10.3.2009

Gran Hotel Ouro Preto, la obra de Niemeyer en contexto histórico

La arquitectura moderna de los inicios del Siglo XX generó una contraposición entre entornos urbanos preexistentes y nuevas formas de crear ciudades. A pocos años del florecimiento de estas tendencias un joven arquitecto brasilero realizaba un hotel "moderno" en una de las principales ciudades históricas del Brasil colonial: Oscar Niemeyer. El año 2008 fue declarado Año Niemeyer en Brasil, en homenaje al gran arquitecto latinoamericano.

En el 2007 Oscar Niemeyer cumplió 100 años de vida y permanece activo con muchísima actividad profesional. Nacido el 15 de diciembre del lejano 1907, Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares, carioca, sigue proyectando sus complejos administrativos, teatros, centros de exposiciones o plazas en todo el mundo. Escribiendo la historia de la arquitectura brasilera con un sello muy característico, Niemeyer proyectó en la ciudad patrimonial de Ouro Preto, una de sus obras iniciales: el Gran Hotel. Una obra que se transforma hoy en patrimonio de un país, una obra de un arquitecto premiado y destacado por sus creaciones, pensamiento y acción en todo el mundo.
Relata Niemeyer de sí mismo en una entrevista de hace 30 años: «No era el ángulo recto lo que me atraía ni la línea dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atraía era la curva simple y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país. En el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida…» y Jorge Amado dijo de él «Oscar Niemeyer es el mejor símbolo de la arquitectura, que es consciente de su papel social, su verdadera función».

El reto de proyectar en la Historia
El hotel es el más visitado de Ouro Preto, que lo muestra con orgullo a sus visitantes. De dimensiones limitadas por la geografía y el mismo comitente, fue realizado en los inicios de los años ’40 del siglo pasado y se levanta en el entorno histórico de una de las principales ciudades, Patrimonio de la Humanidad. El Gran Hotel está retirado de la calle y envuelto en el follaje de plantas y arbustos. La rampa de acceso vehicular de la rinconada que lo contiene genera sobre la calle un muro de piedra como tantos que hay en la ciudad al lado de las iglesias y viviendas como resultado de la geografía de la serranía de Minas Gerais. El predio corta el «morro» y la pronunciada inclinación natural, pero el hotel se eleva más sobre ésta y se libera de la pendiente. Su resolución urbana resulta así respetuosa de su jerárquico y valioso entorno sin perder sus propias cualidades estéticas racionalistas.
Al principio los habitantes de la ciudad no aceptaron este modernismo y llamaban al edifico el «Monstruo» pero hoy es un referente arquitectónico más de la ciudad de Ouro Preto y visita obligada de arquitectos y turistas que llegan a ella, destacado en las guías y mapas turísticos. Ya es parte de su rico patrimonio y más en estos días con el alto valor agregado que ha generado la firma de su arquitecto. Oscar Niemeyer incorpora -sin miedo- una arquitectura que representa los preceptos lecorbusianos: pilotís elevando la planta baja, terraza jardín, grandes vidrieras «fenêtre en Longueur», rampa de acceso y espacios contiguos y unificados por el recorrido de las columnas cilíndricas que nacen de la planta inferior yla atraviesan limpiamente. Todo el edificio es un gran balcón hacia la Rúa das Flores en pleno centro de Ouro Preto y a pasos de la Plaza Tiradentes.
Resaltamos en particular que el Grande Hotel tiene a su derecha una de las obras de mayor importancia de la ciudad: La Casa dos Contos, palacio y casa de la moneda -hoy museo numismático e histórico- donde se fundía el oro que salía certificado en mulas a Río de Janeiro y de allí a Portugal. Entre el Gran Hotel y la Casa dos Contos, se genera una unidad de arquitectura y tiempo donde ambas obras comparten un diálogo que las enriquece. Del otro lado del acceso se desemboca en el Largo do Teatro, un espacio dominado por la figura manierista de la Fuente Chafariz dos Contos (fuente pública) que enfrenta al cine de la ciudad y conecta con la bulliciosa calle comercial Rua Tiradentes.

