24.10.2008

Mecenazgo en Buenos Aires

Publicado en el diario La Nación Cayo Mecenas, empresario cercano al emperador Augusto, financió las carreras literarias nada menos que de Virgilio y Horacio, quien proclamaría que su benefactor "construyó un monumento más duradero que el bronce".

Otro ilustre mecenas, el rey Francisco I de Francia, subvencionó a Leonardo da Vinci. Agradecido, el polifacético intelectual le dejó La Gioconda , mimada hoy en el Louvre. Breves ejemplos de acertados usos de recursos fiscales en el sostenimiento de las artes y la cultura.

Ejemplos de antaño que sirven para responder a un reto contemporáneo: la crisis en el funcionamiento estatal y la falta de recursos del tercer sector cultural. Nuestra respuesta política es la ley de mecenazgo, que estamos poniendo en marcha en la ciudad de Buenos Aires.

Mientras otros países, como nuestro vecino Brasil, cuentan con este instrumento desde hace más de quince años, el Estado argentino todavía no ha encontrado cómo encauzar recursos fiscales hacia el sector cultural. Por eso, la ciudad de Buenos Aires ha diseñado esta moderna ley para el financiamiento de proyectos culturales.

Con la democracia, nuestra generación presenció el fin de la censura y una primavera cultural. Pero llevó casi un cuarto de siglo llegar a una ley como ésta. Por eso, podemos hablar de un cambio revolucionario en la modalidad de financiamiento de las artes y la cultura.

La imagen del creador que propone La Bohème , el poeta Rodolfo en su buhardilla, sin trabajo y con hambre, no es nuestro modelo de artista. La libertad creativa es insuficiente: los artistas y las ONG precisan recursos, así como liberarse del paternalismo estatal. La ley de mecenazgo crea un modo dinámico de involucrar a los artistas y a las ONG en un sistema flexible y moderno de obtención de esos recursos.

El mecanismo de la ley es sencillo: se presentan los proyectos ante un Consejo, que los estudia con la única finalidad de verificar que se trate de un proyecto cultural y sin fines de lucro. A partir de allí, se abre una cuenta bancaria a nombre del proyecto, a la cual los privados destinan sus aportes, que serán tomados como pago a cuenta del impuesto a los ingresos brutos. Esa cuenta la manejan los artistas o las ONG, y no aparece allí ninguna traba burocrática: no hay expedientes demorados u órdenes de pago que no salen, ni canje de favores con funcionarios.

El registro del aporte del contribuyente local al impuesto a los ingresos brutos se hace por medio de la página web de nuestra administración tributaria (AGIP) y sin intermediarios ni gestores. Los proyectos y los datos del sistema estarán a la vista en Internet, para dar la máxima garantía de transparencia.

¿Cuál es la apuesta estratégica sobre la cual descansa esta ley de mecenazgo? La ciudad de Buenos Aires tiene condiciones naturales y adquiridas para ejercer un liderazgo regional en materia cultural.

La ciudad dista de ser un centro financiero internacional, o un centro de distribución de transporte aéreo en el Cono Sur, o una potencia industrial. En cambio, Buenos Aires puede recuperar el liderazgo regional en materia cultural, y esta ley era el instrumento que faltaba para ponernos a la altura de quienes producen cultura en nuestra región.

Tenemos mucho esfuerzo de gestión por hacer para ponernos a nivel internacional en mecenazgo cultural. Nuestras orquestas profesionales deben volver a brillar y realizar giras internacionales; nuestros museos necesitan actualizar sus colecciones, en especial de arte contemporáneo; nuestros escritores y editoriales podrían recuperar el protagonismo de décadas atrás. El teatro independiente debe crecer en salas dignas, con equipamiento y habilitaciones acordes.

Esta ley no resolverá de manera específica cada uno de estos retos, pero creará el clima de trabajo, mediante el financiamiento sostenido en el tiempo, para emprender las tareas de largo plazo carentes de glamour , que siempre se dejan para más tarde.

Por eso, en la ciudad de Buenos Aires esperamos ver una explosión de actividades. Veremos más proyectos ambiciosos, al contar con más recursos, y más proyectos creativos, porque los artistas serán más independientes al no depender del favor del poder de turno; gracias a eso, se animarán a innovar, a sorprendernos con sus creaciones.

En el ámbito barrial, en el marco de una política general de descentralización, la ley de mecenazgo introduce una novedad: los inscriptos en el Régimen Simplificado del Impuesto sobre los Ingresos Brutos (entre los cuales se cuenta la amplia mayoría de los comercios locales) pueden desgravar el ciento por ciento de su aporte.

De esta manera, los clubes de barrio y cooperadoras podrán desarrollar proyectos focalizados; para pedir ayuda, sólo tendrán que caminar un par de cuadras para solicitar la contribución de pequeños comerciantes y demás pymes del lugar.

A menudo, nuestros debates en materia cultural se sobrecargan de ideología y de viejas cuentas pendientes, cuando no se estiran de modo bizantino entre los que rinden culto a lo inmediato popular y los clasicistas o vanguardistas que abonan gustos mal llamados elitistas. Frente a esos debates estériles, la ley de mecenazgo es un hecho concreto; es una decisión política que, más que declamar, asigna de forma permanente cuantiosos recursos fiscales a proyectos culturales.

Los Medici, grandes mecenas a lo largo de los siglos, establecieron como lema que había que gobernar (Florencia) con el corazón alegre, y la llenaron de monumentos artísticos. Esta ley es el inicio de una fuente de energía creativa que iluminará la ciudad toda y nos permitirá sentirnos más orgullosos de Buenos Aires.

El autor es subsecretario de Cultura de la ciudad de Buenos Aires.

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