6.9.2011
«Las Fortalezas del Arquitecto», por StepienyBarno
Hace tiempo nos comentaba un buen amigo nuestro que para él, los arquitectos éramos como patos. Estos animales son de aire, son de tierra y son de agua, todo lo hacen, aunque nada lo hacen excesivamente bien. Así que, esta curiosa comparación nos sirve de introducción para ver qué es lo que entendemos que hacemos o podemos llegar a hacer dentro de nuestra profesión. Lo que está claro es que, en tiempos tan complejos e inciertos como estos, cada vez se tiende a hacer más tareas diferentes y acercarnos a los propios límites de la disciplina.
Martín Seligman es uno de los autores que más, y mejor, han escrito sobre la corriente del positivismo. El psicólogo americano, ha profundizado en la búsqueda de las cualidades del ser humano. Para ello, ha ido estudiando distintos países, culturas, razas y buscando los nexos comunes entre ellas. De esta forma, fue detectando las fortalezas que cada uno de nosotros podemos tener y que son comunes a todos los seres humanos. Y al hacerlo, comprobó cómo cada una de ellas ayudaba a aumentar nuestro nivel de felicidad. Estas fortalezas eran exactamente 24, ni una más ni una menos. A su vez, Seligman comenta que aparentes fortalezas como “ser inteligente no aumentan necesariamente nuestra felicidad”, de hecho, pueden ir en nuestra propia contra y, por lo tanto, no ser una de las 24. Sin embargo, cualidades como el amor por la naturaleza, la honestidad o la creatividad, siempre nos llenan de satisfacción y, por lo tanto, sí que serán una de ellas.
Así que, con esta idea en la cabeza, nos preguntamos si los arquitectos, por el hecho de ser arquitectos, tenemos alguna fortaleza que nos diferencie del común de los mortales. Algo, que pueda ser un tesoro apreciado por la sociedad en estos complicados tiempos que corren ¿Cómo lo veis? Igual nos estamos pasando, pero vamos a intentar ver algunas claves. De momento, ponemos una idea encima de la mesa: la capacidad de trabajo. Durante la carrera al estudiante de arquitectura le meten tanta presión que se acostumbra a trabajar de sol a sol y sin levantar la voz ni por un segundo. No importa estar dos noches seguidas sin dormir (incluso somos capaces de pillarle el gusto), si la arquitectura está de por medio, todo vale. Aunque hemos de reconocer que esta “cualidad”, no sabemos si es, realmente, una fortaleza o, por el contrario, es una cruz de la que luego otros arquitectos se aprovechan para tener estudios superproductivos. Sin ir más lejos, a la propia Zaha Haid se le puede oír decir que veces una mesa puede servir para más de una función, como, por ejemplo, para que sus empleados puedan echar una cabezadita mientras trabajan a destajo en su estudio. Pero bueno, pensemos un poco más, alguna otra fortaleza seguro que tenemos…
Ciertos arquitectos tienen tendencia a jugar a ser una especie de “sabe lo todo” que les gusta hablar de cualquier cosa, menos de arquitectura. No todas las disciplinas tienen esta querencia que, por un lado, nuevamente, se puede ver como una fortaleza, y por otro, no tanto. La verdad es que es tentador coquetear con otras disciplinas, aprender cuatro cosas de cada una de ellas (porque como humanos que somos, no damos para más), enlazarlas con más o menos habilidad y nuevamente armar un discurso teórico. Desde ahí, se pueden llegar a territorios tremendamente fértiles, pero, a su vez, también quedar mareados por el camino, teniendo que hablar sin tener mucho que decir. No olvidemos que el ego de los arquitectos suele jugar malas pasadas. La realidad es que, estos nuevos e híbridos lenguajes, plagados de terminología ajena a nuestra disciplina, aun cuando el discurso sea realmente interesante, en ocasiones, resultan bastante complicados de entender. A veces, curiosamente, en nuestro mundillo se confunde la pedantería con la sabiduría. Quienes intentan traspasar este mensaje al gran público, siempre juegan con la ventaja, que la gente, en general, da por sentado que cuando algo no se entiende, es porque el que escucha no está lo suficientemente preparado. Seguramente, sería más provechoso poner en cuestión la capacidad didáctica de quien expone la “original idea”, sobre todo si lo hace con cierta contundencia, vehemencia y un sospechoso desenfado.
