3.3.2020

La Ciudad Infraordinaria

En el siguiente artículo, Javier Vera Cubas, nos expone una reflexiva visión del "juego" en relación a diversos elementos a los cuales se encuentra indisolublemente ligado, mas, poniendo especial énfasis en el espacio donde esta actividad se realiza.

“Para exponer unos principios diferentes, voy a escribir sobre cosas corrientes y vulgares”.

– Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades (1961). –

«Quien nos habla, me da la impresión, es siempre el acontecimiento, lo insólito, lo extraordinario: en portada, grandes titulares. Los trenes solo empiezan a existir cuando se descarrilan y cuantos más muertos hay; los aviones solamente acceden a la existencia cuando los secuestran; el único destino de los autos es chocar contra los árboles (…) Es necesario que tras cada acontecimiento haya un escándalo, una fisura, un peligro, como si la vida no debiera revelarse nada más que a través de los espectacular, como si lo elocuente, lo significativo fuese siempre anormal: cataclismos naturales o calamidades históricas, conflictos sociales, escándalos políticos.

En nuestra precipitación por medir lo histórico, lo significativo, lo revelador, no dejemos de lado lo esencial; lo verdaderamente intolerable, lo verdaderamente inadmisible (…). La desigualdad social no es “preocupante” en época de huelga, es intolerable las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año.

(…)

La prensa diaria habla de todo menos del día a día (…).

Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?
Interrogar a lo habitual. Pero si es justamente a lo que estamos habituados. No lo interrogamos, no nos interroga, no plantea problemas, lo vivimos sin pensar sobre él, como si no vehiculase ni preguntas ni respuestas, como si no fuese portador de información. Esto no es ni siquiera acondicionamiento: es anestesia. Dormimos nuestra vida en un letargo sin sueños. Pero nuestra vida ¿dónde está? ¿Dónde está nuestro cuerpo? ¿Dónde nuestro espacio?

Cómo hablar de esas “cosas comunes”, más bien cómo acorralarlas, cómo hacerlas salir, arrancarlas del caparazón al que parecen pegadas, cómo darles un sentido, un idioma: que hablen por fin de lo que existe, de lo que somos.

(…)

De lo que se trata es de interrogar al ladrillo, al cemento, al vidrio, a nuestros modales en la mesa, a nuestros utensilios, a nuestras herramientas, a nuestras agendas, a nuestros ritmos. Interrogar a lo que parecería habernos dejado de sorprender para siempre. Vivimos, por supuesto, respiramos, por supuesto, caminamos, abrimos puertas bajamos escaleras, nos sentamos a la mesa para comer, nos acostamos en una cama para dormir. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Describan su calle. Describan otra.
Comparen.

(…)”

– Georges Perec. Lo infraordinario (1989). –

En Lima, una niña cae en un buzón, y así aparece ante los ojos de los limeños.

“Muchos niños corren peligro de caerse”, reclamaba a las autoridades una vecina. El caso de Xohana, niña de casi 3 años que en 2018 fue hallada muerta en un pozo en la Plaza de Armas de Cerro Azul, en Cañete, tras haber caído en él días antes mientras jugaba, por encontrarse mal tapado, fue titular en muchos diarios y noticieros de la capital, generándose por unos pocos días cierto debate sobre la (in)seguridad de los niños en los espacios públicos.

https://trome.pe/actualidad/cerro-azul-encontraron-pequena-xoana-vida-buzon-agua-video-fotos-93913


@Trome.pe
Pasada la tragedia, otros niños corren por otras tantas calles, de nuevo invisibles.

“Describan su calle. Describan otra.

Comparen”.


La Balanza, Comas (2015) @Eleazar Cuadros / El Agustino (1986) @Daniel Pajuelo

“El ciudadano ha renunciado a su identidad
se ha convertido en un espectador en lugar de un participante,
un alma aislada en medio de millones de almas aisladas.
Pero el niño se retira de esta paradoja.
Descubre su identidad contra todo pronóstico,
dañada y dañina, engañada y engañando,
en peligro perpetuo e incidentales rayos de luz.
Relegado a la periferia de la atención, el niño sobrevive…
¡Nieve!
Un truco milagroso de los cielos – una corrección fugaz.
De repente, el niño es el Señor de la ciudad.
El niño está en todas partes, redescubriendo la ciudad
mientras que la ciudad redescubre a su vez a sus hijos,
aunque sólo sea por un rato.
Pero la alegría de recoger nieve de vehículos detenidos
es de corta duración.
Ofrecer algo para el niño más permanente que la nieve
– pero tal vez menos abundante -.
Algo que la ciudad pueda absorber sin perder su identidad,
algo no muy diferente de las cosas que sin querer
el niño adapta a su imaginación y vitalidad,
algo cuidadosamente formado y juiciosamente colocado
donde todavía hay un poco de espacio:
innumerables islas sin forma dejadas por el ingeniero de caminos
y el trabajador de demolición, parcelas vacías,
en lugares más adecuados para el niño
que el abrevadero público.”

