición ecologista es más fuerte, se destacan dos obras eminentemente urbanas y perfectamente relacionadas con su entorno. En cierta manera ambas están en el límite de la ciudad, en el cinturón perirubano, y ambas son una lección de arquitectura y urbanismo sostenible: la estación de tranvías en Estrasburgo de Zaha Hadid y la Escuela en Obernai de Duncan Lewis.

En el caso de Zaha Hadid, toda la búsqueda internacional de una nueva arquitectura basada en geometrías complejas encuentra en sus proyectos un campo de experimentación privilegiado. De manera libre y partiendo de los experimentos de los artistas y arquitectos del constructivismo y del suprematismo, Zaha Hadid ha explorado formas fluidas y dinámicas, en voladizo y escalonadas, muchas veces con dificultades para ser concretadas o sin una propia estructura interna prevista para soportarlas. Esta búsqueda ha generado obras discutibles pero, al mismo tiempo, ha tenido ya algunos momentos brillantes de concreción, como la estación de bomberos de Vitra, en Weil am Rhein (1991-1993) y el aparcamiento y terminal de tranvías y autobuses en Estrasburgo (1999-2002).

Estrasburgo, ciudad histórica de canales y sede contemporánea del Parlamento Europeo, ha apostado decididamente a favor del medio ambiente y la calidad de vida, con un buen sistema de espacios públicos, formado por calles peatonales y espacios verdes, y una eficaz red de tranvías. Estas líneas que se complementan con una serie de park and rides en cada uno de los accesos a la ciudad, y en uno de ellos, el de la parada de Hoenheim Nord y por encargo de la Compañía de Transportes de Estrasburgo, se sitúa la obra de Zaha Hadid. En esta propuesta, Zaha Hadid consigue una versión sencilla y eficaz de su arquitectura, una estrategia formal para mejorar el entorno urbano: un sistema de planos de hormigón -desde el mismo suelo de los aparcamientos hasta la cubierta de las marquesinas- que es capaz de reorganizar el campo de fuerzas dinámicas en este nudo extremo de la ciudad, reconduciendo los flujos, tal como ya había sido planteado en proyectos utópicos como el de Sant’Elia en 1917 o los estudios de Louis Kahn en los años cincuenta para rehacer el centro de Philadelphia, sus edificios públicos y los flujos de circulación.

El proyecto de Zaha Hadid concentra la exuberancia de su lenguaje mediante la disciplina abstracta de las vanguardias, en una especie de Kandinsky en el espacio, hecho de líneas de fuerza y planos plegados y zigzagueantes; un sistema unitario con el que se resuelven con claridad y eficacia todos los elementos de este intercambiador en el que confluyen viajeros en tren, tranvía, autobús, coche, bicicleta y a pié. Como si fuera un campo magnético, todas las líneas, formadas por las marcas de pintura blanca en el suelo, las luminarias inclinadas del aparcamiento, las luces fluorescentes de las marquesinas y los pilares circulares y esbeltos que las sostienen, confluyen hacía un foco. Los planos, que arrancan del suelo y llegan hasta el techo de la estación, se van plegando e inclinando, recortándose en formas puntiagudas. Cada uno de los pequeños recintos -como el aparcamiento de bicicletas o los aseos- y de los muebles y mamparas está también definido por líneas y planos verticales, inclinados y angulosos.

Por las características del encargo, Zaha Hadid vuelve a las raíces de su arquitectura, a su metodología esencial, renunciando a sus formalizaciones más arbitrarias y explorando las enormes posibilidades que ya demostró en su proyecto no realizado para The Peak en Hong Kong de 1982, en el que partía de una fructífera síntesis entre las formas herederas del constructivismo y las teorías científicas del caos. En el límite entre la ciudad y la periferia, este intercambiador en Estrasburgo, como si fuera un atractor, configura un paisaje artificial de columnas y planos que hace aflorar las directrices del sitio y que potencia, que fluya la variedad caótica de flujos, que se reorganicen y cristalicen en unas geometrías. Es una muestra, en definitiva, de cómo podría ser un nuevo sistema de elementos urbanos, que sume sinergias, fusione movimientos y genere simbiosis con el entorno, conciliando planos y superficies.

Sensibilidad y simbiosis
La otra obra es un prometedor ejemplo de lo que podría ser una arquitectura en sintonía con el medio ambiente. Es lo que practica casi siempre el arquitecto escocés afincado en Burdeos, Duncan Lewis, que realiza unas intervenciones que parten de una sensibilidad oriental de simbiosis con el paisaje y de recuperación de los instintos humanos básicos. Todo ello se implementa con un conocimiento de la escala del diseño industrial, que le lleva a proyectar a base de ensamblaje de componentes: estructuras ligeras y diversos tipos de paneles.

En Obernai, cerca de Estrasburgo, un municipio preocupado por la calidad del medio ambiente, el equipo de Duncan Lewis Scape Architecture ha realizado el Complejo Escolar Oeste (2005) formado por tres edificios alargados, que siguen las morfologías de los cultivos vinícolas, y que están dedicados respectivamente, a guardería, a escuela elemental y a espacios administrativos, incluyendo salas para diversas actividades como biblioteca, idiomas y cantina. Entre las tres franjas construidas se desarrolla una vegetación que continúa el frondoso paisaje circundante y los tres edificios están conectados por una galería de vidrio, a la manera de invernadero. Mientras estudian y aprenden, los niños siguen manteniendo el contacto con la naturaleza y con el campo.

Cada uno de los tres edificios alargados está recubierto por dos tipos de paneles en las fachadas -los unos con cultivos hidropónicos de cincuenta especies diferentes de hiedra y los otros de malla metálica por los que suben plantas trepadoras y descienden las viñas de la cubierta. Se consigue así que el edificio se vaya transformando cada día siguiendo las estaciones del año: el follaje caduco filtra la luz en verano y deja que penetre en invierno.

De esta manera, una construcción artificial sirve de soporte a una vegetación muy similar a la del entorno, como si los cultivos del campo se hubieran extendido por encima de los edificios y hubieran trepado por las fachadas.

Igual que la arquitectura de los franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, con los que Duncan Lewis ha colaborado obras se fusionan la arquitectura y el diseño académicos (Mies van der Rohe, las Case Study Houses de Los Ángeles) con la tradición de la arquitectura vernacular y comercial agraria, sus almacenes, invernaderos y toldos.

Concluyendo, tenemos dos ejemplos que muestran arquitecturas y espacios públicos pensados para la gente, para amoldarse a sus movimientos y agrupaciones, para enriquecer su percepción, sus sentidos y su aprendizaje. Piezas arquitectónicas que tienen en cuenta a los habitantes y al medio ambiente, que favorecen el funcionamiento sostenible de la ciudad en la medida que interrelacionan aspectos sociales, simbólicos, culturales, estructurales, económicos y ecológicos que son inseparables.

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