28.4.2008

La ciudad de la arquitectura

Barcelona no dispone de salas para grandes exposiciones sobre arquitectura y urbanismo.

A mediados de 2007 se inauguró en París la Cité de l’Architecture et du Patrimoine, después de un retraso de cuatro años y de una larga, dura y conflictiva gestión durante la cual una buena parte del equipo que había iniciado el proyecto en el Palais de Chaillot dimitió o fue destituido, incluido Jean-Louis Cohen, el arquitecto e historiador que había pensado un proyecto inicial cosmopolita que fue reducido al contexto francés.

En principio, una iniciativa como ésta, disponer de un museo de arquitectura y del patrimonio, parece admirable y envidiable; pero, una vez conocida, se ve que responde al mismo desierto en el que se ha convertido el París cultural de los últimos años, con la misma confusión que generó en 2006 uno de los peores museos contemporáneos, el Musée du Quai Branly de Jean Nouvel.

También esta llamada Ciudad de la Arquitectura es una fusión de colecciones unidas por el chovinismo: el Musée des Monuments Français, el Instituto Francés de Arquitectura y la École de Chaillot, que forma a los arquitectos encargados del patrimonio. Todo el acondicionamiento interior, bastante mediocre, es del arquitecto Jean-François Bodin. En la planta baja del Palais Chaillot se puede visitar la colección de moldes de arquitectura histórica francesa medieval y renacentista, realizados a finales del siglo XIX y principios del siglo XX para la antigua École de Beaux-Arts, que el público confunde con obras auténticas, con la complicidad de los museólogos. Y en la primera planta se puede recorrer la galería de historia de la arquitectura moderna, desde mediados del siglo XIX hasta hoy, a través de 11 temas, con maquetas, planos, dibujos y montajes audiovisuales de cierto interés. Ello culmina, sin embargo, con una ridícula y siniestra réplica de un módulo de la Unité d’Habitation en Marsella de Le Corbusier. Y la Cité se ha inaugurado, cómo no, con una exposición temporal dedicada a la arquitectura francesa actual.

Hablar de este proyecto, en teoría crucial pero en realidad una operación mediática de autopromoción cultural, viene a cuento por la falta que hay en Barcelona de espacios para exponer algo de lo que la ciudad es emblemática: diseño, arquitectura y urbanismo.

Ciertamente, el futuro Centro del Diseño tendrá una sección dedicada a la arquitectura, aunque sigue hipotecado por la reforma pendiente de la plaza de las Glòries. Está previsto que se inaugure a finales de 2010 o principios de 2011, y de momento, dentro de unos meses se iniciarán actividades ocupando la actual sede del Museo del Textil y de Indumentaria de la calle de Montcada.

Y es cierto que Barcelona fue nombrada por el Ministerio de Vivienda sede del Museo de Urbanismo, dentro del Museo Nacional de Arquitectura y Urbanismo y compartiendo sedes con el Centro de Documentación en Madrid y con el Museo de Arquitectura en Salamanca, elegida por componendas políticas. Pero todo este proyecto nacional ha quedado congelado con el cambio de ministras en Vivienda y con la dimisión de Manuel Blanco, el arquitecto y profesor que había ganado el concurso para ser el director. Al mismo tiempo, se ha anunciado que la Bienal Iberoamericana de Arquitectura va a tener su sede en el conjunto que ha proyectado Óscar Niemeyer en Oviedo, cuando éste se inaugure. Por su parte, la Junta de Andalucía sigue enriqueciendo su Centro de Arquitectura, en el antiguo convento de Santa María de los Reyes en Sevilla, donde ya hace años presenta exposiciones y conferencias.

Y también es cierto que el Colegio de Arquitectos de Cataluña, la institución que posee más documentación de la historia de la arquitectura catalana, tenía previsto instalarse en las tres naves de una parte de la antigua fábrica Oliva Artés, dedicando espacio al museo de arquitectura. Pero esto parece que se ha suspendido, entre otras razones, al rechazar un edificio convertido en unos pabellones encerrados dentro del Parc Central del Poblenou, de Jean Nouvel.

A esta endémica insuficiencia barcelonesa, no disponer de lugares donde exponer sobre arquitectura, aún le quedan años para que sea paliada. Llevamos tiempo fuera de las rutas de las grandes exposiciones sobre arquitectura y urbanismo, y tenemos escasas posibilidades de preparar exhibiciones relevantes de un cierto tamaño y profundidad al no disponer de salas ni infraestructuras adecuadas. Otro indicio de una Barcelona que se publicita como modelo, pero que tiene graves deficiencias, y de unos intereses profesionales dominantes que no quieren que la información y el conocimiento aireen un ambiente cerrado y autocomplaciente.

Josep Maria Montaner es arquitecto

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