– Aldo Van Eyck. Cuando la nieve cae sobre las ciudades (1956). –

El juego infantil en el espacio público, asunto que Aldo van Eyck llevara a lo más alto de la reflexión arquitectónica con la construcción de más de 500 “playgrounds”, realizados gracias a las políticas urbanísticas de Jacoba Mulder en la ciudad de Amsterdam, ha sido tema recurrente en la cultura holandesa desde hace casi 5 siglos. Muestra de ello, la célebre pintura de Pieter Brueghel el Viejo: Juegos de niños (1560).

En relación a la vieja sentencia de Heráclito sobre el devenir: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”, podríamos decir sobre esta pintura que “nadie juega dos veces el mismo juego”. Y añadir que “nadie cruza dos veces la misma calle”. Esto es, precisamente, lo que nos enseña TimTim en este video.

En la aventura diaria de sus cuatro encuentros, “sobre los caminos, caminares y destinos”, “cada día con la mirada atenta sobre algo nuevo en el trayecto”, Tim Tim demuestra “que la llegada no es más valiosa que el caminar, que el encuentro es precioso y necesario”. Que cada día en la ciudad es diferente, y que vale la pena recorrer las mismas calles una y otra vez, pues con cada encuentro la ciudad se crea y se recrea, y con ella TimTim, y también sus amigos, se crean y se recrean.

“Todo fluye, todo cambia, nada permanece”, explica Heráclito. “Yo soy un río”, escribió el joven poeta Javier Heraud.
“Yo soy el río que viaja en las riberas, árbol o piedra seca
yo soy el río que viaja en las orillas, puerta o corazón abierto
yo soy el río que viaja por los pastos, flor o rosa cortada
yo soy el río que viaja por las calles, tierra o cielo mojado
yo soy el río que viaja por los montes, roca o sal quemada
yo soy el río que viaja por las casas, mesa o silla colgada
yo soy el río que viaja dentro de los hombres, árbol fruta
rosa piedra
mesa corazón
corazón y puerta
retornados”.

– Javier Heraud. El río (1960). –

La ciudad también es un río. Mas bien un mar, dirían los Situacionistas.

“Una o varias personas que se abandonan a la deriva renuncian durante un tiempo más o menos largo a los motivos para desplazarse o actuar normales en las relaciones, trabajos y entretenimientos que les son propios, para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y los encuentros que a él corresponden. La parte aleatoria es menos determinante de lo que se cree: desde el punto de vista de la deriva, existe un relieve psicogeográfico de las ciudades, con corrientes constantes, puntos fijos y remolinos que hacen difícil el acceso o la salida de ciertas zonas”.

– Guy Debord. Teoría de la deriva (1958). –

O una piscina, dirían los niños. Y a veces todos somos niños. Como aquel 1 de enero del 2017 en que decenas de personas de todas las edades se metieron “sin permiso” a la pileta de la Costa Verde en Chorrillos, desatando el escándalo de la sociedad limeña, tan desacostumbrada a los calores y colores del juego.

http://deapie.utero.pe/2017/01/02/aguita-pa-ti/?fbclid=IwAR3vPd2oUhpjpbPKywpiHafFKDj4xyzPuQBVpfUcACKTZEA8kzFDNomC1-M


@Jano Madrid


Pileta en Plazuela Buenos Aires (1976) @ Julián Espinoza. Archivo histórico El Comercio / La misma pileta (2011) @ Javier Vera. Archivo CITIO


Pilas Públicas de Lima @ Archivo Histórico del Diario Oficial El Peruano / Piscina armable en el Callao @ Andina

La ciudad un río, un mar, una piscina. Como el agua, el espacio de juego adopta la forma del jugador. Y los niños, que habitan jugando, adoptan la forma del espacio. Son dibujados por el entorno, que se modifica con sus movimientos. Jorge Raedó, experto en educación, arquitectura e infancia, lo explica brillantemente con esta imagen.