Brasil entre la modernidad y el regionalismo en los años ’30
El lenguaje no historicista con que Niemeyer proyecta el Gran Hotel es sin duda su mayor riqueza y no por ello el autor ha dejado de reconocer que el entorno y sus características debían ser respetadas recurriendo a techar el gran y único plano inclinado de la cubierta con la teja colonial de cerámica roja que la unifica e integra con el resto de las construcciones de toda la ciudad. Por debajo del sombrero de tejas Niemeyer coloca el blanco edificio acentuando su lenguaje internacional. En los años 30 del S.XX se daba en Brasil una gran discusión en cuanto a qué pasos seguir frente a la arquitectura internacional y racionalista de los CIAM, la enseñanza de la Bauhaus, y los distintos grupos emergentes. Le Corbusier visita Brasil en 1929, de regreso de su viaje a la Argentina hace escala en San Pablo y Río. Da varias conferencias y las autoridades de gobierno dialogan con él y conversan sobre proyectos de edificios y urbanísticos. Lucio Costa, otro destacado arquitecto brasilero tiene en su estudio a un joven profesional, Oscar, que trabajaba de a ratos como ayudante.
Con la llegada al gobierno de Getulio Vargas en esos años, Brasil da un vuelco cultural y se apoya en la vanguardia artística renovadora. En 1935 se convoca al concurso para el proyecto del Ministerio de Educación y Sanidad y le encarga el proyecto ejecutivo a Lucio Costa quien recomienda traer de nuevo a Le Corbusier como asesor del nuevo ministerio.
Suerte o casualidad por las ocupaciones del proyecto, Costa delega en Niemeyer -a quien describe callado y siempre motivado- la compañía del ilustre visitante. El joven arquitecto ya estaba influenciado por los conceptos del creativo francés. Cuando Le Corbusier se retira del Brasil deja unos esquemas del proyecto y el reclamo de un predio mayor. Como el gobierno no puede cumplir este requisito, Niemeyer es quien toma el proyecto y lo modifica. A pedido de Lucio Costa le da más plasticidad y logra que el proyecto sea aprobado por el SPAHN (Servicio do Patrimonio Artístico e Histórico Nacional).
Sin duda esta situación marcará la obra primera de Oscar Niemeyer que luego en Belo Horizonte y en el nuevo barrio Pampulha de la periferia de la ciudad, proyecta en 1943. Sus conceptos arquitectónicos dan un giro proyectual que perdura hasta hoy.

El Gran Hotel mantiene su estilo
Describir un hotel haciendo un resumen de sus servicios y cualidades es un recurso que en este caso no cabe realizar. Lo que es adecuado es escribir sobre una de las primeras obras de un arquitecto que ha marcado profunda y profusamente el ejercicio de una profesión y su origen sudamericano. La llegada al hotel con el ingreso por la amplia rampa de autos y peatones es el preámbulo de la terraza que balconea hacia la ciudad. Una piscina pequeña se presenta con tenues líneas ondulantes que poco más adelante serán el sello del autor. Una rampa a lo Ville Savoye asciende al acceso y la puerta en el extremo de la fachada conduce al interior. Desde afuera ya se ve el espacio de la recepción al cual vamos. Su diseño desarrolla un cuerpo principal que se divide en cuatro claros niveles, empezando con una planta de servicio en la planta baja, retirada y generando una sombra necesaria sobre el acceso. El plano de servicios se retira del frente principal y libera los pilares, otorgándole al edificio liviandad y libertad.
Ya en el interior lo primero que impacta es la pared inmediata a la entrada donde se despliegan dibujos de Oscar Niemeyer firmado y protegido de cualquier daño por gruesos vidrios. De frente, la escalera hacia las habitaciones tiene dos fotos del arquitecto de cuerpo entero una y un gran primer plano de su rostro en el otro caso, una singular forma -y seguramente poco repetida- de agradecer al creador.
La planta baja es un espacio continuo entre la pared, la vidriera al frente y una línea de columnas cilíndricas que marcan el camino al restaurante. Se respira otro aire y la mano del arquitecto. Ahora Ouro Preto es todo un gran panorama de casas y cerros, la ciudad se mete en el edificio y el diálogo es transparente. En la recorrida del espacio, la recepción es un volumen lateral y bien simple, sillones -a manera de hall- forman bahías en el recorrido y lateralmente aparecen la maqueta completa del hotel y oficinas de promoción y de artesanos y artistas locales. La maqueta muestra el proyecto original donde se aprecia que este cuerpo actual era el inicio de un sector inicial de habitaciones que aprovechaba el desnivel del terreno y por detrás de éste desplegaba un edificio de mayor longitud y más habitaciones, nunca construido. Ese cuerpo se elevaba por atrás del existente y permitía ver la ciudad desde las habitaciones, dejando por debajo el primer sector de servicios. Los esquemas de Niemeyer y planos de los años 50 publicados en L’Architecture D’aujourd’hui nº 137 Al final de la recorrida de esta planta se encuentra el actual restaurante, que cerró la terraza original para este fin. Es que el área de desayuno y restaurante original estaba en el mismo espacio vidriado previo, en un espacio único con la recepción. El crecimiento de las actividades turísticas hizo ampliar este servicio al actual restaurante, absorbiendo la terraza que actuaba como gran balcón techado sobre la Casa dos Contos y todo Ouro Preto. Ese efecto de continuidad al final del camino ya no existe.
En las 2 plantas altas se ubican las habitaciones, que alojan a no más de 100 visitantes. En la fachada de este sector, el cambio es radical. Niemeyer recurre a usar el brise-soleil ya no de Le Corbusier sino un diseño contemporáneo muy similar al los que vemos en las ventanas centenarias de las casas de esta ciudad. Es intromisión local una cesión del arquitecto a sus propias ideas y búsqueda de renovación del lenguaje expresivo sin perder raíces en la historia. El resultado está a la vista y no ha perdido la contemporaneidad buscada. Los colores son parte de este tratamiento, quedando el edificio en blanco y los brise-soleil en celeste fuerte. Así se presenta hoy y las fotos de antes en blanco y negro no nos dejan opción. Las habitaciones no se incluyen en la visita al hotel, por lo que ha de ser muy afortunado quien pueda permanecer en éste luego de unos días de hospedaje. De los planos de Niemeyer en publicaciones sobre su obra se observan tres diferentes tipologías. Opuestas a la fachada hay 7 habitaciones normales con baño privado, y unas 20 minihabitaciones con un toilette -mínimo también- con una ducha, un inodoro y pileta en un espacio muy reducido del ingreso. Hacia el frente las habitaciones son generosas pero están resueltas en dúplex, dejando abajo un estar con balcón a la ciudad y en el entrepiso un dormitorio que mira hacia atrás, un baño intermedio completo y cómodo, con un pequeño estar con la escalera caracol de acceso que balconea al ambiente inferior. Los esquemas -infaltables- del mismo Niemeyer indican que buscaba una adecuada orientación para las habitaciones y dejar los planos de sobra y descanso para el disfrute de la excepcional vista a la ciudad. Un dato cierto puede completar esta nota de cómo ingresó este proyecto de hotel moderno y obra posterior en una ciudad barroca y muy defendida en esos años. El Servicio SPAHN -de muchísimo peso en Brasil- era dirigido por Lucio Costa y de allí surgen las aprobaciones y coincidencias, si bien las concesiones debieron hacerse en varios campos según relata Stamo Papadaki. Estas fueron: el uso de la piedra del lugar en muros como revestimiento afín a otras obras históricas, colores de origen en la paleta de referencias a ventanas y muros del lugar, reducir el número de habitaciones para sacarle peso urbano al edificio y no entorpecer vistas generales de la ciudad colonial y las ya descriptas tejas en el techo, que si miramos otras obras de Niemeyer de ese período y de colegas destacados de entonces, no era un gran sacrifico esta incorporación, pues estaba siendo comúnmente usada por estos «arquitectos modernos» que sentían una rara necesidad de adaptar los preceptos del diseño de vanguardia a la realidad de un exuberante y curvilíneo Brasil.