Y ahora, sí que sí. Por fin, hemos dado con una fortaleza que nos caracteriza como colectivo: la creatividad. Aquí no hay duda, es algo que nos hace fuertes y que nos ayuda a disfrutar con todo lo que hacemos. A su vez, es lo que nos diferencia en muchas ocasiones de otras profesiones que, digamos, son más técnicas. Hace tiempo leíamos en el blog de Ecosistema Urbano, la cita de Markus Miessen, en la que venía a decir: “precisamente el hecho de ser no-expertos, es lo que los habilita a interactuar como profesionales amateurs. Sus actividades dispersas y la aplicación de conocimientos externos, les permite abordar los problemas de forma creativa, saltando escalas desde los objetos individuales hasta la planificación de áreas estratégicas”. Por lo tanto, si somos capaces de, además de ser creativos a la hora de trabajar, poner por delante toda nuestra creatividad al intentar conseguir nuevos encargos, quizás tengamos más opciones de sobrevivir. Pero sigamos pensando… ¿Qué nos decís de la capacidad de colaborar en equipo? En la escuela se realizan infinidad de trabajos, que a diferencia de otras carreras, se realizan en equipo. Esto, además de ser el motivo de que sea la carrera con mayor número de parejas endogámicas de todas las que existen, hace que una vez fuera de la escuela el arquitecto tenga la mente lista para acoplarse, desde diferentes perspectivas (aunque siempre tendrá cierta tendencia a ser el jefe de la barraca), a equipos de trabajo. Como afirma Andrés Jaque, “ahora lo importante no es el tamaño de un estudio sino la capacidad de asociacionismo. Las redes sociales e Internet son muy importantes.”
Otra fortaleza, que tiene mucho que ver con la anterior, es la capacidad del arquitecto para tener una visión panorámica y global de diferentes partes de una misma estrategia de trabajo. A este respecto le hemos leído a Jaime Duró, “el arquitecto no es sólo un ingeniero de construcción, ni un puro estilista formalizador de ambientes y volúmenes, ni sólo un experto en adecuación funcional de espacios habitables. O es el integrador de todo, o no es arquitecto. Esa es la función que alguien tiene para que exista la arquitectura.” La capacidad de ver el todo y no quedarse en las partes, es una cualidad que cada vez se valora más. Lo que está claro es que, el arquitecto tiene esta capacidad de relacionar temas muy variados y además hacerlo de una manera creativa. En este sentido ya apuntaba nuestro admirado, Alvar Aalto, “el arquitecto, siempre, busca una síntesis de contrarios. Todos los proyectos comprenden miles de decisiones, miles de factores, a veces contradictorios entre si y, a través de la arquitectura, el hombre tiene instrumentos para alcanzar la armonía entre ellos”. Esta capacidad, no nos habilita sólo para proyectar edificios, sino que, con mecanismos similares, podemos proyectar, en un momento dado, la estructura de un evento o, por ejemplo, una página Web. Por lo tanto, pensamos que, aunque el futuro está muy, muy negro, no es menos cierto que hace falta una actitud positiva para salir de esta complicada situación laboral que vive el mundo de la arquitectura y aprender un poco del bueno de Seligman. Hasta en las peores situaciones, siempre se puede sacar la parte positiva. Ya nos contareis si estáis de acuerdo con este repaso por las fortalezas del arquitecto o, incluso, si alguno de vosotros se anima a poner encima de la mesa alguna más.
Fuente > http://www.stepienybarno.es/blog/2011/09/04/las-fortalezas-del-arquitecto/