@Jorge Raedó

“Como el de los amantes, los poetas y los conspiradores en general –sus parientes cercanos–, el espacio del niño está todo él hecho de fluidos, ondas, migraciones, vibraciones, gradientes, umbrales, conexiones, correspondencias, distribuciones, pasos, intensidades, conjugaciones… El trabajo que sobre el espacio cotidiano operan las prácticas infantiles funciona como una fabulosa máquina de desestabilización y desmiente cualquier cosa que pudiera parecerse a una estructuración sólida de los sitios y las conexiones entre sitios. Los lugares pasan a servir para y a significar otras cosas y de un espacio de posiciones se transita a otro todo él hecho de situaciones. Si tuviéramos que plantearnos en los términos que Henri Lefebvre nos proponía, el espacio infantil sería ante todo espacio para la práctica y la representación, es decir espacio consagrado por un lado a la interacción generalizada y, por el otro, al ejercicio intensivo de la imaginación, mientras que la expresión extrema del espacio “adulto” –aunque más bien cabría decir adulterado– sería ese otro espacio que no es sino pura representación y que es el espacio del planificador y el urbanista. Al espacio vivido y percibido del niño –y del transeúnte que sin darse cuenta le imita– se le opone el espacio concebido del diseñador de ciudades, del político y del promotor inmobiliario. El primero es un espacio productor y producido; el segundo es o quisiera ser un espacio productivo.

Salir a la calle es salir de nuevo a la infancia. Vivir el espacio es jugar en él, con él, a él. También nosotros desobedecemos a veces, como los niños siempre, las instrucciones que nos obligan a distinguir entre nuestro cuerpo y el entorno en que se ubica y que genera”.

– Manuel Delgado. En busca del espacio perdido (2019). –

http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2019/05/en-busca-del-espacio-perdido.html

Volvamos a Cerro Azul. La misma plaza. Observemos. ¿Dónde juegan los niños?


@Javier Vera

Ese “monumento”, placa, insignia o lo que fuera, que pareciera puesto en cualquier parte pero se ha convertido en una importante centralidad del parque por la llamativa cantidad de personas que se concentran alrededor, ¿qué significa para los niños? Una resbaladera con 2 accesos, un túnel, una nave, una casita, un escudo. Múltiples retos a la actividad física y a la imaginación. Es una estructura lúdica compleja, digamos, un super-juguete urbano, y no hay guachimán que los convenza de que ahí no se puede jugar. La ciudad como espacio para la libertad.

Ahora vayamos a Barrios Altos, al Parque de la Medicina. Observemos. ¿Cómo juegan los niños?

Dos niños juegan en la pileta vacía, en cuyo monumento central no importan los héroes y sus pedestales, importan los desniveles, los relieves y las alturas. La hermanita más pequeña va detrás, el mínimo cambio de piso es un reto para ella. Todo en su recorrido es un juego. La mamá a cierta distancia, relajada. Cuando se aleja de ella, los hermanos mayores se encargan. Si se aleja mucho, ellos la regresan dentro del radio de cuidado. A la pequeña le atraen las gradas, la mamá la deja libre pero observa, luego la recoge. Relaciones, distancias, edades. La ciudad como ecosistema de cuidados.

Viajemos a Huancavelica, al pueblo de Acoria, un espacio detrás del Estadio. Observemos. ¿A qué juegan los niños?

Hay un espacio delimitado por un sardinel amarillo-tráfico con juegos para niños dentro. Al lado una pileta vacía, y el cerro natural. Un grupo de niños de 3 a 9 años juegan juntos, a la familia y los vecinos. La pileta es el edificio con varios pisos, un muñeco que han traído es el bebé. Salen a trabajar y vuelven trayendo cosas. Cocinan con piedras y hojas. Los niños no juegan en los juegos para niños, juegan en ese espacio residual de su ciudad, donde pueden inventarse una historia cada día. El día que esa pileta sea una pileta, se acaba el juego. La ciudad como lugar de la imaginación.
Y así podríamos seguir viajando a diferentes lugares del Perú.
Recuerden su infancia. ¿Dónde jugaban? ¿Cómo jugaban? ¿A qué jugaban?

“Describan su calle. Describan otra.

Comparen.”

“Cuando el niño era niño, andaba con los brazos colgando. Quería que el arroyo fuera un río, el río un torrente, y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño, no sabía que era niño. Para él todo estaba animado y todas las almas eran una. Cuando el niño era niño, no tenía opinión sobre nada, no tenía ninguna costumbre. Se sentaba en cuclillas, se levantaba corriendo, tenía un remolino en el cabello, y no ponía caras cuando lo fotografiaban”.

