6.12.2006

Entrada libre

Por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, publicado en el suplemento ABC de las Artes y las Letras.

La reivindicación de la accesibilidad, de la supresión de los obstáculos que dificultan una circulación fluida por el interior de un edificio o a través del territorio urbano no es un tema que deba considerarse sólo concerniente a la exigencia de que personas con algún tipo de discapacidad física o sensorial puedan hacer efectivos todos sus derechos, sino como un asunto en el que la totalidad de la población debe sentirse implicada puesto que, de un modo u otro, todos somos vulnerables a las dificultades planteadas por las barreras arquitectónicas.

En su convocatoria bienal del galardón Access for All (www.schindleraward.com ), destinado a propuestas que planifiquen la construcción de un proyecto totalmente accesible para todas las personas, la compañía suiza productora de ascensores Schindler distingue dos tipos de individuos con discapacidad: unos son aquéllos que todavía no tienen ningún tipo de discapacidad; los otros, son aquéllos que ya la tienen.

Todos seremos afectados. Con realismo, Schindler llama la atención sobre el hecho de que somos potencialmente discapacitados, siendo la más indiscutible evidencia que la llegada a la vejez nos supondrá algún tipo de dificultad motriz. Los matices en la cuestión de la accesibilidad se extienden también si se considera como ejemplo que el subir o bajar una escalera puede suponer una dificultad considerable o ser, literalmente, un obstáculo peligroso tanto para un anciano o una persona con algún tipo de discapacidad física que no vaya acompañado, como para un niño de entre dos y cuatro años.

Cualquier barrera arquitectónica puede impedir a un ciudadano disponer de la autonomía que sus derechos le otorgan y mermar su capacidad para desarrollar una plena integración social. Ya en la década de los treinta del pasado siglo, el crítico de arquitectura Lewis Mumford acusaba a las urbes y a los edificios modernos de estar diseñados desde la implícita concepción de que sus usuarios eran personas adultas perfectamente independientes y productivas, omitiendo así atender a las necesidades específicas de los grupos de población no ajustados a ese perfil homogeneizado de ciudadano.

Un derecho. Uno de los objetivos del galardón que convoca Schindler es llamar la atención acerca de la necesidad de exigir la garantía de accesibilidad arquitectónica que requiere una gran parte la población ‘que escapa a ese parámetro falsamente homogéneo al que aludía Mumford’ y lograr que, paulatinamente, el diseñar accesos libres de impedimentos constituya un factor considerado de manera natural y obvia por el arquitecto. Para el certamen de 2006 se proponía a los concursantes planificar el diseño de una milla de museos libre de obstáculos en el corazón de París, con el edificio del Palais de Tokyo como eje que había que conectar con los diferentes museos sitos en sus proximidades: el factor crucial que había que resolverse era salvar la diferencia de treinta metros de altura entre el punto más alto y más bajo del terreno, así como crear dos espacios adicionales: un centro de visitantes que permitiera el aprovechamiento de unos 3.000 metros cuadrados en los subterráneos del Palais, actualmente vacíos y desaprovechados, así como plantear un concepto de exposiciones para discapacitados, cuyo objetivo debía ser poner de manifiesto la necesidad de que el arte debe ser experimentado por todo el mundo. En la prouesta subyacía la intención de incitar a proyectar una arquitectura en un sentido más amplio y humano, que no sólo deleitara a la vista, sino también a todos los otros sentidos, de manera que se creara en la mente de los participantes una especial sensibilidad hacia las diferentes formas de discapacidad y de las diversas formas de hacer de las personas.

Las tres vías. Ochenta y ocho proyectos procedentes de más de una cincuentena de escuelas de arquitectura europeas concurrieron a esta edición del premio Access for All, proponiendo soluciones que tendían a enmarcarse dentro de las variantes posibles en tres tipos de intervención: enfatizando en la creación de facilidades de movimiento (en detrimento de la atención a las capacidades sensoriales); intensificar la integración de la zona en el tejido urbano, a través de mejora de las zonas verdes y los embarcaderos del Sena adyacentes a las instalaciones del Palais de Tokyo; y, finalmente, transformando el puente conector en un paisaje.

Entre los primeros puestos se situó A River Balcony, propuesta presentada por Marta Bordas Eddy, de la Universidad Politécnica de Cataluña: un trabajo basado en un previo análisis del concepto de discapacidad, cuyas conclusiones se tradujeron en un diseño programáticamente riguroso y un lenguaje arquitectónico coherente, donde destaca el uso de elementos como superficies textiles y colores para facilitar la accesibilidad y la idea de una exposición que propone al no-discapacitado experimentar qué es serlo.

En zig zag. El primer premio fue para el proyecto Zigzags Inside Out de un equipo de alumnos de la Universidad Tecnológica de Viena, que propusieron una rampa zigzagueante que proporciona un recorrido panorámico sobre el paisaje, integra espacios interiores y exteriores, y se plantea como una respuesta al diseño urbanístico parisino clásico. River Landscapes, realizado en la Universidad Técnica de Delft, obtuvo el segundo puesto con un proyecto protagonizado por un pequeño pabellón y la creación de nuevos espacios públicos peatonales al aire libre. El tercer premio fue para The New Urban Plaza, un gran puente-parque de acero y cristal sobre el Sena que crearía un nuevo enclave en el mapa parisino uniendo las dos orillas del río, diseñado por estudiantes de la universidad sueca de Lund.

Con este certamen, Schindler toma el compromiso de promover en los estudiantes de arquitectura la concienciación de que el diseño arquitectónico y la accesibilidad deben comprenderse como una única cuestión que se debe resolver desde una concepción íntegra. Se demuestra así que no existe una disociación entre ambos procesos, y que el diseño de espacios accesibles para todos debe ser una concepción de partida, comprendiendo que en el proceso de creación arquitectónica éste es uno más de los objetivos a solucionar, tal y como pueden serlo el diseño de las estructuras o la materialidad, corrigiendo así la equivocación de que un buen diseño no tiene como obligación considerar la accesibilidad, pues se asume erróneamente que ésta puede ser algo resuelto a posteriori. En la formación universitaria debe corregirse esa carencia y educar a los arquitectos para pensar edificios y ciudades desde esa consigna.

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