9.11.2016

«Estampas Argentinas» y la máquina de hacer imágenes

La prensa cierra, abre, la hoja desaparece y nos devuelve una imagen, una imagen en proceso, en camino a ser. La mano engaña la velocidad de la máquina; una cuestión de pulso y precisión, dejar la palanca en posición intermedia: un poquito más adelante o más atrás y se pierde el registro, se desfasa y se rompe la condición de ilusión que hace al reconocimiento del paisaje. San Telmo, la llanura pampeana y una ballena franca; un motor a 220 en máquinas del 1800 y varios megabytes de vectores.

Estampas Argentinas es el resultado de una colaboración entre Juan Geist, diseñador gráfico e ilustrador, Paula Vergottini y Natalia Raíces, también diseñadoras gráficas y las cabezas y manos detrás de «Papel Principal», un estudio-taller de diseño e impresión en el corazón histórico del barrio de San Telmo. Es una plancha de imágenes impresa a 7 colores donde se nos presentan 26 paisajes representativos de la Argentina que miden 4 x 6 cm cada uno – 23 provincias más Antártida, Islas Malvinas y Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Estampas Argentinas es, también, el producto de un proceso particular de construcción de imágenes: un encuentro, un cruce, entre la ilustración vectorial-digital y un sistema de máquinas de impresión de mediados del siglo XIX.

A lo largo de sus 26 escenas da cuenta de la Argentina como una suma de territorios. Esa Argentina de llanuras infinitas y costas superpobladas, de desiertos y cordilleras, de trenes que cruzan el cielo y faros del fin del mundo. De esteros, selvas y sierras.

La mirada de Geist indaga y pregunta al imaginario, al stock de recuerdos, memorias e ideas que conecta a esta vasta extensión territorial, a la esencia del yo nacional que se construye a partir del territorio. Una revisión de esa parte de la identidad argentina que surge en la exposición de sus latitudes. Esta pieza es una relectura de ese imaginario pero, también, del igualmente vasto repertorio de imaginerías que se han producido a partir de él.

Y es que la idea de un lugar hecho y contado a partir de fragmentos inevitablemente alude y retoma una tradición y un género particular: las imágenes pequeñas, de colección, las imágenes de bolsillo. Entre la estampilla, la postal, la estampita y la figurita: Estampas Argentinas apela a los recursos de todo este conjunto de producciones visuales en miniatura, coleccionables e intercambiables. Imágenes que en épocas de menos pantallas acercaban lo lejano, enseñaban lo desconocido y catalogaban lo no cotidiano. Entre la mirabilia y memorabilia, entre el conjunto de cosas admirables y el conjunto de cosas memorables. Esa fue siempre un poco la función de todo este género: reunir dos puntos en el espacio, acotar la distancia entre lugares, achicar la lejanía.

Antiguas máquinas de impresión: entre el letterpress y los fotopolímeros
En paralelo a estos juegos de referencias entre imaginario e imaginería, existe en estas estampas un valor adicional del que esta columna se quiere ocupar especialmente: el proceso mediante el cual se construye y produce la pieza gráfica en sí, el proceso mediante el cual se hace imagen.

El procedimiento tiene en su centro a una gloria de la maquinaria alemana que, ayudada por la restauración y una atenta puesta a punto, dialoga con las actuales técnicas de producción de imagen. La Original Heidelberg es uno de los últimos exponentes de un linaje de máquinas de impresión tipográficas (letterpress) que en 1965 ya ostentaba 115 años de antigüedad en el rubro, según reza la placa que – cual pedigree – certifica esta filiación a una larga tradición imprentera. Previo al offset y a los sistemas de inyección de tinta, previo al .ttf, y a la gestión de archivos digitales, las imágenes se hacían a través de estas toneladas de hierro fundido.

Simplificando sus principios de funcionamiento, la impresión tipográfica se basa en el contacto, presión mediante, entre una superficie con relieves entintados y una hoja de papel. Todo el conjunto técnico subsidia y apunta a la concreción de este encuentro: el registro de una huella, de una estampa. Para imprimir una imagen que contenga más de un color es necesario que, como en algunos otros sistemas gráficos, se descomponga esa imagen en capas sucesivas de información que se convertirán en pasadas de impresión. Cada una de estas capas contiene el conjunto de formas que se imprimirán en el mismo tono y que, con su combinación, reconstruirán la imagen primera.

Modificaciones y adaptaciones sobre este sistema original han permitido sumar la posibilidad de utilizar fotopolímeros en lugar de tipos móviles, esos pequeños caracteres tipográficos fundidos en plomo con los que tradicionalmente se componían, letra por letra, los textos a imprimir. Los polímeros son planchas de un tipo especial de plástico que, mediante revelado similar al fotográfico, ganan relieve y se vuelven superficies imprimibles. Cualquier forma que pase por una pantalla puede tomar cuerpo a partir de este método y, desde allí, materializarse en papel a través de este sistema de impresión.