– Peter Handke / Wim Wenders. El cielo sobre Berlín (1987). –

Los niños se mueven en el espacio, pero no lo usan como soporte físico para trasladarse de un lugar a otro por alguna razón u objetivo funcional, sino que son parte del espacio, y su presencia y su accionar lo resignifican. Moverse en el espacio es una experiencia vital nueva cada vez. Cada nueva interacción cambia el sentido del espacio, cada movimiento rehace el espacio. Como decía Heidegger parafraseando al Holderlin (“poéticamente habita el hombre”), “la casa del ser humano es el lenguaje, y el ser humano habita la tierra en tanto que poeta”. Los niños, pues, habitan poéticamente. Habitar poéticamente es ejercer la esencia del habitar.

“El poetizar construye la esencia del habitar. Poetizar y habitar no sólo no se excluyen. No, poetizar y habitar, exigiéndose alternativamente el uno al otro, se pertenecen el uno al otro.”

Poesía: juego y resignificación. ¿Qué significa para un niño, por ejemplo, una mesa? ¿Puede una mesa ser un juego?

“La mesa blanca es enorme, posiblemente la más grande del mundo, al menos del mundo y de las mesas que conozco. De sólida construcción (…) la mesa domina la sala más amplia de la casa familiar. (…)
Tal es su dimensión que se sientan alrededor doce ayudantes de mi padre (…) La gran mesa tenía dos niveles. En el centro se esparcían los instrumentos de precisión: una regla de acero de hasta tres metros, un compás, un escalímetro y otras cosas por el estilo. (…)
Aquél era el centro del trabajo; pero, como ya he dicho, la mesa tenía dos niveles.
Yo fui el habitante del nivel inferior desde que comencé a gatear a cuatro patas. Parecía una espaciosa plaza, tan sólo dominada por mí. Después alcancé la madurez suficiente para mudarme al nivel superior (…)
La Mesa Blanca de mi niñez era grande; ha continuado creciendo y sobre ella he realizado el trabajo de mi vida”.

– Alvaar Alto. De palabra y por escrito (2000) –

¿Quién no ha jugado bajo ese techo? ¿Quién no ha habitado una mesa? ¿Cuántas historias potenciales alberga ese espacio?


Huancayo (2014) @ Javier Vera

Los niños no usan el espacio, lo viven. No son usuarios, son habitantes.

Probemos. Una calle cualquiera. Pongamos unos palos, nada extraordinario. De diferentes medidas, a diferentes distancias y alturas, con cierto sentido. ¿Para qué sirven esos palos? preguntan los adultos. “Para que nadie sepa para que sirven, y algo se les ocurra”, sería la respuesta. Sirven para que no pasen los autos, observa alguien. Un niño sugiere: es una selva con árboles para trepar. Otro replica: un laberinto con caminos por recorrer. Y otros: es un circo, es una casa, es un gimnasio, una barra de equilibrio, un juguete gigante. Entonces lo ocupan, se lo apropian a su manera, le dan un sentido, otro sentido, y otro más. Inventan un cuento, un juego nuevo, varios. Otros niños inventan otros cuentos. Los adultos observan asombrados: “ah, mira, tenía sentido. Ya sabemos para qué sirven”. Y se quedan tranquilos.


Parque Pukllary Llajta – Proyecto Fitekantropus en La Balanza, Comas (2018) @ Eleazar Cuadros. Archivo CCC


Parque Pukklary Llajta – Parque Tahuantinsuyo – Parque Villa Clorinda, Comas @ Eleazar Cuadros. Archivo CCC

Al tomar así un espacio, a partir de unos simple palos, o unos bloques, o algunos desniveles, elementos muy simples pero de código abierto, se hace un lugar. Al descubrir la posibilidad, los niños inventan el uso, y aparece la vida. Un espacio vivo: un espacio saludable y seguro.

En una ciudad leída de este modo, los niños son productores de espacio público. Y produciendo su espacio ejercen su derecho a la ciudad, que no es el derecho a simplemente ocuparla, sino el derecho y la posibilidad de transformarla.

“El derecho a la ciudad se manifiesta como una forma superior de los derechos: el derecho a la libertad, a la individualización en la socialización, al hábitat y al habitar. El derecho a la obra (a la actividad participativa) y el derecho a la apropiación (muy diferente del derecho a la propiedad) están imbricados en el derecho a la ciudad.”

– Henri Lefebvre. El derecho a la ciudad (1968). –

Los niños, la mesa, las cosas, las ciudades, los derechos… la arquitectura.

