16.2.2005
La superposición de fragmentos
Publicado en La Vanguardia el 2 de febrero de 2005. Los holandeses del equipo MVRDV practican una atrevida investigación formal que se basa en la fragmentación llevada al extremo, plasmada en proyectos y obra construida.
Si en el panorama arquitectónico holandés de los años ochenta fue clave la irrupción de Rem Koolhaas y su equipo OMA, iniciándose una nueva etapa tras la época de predominio de autores como Aldo van Eyck, Piet Bloom y Herman Hertzberger, en los años noventa se extendió su influencia con la aparición de muchos equipos de arquitectos jóvenes inspirados en la experimentación formal de Koolhaas. Entre ellos, los que están teniendo más influencia son el equipo MVRDV, cuyo nombre son las siglas de los apellidos de sus tres miembros
fundadores: Winy Maas, Jacob van Rijs y Nathalie de Vries.
El equipo MVRDV se caracteriza por la más atrevida investigación formal, una búsqueda que se basa en la fragmentación llevada al extremo y que explora sin trabas todo tipo de mecanismos. La opción arquitectónica de trabajar con sistemas de objetos fragmentarios surge de aceptar una realidad hecha de la suma, superposición y choque de piezas.
Para ello se adopta como punto de partida el mosaico, el collage, el montaje, el ensamblaje o el amontonamiento. Esta conciencia de un mundo irremediablemente fragmentario lleva a que el amontonamiento y superposición de fragmentos en el espacio sea uno de los mecanismos clave que MVRDV propone en sus experimentos, junto a otros como inscribir programas complejos en iconologías dadas; disponer volúmenes prismáticos sobre la trama del terreno; elevar formas en el aire; desplegar planos horizontales e inclinados; semienterrar edificios en topografías artificiales. Todo ello mediante diversas combinaciones verticales, en plataformas, torres, megaestructuras o volúmenes delimitados dentro de los cuales se sitúan una multitud de diversos cuerpos, libres o encapsulados, llenos y vacíos. Y tal como hicieron dadaístas y surrealistas esta combinación de fragmentos se traslada del plano al espacio, a las tres dimensiones.
Dos tipologías
Entre otras, MVRDV ha desarrollado paralelamente dos tipologías. Por una parte, el edificio masa, realizado por primera vez en el Centro Pompidou de París (1972-1977), de Piano y Rogers, y continuado por Rem Koolhaas al plantear la idea de fragmentos superpuestos en tres dimensiones y proyectar el Centro de Arte en Karlsruhe (1989-1990) y las propuestas para los concursos de la Biblioteca
de Francia en París (1989) y de las dos bibliotecas en Jussieu (1992), ninguno de ellos realizado. Y por otra parte, la suma de fragmentos en vertical, una especie de edificio masa que se convierte en rascacielos y en el que se darían a la vez las dos condiciones de verticalidad y diversidad. Fijémonos que ambos conceptos son excluyentes: tradicionalmente, la verticalidad se ha conseguido repitiendo
las mismas plantas en altura; en cambio MVRDV intenta crear edificios en altura conformados por la diversidad.
El ejemplo más brillante de este mecanismo de sumar módulos en tres dimensiones ha sido el Silodam en Amsterdam (1995-2002), un complejo de 157 viviendas que es una interpretación posmoderna de la Unité d’Habitation (1945-1952) de Le Corbusier. Lo que en la Unité era una única calle corredor interna aquí se convierte en un laberinto de ascensores, escaleras y pasillos. La Unité se basaba en la repetición de un solo tipo de vivienda en dúplex y ahora se crean unidades vecinales menores, agrupaciones de distintos tipos de vivienda que se expresan en las fachadas mediante materiales diferenciados. La metáfora del trasatlántico en Le Corbusier se transforma en el transportador de contenedores apilados, situado realmente sobre el agua.
En otros proyectos la superposición se hace más evidente, como en el Pabellón de Holanda en la Expo 2000 de Hannover, que desarrolla un recorrido que se va deteniendo en plataformas que recrean ecosistemas holandeses en miniatura, con molinos de viento en la cubierta.
El pabellón se inspira en proyectos como el Plan Obús para Argel (1929-1934) de Le Corbusier o el del Grupo SITE High-rise of homes (1972).
Otro proyecto emblemático son las tres propuestas de viviendas para el barrio de Ypenburg en La Haya: en forma de casa patio (2001), en forma de cuatro villas de lujo elevadas (2001) y, la que de momento se ha realizado, el sistema de viviendas Hegeneiland (1997-2001): hileras de viviendas con cubierta inclinada, que remiten a la casa primigenia, cada una de ellas con pequeños jardines, y en
la que a cada agrupación lineal los materiales de recubrimiento -madera, piedra, cerámica o chapa-, le otorgan distintos colores y texturas.
