29.12.2008

Paradigmas para habitar el siglo XXI

Publicado en ARQ-Clarín el 28 de Octubre de 2008 por Rosario Betti A partir del estudio de casos españoles, la arquitecta Zaida Muxi analizó cómo junto con las familias y la sociedad las necesidades espaciales de la vivienda y la sociedad cambiaron en todas partes.

Cuando se compra un auto, se sabe qué se compra, cuánto rinde, cómo contamina… existe información accesible de todos los detalles y se decide en función de ello. Pero esto no sucede cuando se compra una vivienda», así abrió el fuego la arquitecta argentino catalana Zaida Muxí en la conferencia sobre vivienda social que ofreció a principios de mes en la Sociedad Central de Arquitectos.

Profesora de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, codirectora en la misma institución del Master Laboratorio de la Vivienda del Siglo XXI (junto a Josep Maria Montaner), la exposición de Muxí consistió en analizar y comparar 42 obras de vivienda colectiva realizadas entre 1995 y 2002, según las pautas de la investigación «Habitar el presente», que llevó adelante junto con Montaner, Javier Terrados y otros en 2006, por encargo del Ministerio de la Vivienda español.
La hipótesis desde la que partió es que las normativas establecidas en 1969 (en España) deben cambiar, porque la sociedad ha cambiado en los últimos 20 o 30 años de manera significativa, sea por cuestiones locales o globales. Las modelos de familia y sus hábitos de vida, sus sueños, expectativas y códigos a la hora de relacionarse han cambiado y, con ello, han cambiado las necesidades espaciales de la vivienda y la ciudad.

«Es necesario -explicó Muxi- plantear espacios más flexibles y esto conlleva una cierta neutralidad que se traduce necesariamente en una ausencia de jerarquías que afecta esquemas distributivos y dimensiones relativas de los espacios y hasta de los vanos exteriores, que deberían ser todos iguales para facilitar cualquier modificación en el interior. Estas decisiones proyectuales asegurarían la vigencia de un proyecto.» Por eso, según la arquitecta, el Walden 7, realizado en los años 70 por el Taller de Arquitectura y Ricardo Bofill, con su estrategia de módulo y acople, sigue teniendo tanto éxito entre los usuarios.

Su análisis encontró coordenadas en los conceptos de sociedad, ciudad, tecnología adecuada a cada sitio, aprovechamiento y cuidado de recursos estratégicos. La flexibilidad sigue siendo un parámetro que necesariamente debe complementarse con una conciencia ecológica que apunte tanto al diseño de los cerramientos como al control de los deshechos. El trabajo en proceso de Muxí, sugiere la puesta en uso de catorce condiciones para repensar críticamente la vivienda contemporánea: 1) espacio exterior propio; 2) desjerarquización; 3) espacios «reproductivos», esto es, para realizar trabajos; 4) espacios productivos; 5) espacios de almacenaje; 6) atención a las orientaciones; 7) ventilación transversal natural; 8) dispositivos de aprovechamiento energético pasivos; 9) incidencia en la formalización; 10) sistemas constructivos independizados; 11) adaptabilidad a diferentes usos; 12) recuperación de las azoteas; 13) integración de la vegetación en la arquitectura y 14) posibilidad de integración de ámbitos de otras viviendas. Sus alcances están siendo testeados y se espera que logren modificar, al menos parcialmente, la normativa en curso.
De todo esto conversó con ARQ luego de la conferencia ofrecida en la SCA.

-¿Podrían estos 14 puntos enunciados ser entendidos como nuevos paradigmas proyectuales?
-Los entiendo como conceptos o valores de la arquitectura, que se pueden resolver de distintas maneras. No tienen una formalización obligada. De ser nuevos paradigmas no lo serían en términos estéticos: no afectan al lenguaje arquitectónico. No tratan de definir un recetario de soluciones, sino de plantear maneras de pensar críticas que favorezcan el derecho a la vivienda y promuevan soluciones ambientalmente responsables, que mejoren la ciudad y sus estructuras.

¿En qué consiste la «desjerarquización» de los espacios?
-La vida de un individuo pasa por diferentes fases y hoy es difícil cambiar de vivienda. Por eso es necesario crear espacios con las mínimas jerarquías posibles, con un mobiliario que permita nuevas distribuciones. Lo que proponemos es que los espacios sean iguales y así facilitar los cambios, que una vivienda se pueda usar sectorizada o como un espacio abierto, sin divisiones. El ideal sería que uno pudiera cambiar y obtener viviendas de uno, dos o tres módulos y así dar cabida a distintos tipos de familia. como en el Walden 7, que fue diseñado a partir de los módulos que se acoplan.

-¿Cuántos metros cuadrados se suelen asignarle en España a la vivienda básica?
-La básica tendría unos 45, la mínima tiene, pero no la quisimos incluir como posibilidad. Para los códigos argentinos, o al menos para los porteños, la desjerarquización es bastante provocadora, y no me refiero al tema de la cocina como espacio integrado de la vivienda, algo ya aceptado, sino al de las habitaciones iguales y los baños no exclusivos.

-¿Qué papel juega la industria?
-Es necesario involucrarla, pensar en divisiones hechas con tabiques ligeros y sanitarios móviles, es decir, plantear sistemas que no se conviertan en obstáculos para las transformaciones. Hablamos de viviendas básicas, no de grandes viviendas con muchas puertas y habitaciones donde, por lógica, el espacio no falta.

-¿Cuál es el lugar real que ocupa la pauta «sustentabilidad» en los proyectos?
-La sustentabilidad es una realidad pragmática y también un valor ético. Y el cuidado de los recursos debe estar previsto desde el mismo proyecto. Primero hay estrategias pasivas: orientaciones, ventilaciones, asoleamiento. Luego, aprovechamientos activos: células fotovoltaicas, colectores solares, techos verdes… Hay que fomentar el uso de las energías renovables dentro de la vivienda. También es importante la recolección selectiva de residuos. La normativa puede no pedirlo, pero hay que criticarla y proponerlo.

Hablaste de los conjuntos de vivienda que ofrecen también espacios comunes ¿en qué difieren de las torres-country tan en boga en Buenos Aires?
-En los modos de vida que proponen respecto a la ciudad. Los conjuntos de los que he hablado no son cerrados, el límite es el otro edificio donde viven otras personas distintas a tí, no una reja; no niegan la calle. Creo que hay que valorar la situación urbana. La reja como límite obligado, el encierro, te dan una sensación de seguridad completamente falsa. Tú, adulto, sales en coche, pero los niños, los jóvenes, la empleada, el resto de la familia sale caminando… y se enfrentan a la calle. Una calle que, siguiendo el modelo, no tiene a nadie más que un guardia de seguridad que seguramente no puede resolver ninguna situación: ¿qué va a hacer? ¿se va a arriesgar a salir? Es una seguridad egoísta, sólo sirve para el que sale en coche, ni siquiera contempla al grupo familiar. No hay que quitarle «la vida» al espacio público; la gente en las calles es lo más seguro. Por eso creo que es bueno que las plantas bajas provean algún equipamiento urbano como comercio, es decir, que el mismo proyecto genere espacio público. La vivienda inserta realmente en un contexto social, abierta o permeable a él, también supone una actitud ética. Hay que pensar la vivienda y el entorno en el que se inserta, y construir una sociedad que sea amigable para todos.

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