Si hablamos de “lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual”, habría que interrogarnos no sobre el poder de la arquitectura, sino sobre su potencia. Bernard Tschumi, en su teoría sobre espacios y eventos, señala que “la potencia de la arquitectura se manifiesta en los momentos de choque entre el diseño del espacio y su uso”. Es decir, cuando los “usuarios” la apropian para fines ajenos a los pre-establecidos. Dicho de modo más fácil y en nuestros términos, tal potencia reside en la contradicción inevitable entre lo que el planificador o diseñador pensó que iba a suceder en un espacio, y lo que un grupo de niños hace que suceda en realidad.

El lugar idóneo para encontrar esa potencia de la arquitectura es la calle: Donde el arquitecto planifica caminar derecho, los niños corren en zigzag. Donde el alcalde ordena sentarse, los niños saltan. Donde el policía indica un límite, los niños entienden la invitación a pasar por debajo. Donde un obrero deja un hueco, un niño ve una posibilidad. Donde queda una obra inconclusa, un juguete para armar. Una escalera es una cancha de fútbol. Una tranquera un caballito. Una banca, un barco. Donde un promotor inmobiliario cuenta billetes, los niños cuentan cuentos. Donde un regidor publica una ordenanza, un niño lee un poema. La ciudad se transforma con su imaginación, y la ciudad así transformada produce mejores ciudadanos, quienes producirán una mejor ciudad.


Villa Clorinda (2016) @ Eleazar Cuadros / Plaza Lúdica del Parque Tahuantinsuyo (2017) @ Eleazar Cuadros / Parque Señor de Los Milagros, La Ensenada, Puente Piedra (2013) @ Javier Vera / Parque Villa Clorinda (2016) @ Javier Vera

Entonces ¿Quién crea la ciudad, el que construye la escalera, o el que la transforma? ¿La concluye el que la pinta, o la reinicia el que mete un gol desde el quinto escalón?

Si entendemos que la crisis actual del espacio público no es solo la falta de espacios, sino una crisis de sentido en los espacios ¿Quién podrá ayudarnos? ¿A quién encomendaríamos la producción de espacios públicos en una ciudad donde las cosas se hacen, cada vez más, sin otro sentido que no sea el lucro? Si existe aquí la ciudad, no está en la mirada desde arriba de un alcalde, ni en la cabeza de un arquitecto que proyecta un futuro estático, sino en los cuerpos de los niños que la habitan, en movimiento, desde abajo.

En el mundo actual, la ciudad extraordinaria de las grandes inversiones y la arquitectura espectacular, son capítulos ya superados. La ciudad ordinaria, la de la escala humana, la de la vida cotidiana, la de los barrios y la gente, es ya tema corriente. La ciudad infraordinaria, la de los niños pequeños, la de los sensibles, la de los más libres, la de los filósofos y los poetas, está un poquito más abajo aún. He ahí un terreno de exploración y experimentación.

“Todos saben lo que ocurre tras una fuerte tormenta de nieve. El niño toma el poder y se convierte temporalmente en el amo de la ciudad. Corre como una flecha en todas las direcciones y recoge la nieve que se va acumulando sobre los coches congelados. Esta jugarreta de los cielos corrige temporalmente las carencias del niño desatendido. De ustedes depende concebir para el niño algo más permanente que la nieve, aunque sea menos abundante. Una idea, distinta de la nieve, que impulse al niño a moverse sin impedir otros tipos esenciales de movimiento urbano.

Este invento no debe concebirse como una cosa o un conjunto de cosas aisladas sino como algo susceptible de repetirse en lugares apropiados de la ciudad. La ciudad debe ser capaz de absorberlo tanto estética como físicamente. Debe ser algo que se integre en el tejido cotidiano de la ciudad.
Debe ser elemental, en el sentido de que debe responder a las inclinaciones y a los movimientos elementales del niño (esto último no siempre incluye a lo primero), además de avivar su imaginación.”

– Aldo van Eyck. Sobre el diseño del equipamiento lúdico y la disposición de los espacios de juego (1962) –

Estas notas son una invitación a enfrentar los retos de nuestras ciudades de otra manera: abandonar la grandiosa carrera por los rasca-cielos (de la que ni fuimos parte), para iniciar una humilde y divertida caminata por el ras-del-suelo.

Pero ¿cómo superar la nieve?, si aquí ni siquiera llueve…

“Debajo de los adoquines está la playa”.

Visitá la nota original > https://www.facebook.com/notes/espacio-residual/la-ciudad-infraordinaria/486053125675778/

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