En definitiva, la versatilidad creativa de MVRDV procede de haber sabido independizar las tres partes esenciales de la arquitectura y jugar con ellas desinhibidamente: la estructura, la forma o símbolo y el contenido o función.
La separación entre estructura y contenido ha sido una aportación de la misma arquitectura residencial holandesa, que culminó en los años setenta con la idea de los soportes de John Habraken.
MVRDV han ido más lejos y han desgajado también la función, el contenido, que muchas veces entra como un tercer elemento cuando la estructura y la forma ya han sido decididas de antemano e independientemente.
De esta arquitectura en la que no hay correspondencia entre tipo y contenido, de este choque entre estructura, forma y función entendidos como fenómenos distintos, surge la fuerza, y también a veces el delirio, de los proyectos de estos jóvenes holandeses.
Sin embargo, lo que son obras muy cuidadas en Holanda se convierten en España en proyectos de segunda fila, más para impactar o especular que para hacer buena arquitectura. Así el Silodam de Amsterdam tiene su correspondiente en el bloque de 125 viviendas en el barrio de Sanchinarro, Madrid (2001-2005), proyectado con Blanca Lleó, en el que los materiales de recubrimiento expresan de manera decorativa esta suma de volúmenes; y en cuyo centro surge un enorme vacío mucho menos justificable que la plataforma que en la planta baja del Silodam permite contemplar el mar y el movimiento de los barcos.
En Madrid el resultado final no es la expresión de la diversidad tipológica, sino el icono del gran arco se decidió antes que la combinación interior de células de vivienda. El resultado es un laberíntico hormiguero para malvivir desde el que contemplar la desoladora periferia madrileña.
De la misma manera el brillante invento del Pabellón de Holanda en la Expo de Hannover se ha repetido en otros proyectos, como el aún no realizado Palacio de la Diversidad para el Zoo Marítimo en el Forum 2004, pendiente del traslado del zoológico de su emplazamiento actual en el Parque de la Ciudadela.
Otro proyecto increíble es la propuesta que hicieron para el concurso del Museo de los Antepasados en La Coruña (2003), que no ganaron y en el que se planteó que los espacios del museo quedaran emparedados en el espacio vertical creado por un volumen con la forma del mapa de Galicia. La propuesta de MVRDV fue la más impactante de todas, y tal como sucede en otros de sus experimentos, se plantea una idea, un nuevo híbrido del que pueden surgir sucesivos proyectos. La propuesta de museo como un edificio vertical cuyo perfil es el mapa de Galicia es una atractiva síntesis de la idea del edificio anuncio de Robert Venturi y de las propuestas de edificio masa de Rem Koolhaas. La fuerte voluntad simbólica, sin embargo, no resuelve el programa: este cruce de lógicas crea un abismal espacio vertical y estrechos espacios de exposición en sucesivos pisos que no sirven como museo. La forma tan impactante y autónoma, que no permite adaptarse al lugar, sólo se justifica como anzuelo para unos políticos que necesitan la presencia en los medios de comunicación para seguir en la actualidad. Inadecuado como museo, hubiera sido una buena propuesta para nueva sede de la Xunta de Galicia.
Valiosa aportación
En definitiva, la aportación de MVRDV es sumamente valiosa: por sus obras terminadas y por la gran cantidad de experimentos al límite, de momento irrealizables, y en algunos casos por suerte, como sus propuestas dramatizadas para Benidorm (2000-2004), sembrándola de inmensos rascacielos con forma de cruz. La imagen tan impactante de la costa ibérica macizada de edificios tiene la astucia y perversión de proponer una tipológía, el rascacielos en forma de cruz, que es la suma del rascacielos soviético, el Apoyanuves (1926) de El Lissitzky,
y el rascacielos norteamericano vertical.
Al mismo tiempo, todos estos juegos formales pretenden partir de una serie de mecanismos racionales y sistematizables, como el programa de ordenador llamado El mezclador de funciones, inventado por Winy Maas para que con la intervención de los proyectistas y de los futuros usuarios se puedan elegir cuáles son los factores esenciales de partida en el proyecto y descubrir las formas diagramáticas que genera su combinación en el lugar del encargo. En definitiva, en el contexto de la arquitectura holandesa (y también en el panorama internacional) MVRDV ha conseguido fundir dos tradiciones contemporáneas esenciales que actualmente se desarrollan escindidas: la experimentación de puro juego formal, el énfasis en el diseño, por una parte, y los estudios numéricos, sistemáticos, cuantitativos y diagramáticos que se concretan en programas de ordenador, por otra. En MVRDV se da una sabia síntesis de ambos procedimientos que, en algunas ocasiones, genera lo que ya son obras maestras c
contemporáneas, como el Silodam; que en otras quedan como experimentos delirantes a la espera de otra oportunidad en la que se afine más; y que, en algún caso, son inquietantes y peligrosas propuestas.