La imagen como proceso
Ahora bien, ¿cómo se manifiesta esta máquina de imprimir y su lógica operativa en capas al momento de integrar elementos dispares tras el imaginario de identidad territorial y simbólica? La Argentina se divide en espacios, los espacios en paisajes, los paisajes en formas y éstas en colores y pasadas de impresión.

En un par de movimientos pasamos del territorio a la idea del territorio y, desde allí, a una máquina que hace imágenes. Para que esas ideas del territorio puedan entrar en las lógicas operativas del letterpress, los paisajes creados por Geist, como escenas cerradas sobre sí mismas, deben abrirse y desarmarse, fragmentarse en un conjunto de formas independientes y separadas en capas de color. Antes de volver a ser paisajes, serán forma pura, extraña, abstracta; configuraciones de color en manos de Vergottini y Raíces.

Esto es lo interesante y propio de todo este proceso: la imagen nace fragmentada, partida y repartida a lo largo de pasadas de impresión. A medida que éstas comienzan a sumarse y combinarse entre sí, se abandona progresivamente el estado de abstracción para volver al terreno del reconocimiento. Aparece progresivamente una imagen de la Argentina; un concepto que se invoca, que se conjura y conjuga en la yuxtaposición. Imagen y paisaje surgen, se hacen visibles, al correr de la máquina. Hasta que no se concretan las siete pasadas la imagen es un juego de colores y de formas; juegos de azules y blancos que contienen a la imagen latente y a la identidad en potencia.

Las pasadas ordenan la mirada y transmutan la forma en figura y el color en geografía. De la correspondencia, el registro y la secuencialidad entre estas capas de información depende la condición de ilusión y alusión detrás de las Estampas. Hasta que no concluya el proceso, la imagen como paisaje se demuestra fantasmática: aparece y desaparece según la intensidad y la proyección de la mirada. Este es el misterio y la belleza particular del modo en que aquí se forma la imagen. La máquina toma una hoja, la prensa se cierra y se delinea en un mismo golpe el horizonte de La Pampa, la caída del Iguazú y un ave en vuelo en la laguna catamarqueña. Una, diez, quinientas veces hasta que se cambia de tinta, se limpia la máquina, se reemplaza el fotopolímero y se suma un nuevo dato que construye figuración. En el pasaje de los primeros azules a los primeros marrones, las formas abandonan el campo difuso de la abstracción, comienzan a darse a ver estepas, montañas y llanuras.

La acción gráfica participa del sentido construido tanto como del contenido narrativo. La noción de «Argentina» descansa en el relato simbólico-iconográfico de sus territorios en igual medida que en el relato formal y operativo de las pasadas de impresión. Allí donde la imaginación conecta emotivamente estos paisajes, la construcción gráfica efectivamente las entiende como parte de un sólo gesto productivo. Poesía aparte, el azul del cielo mendocino es literalmente el mismo azul que dibuja los perfiles de los glaciares patagónicos y la puerta de la casa de Tucumán. El suelo bajo el Tren de las Nubes está hecho de lo mismo –material y cromáticamente – que el sendero que se dibuja en el camino hacia el viñedo. Una pizca más de magenta para que el amarillo funcione como arena, sol y yaguareté.

Convivencias: lo cercano y lo lejano,  lo pasado y lo contemporáneo
Máquinas de 1800 imprimiendo en 2016, la inmaterialidad y fluidez de los archivos digitales en contraste a la rotunda materialidad del hierro maquínico, entre el plomo y el fotopolímero, entre la selva misionera y el hielo antártico, acordes de rojos y amarillos y matices de verdeazulados.

En tiempos de comunicaciones ubicuas e inalámbricas y de contenidos que se mueven entre soportes transitorios, en un contexto donde se pierden a la vez la sensación de extensión territorial y la materialidad de lo real, traer a escenas pequeñas imágenes de papel impresas en una tecnología en desuso es un gesto disruptivo. Estampas Argentinas, con su hacer-imagen mestizo, nos invita a reflexionar hasta qué punto épocas y lugares que parecen tan disímiles se vuelven similares tras el acto de dar cuerpo a una imagen; cómo épocas y lugares que parecen lejanos pueden encontrarse para conformar lo mismo, sostenerse mutuamente y estar hechos de la misma cosa – tinta, color, impresión –. Una posibilidad de entender el tiempo como algo más que una linealidad y el espacio como algo más que una acumulación de tierras. La identidad y la imagen vinculada a ella como un asunto de supervivencias, adaptaciones y convivencias.

Más información > www.papelprincipal.com / www.juangeist.tv

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