La recuperación del edificio
El Gran Hotel se encuentra a la vista con los mayores cuidados en todos sus detalles. Sin duda sus actuales encargados ponen el máximo esfuerzo en el mantenimiento y fidelidad con la obra. El conjunto luce magnífico y el mismo Niemeyer ha agradecido al actual propietario su recuperación. Un hermoso croquis realizado directamente en el muro es el reconocimiento que el autor de esta obra realiza al propietario. «Para Farhas Ovelllar que tem a coragem a recuperar este hotel», y firma Oscar Niemeyer un 27 de setiembre de 1995.
Es interesante un comentario publicado por Joseph Botey sobre esta obra: «Pese a la mala construcción inicial que Niemeyer de una manera altruista quiso paliar sigue hoy un ejemplo de armonización de un edificio nuevo con un asentamiento histórico…».
Al parecer el edificio estuvo sin ser usado por un tiempo, no sabemos en qué situación de abandono o si sufrió alteraciones de mayor grado. También con qué criterios se recuperó este Hotel a la luz de las normativas actuales de esta ciudad museo, su patrimonio y conservación. Lo mismo ocurre en referencia a qué puede sentir un arquitecto que ve recuperar una de sus primeras obras, contando entonces con 88 largos años y comprobar que la misma sigue dando que hablar, se incluye en el patrimonio brasilero y simultáneamente en el patrimonio de la humanidad del que forma parte indisoluble. Eduardo Galeano comenta de su amigo Niemeyer «Odia el capitalismo y el ángulo recto. Contra el capitalismo, no es mucho lo que puede hacer. Pero contra el ángulo recto, opresor del espacio, triunfa su arquitectura libre y sensual y leve como las nubes». Como final cabe indicar que Oscar Niemeyer fue el personaje del año de su país en otras oportunidades, elegido por el pueblo en una gran consulta sobre el brasilero más importante entre futbolistas, artistas y políticos. El año 2008 fue denominado por el gobierno del Brasil «Año Niemeyer» por sus 100 años, su obra y el personal pensamiento político y humano. Niemeyer es festejado en Brasil y todo el mundo con excelentes exposiciones y una película «La vida es un soplo» donde cuenta su vida y se puede ver en trozos en You Tube. Seguiremos con otras obras de Niemeyer a la manera de un merecido homenaje a este genio latinoamericano.

Publicado en la Revista Habitat N° 57

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