24.4.2006

El urbanismo dual en Europa

Por Joseph maría Montaner y Zaida Muxi, publicado en el suplemento Culturas de La Vanguardia.

Dos son los mecanismos más recurrentes en los proyectos para el crecimiento, redefinición y modernización de las ciudades europeas. El primero es la intervención en los intersticios del tejido existente, a través de operaciones de pequeño calado en su magnitud física, aunque de gran efecto para dinamizar y
crear nuevo patrimonio urbano y arquitectónico. El segundo es el de la tabula rasa sobre los lugares de la memoria conflictiva, como pueden ser el caso de Berlín y la Potsdamer Platz, donde ha sido borrado todo vestigio del muro, o la reconversión de zonas industriales en nuevas áreas de negocio y vivienda de clase media y alta.

La ciudad holandesa de Maastricht destaca por su apuesta en arquitectura contemporánea de calidad y también se dirige en estas dos direcciones: por un lado, docenas las intervenciones recientes dentro del tejido histórico y, por otro, todo el gran conjunto construido en los céntricos terrenos de la antigua fábrica de la Sociedad Cerámica Sphinx.

El proyecto de remodelación del antiguo conjunto industrial iniciado en 1987 y dirigido por Jo Coenen llevó, desgraciadamente, a la demolición en 1989 del sistema arquitectónico de naves fabriles y sólo se han conservado dos piezas: una nave frente al Museo Bonnefanten, la Wiebengahal, que se dedica a exposiciones temporales, y el antiguo Bordenhal que Jo Coenen ha convertido en el teatro y café Derlon. Además se ha conservado un muro de ladrillo del recinto fabril, precisamente para separar la zona para los nuevos habitantes de las antiguas casas obreras. El café-teatro ha permitido conservar una preciosa nave industrial que queda junto al centro de cerámica, al final del inmensobloque residencial de Luigi Snozzi y rodeado por el Charles Eyckpark, proyectado por el arquitecto Gunnar Martinsson e iniciado en 1992, que llega hasta la orilla del río Maas (Meuse en francés). Este parque y el Plein, la gran plaza dura que articula el nuevo sistema perpendicularmente al río, conforman los dos espacios públicos de mayor dimensión. En su intersección, donde han aparecido los restos de la muralla medieval, se sitúa la recientemente inaugurada pasarela para peatones y bicicletas, que centra la nueva área al comunicarla directamente con el corazón de la vieja Maastricht.

Tal como se ha venido haciendo en otras ciudades europeas, como la misma Barcelona con su Vila Olímpica, pareciera que sólo se sabe proyectar ciudad si previamente se arrasa con las preexistencias y luego se construye la infraestructura de una falsa memoria, limpia de los conflictos del pasado. De esta manera, la ciudad europea basada en la topificación de sus morfologías urbanas olvida componentes intangibles como el tiempo, este factor clave en la construcción de la ciudad que genera discursos urbanos más ricos y complejos.

Hacer tabula rasa ha permitido la realización de nuevas piezas arquitectónicas, algunas de ellas muy poco interesantes, como la Fortezza de Mario Botta. Otras son arquitecturas impactantes como la inmensa Stoa (1999-2001) de Luigi Snozzi a base de la repetición en horizontal de 131 viviendas; el edificio de media altura de los apartamentos La Résidence (1999) de Aurelio Galfetti; el conjunto de oficinas (1999-2001) deHerman Hertzberger; y la torre de viviendas de Alvaro Siza Vieira (1999-2003). Se ha de destacar la importancia que se otorga a los nombres de cada edificio en la construcción del simulacro de memoria urbana.

Todo este conjunto tiene como pieza central el gran Centro Cerámica (1999) proyectado por el mismo Jo Coenen, que intenta rememorar el antiguo uso de la zona, y que está destinado a biblioteca, centro de información, exposiciones y archivo municipal; un centro urbano artificial al que se fuerza que acudan los visitantes.

En el conjunto hay dos manzanas residenciales proyectadas por arquitectos españoles. El bloque 24, también llamado jardín cerámico o circus minor, que ha sido proyectado por los catalanes Martorell, Bohigas y Mackay y en el que se ofrece un producto ecléctico que reúne sus hallazgos arquitectónicos en conjuntos residenciales realizados en Cataluña y en la interesante manzana que ejecutaron para el IBA de Berlín.

Y el bloque 29, que es un magnífico conjunto de manzana casi cerrada con viviendas y comercios que dan a un precioso jardín interior, terminado en el 2004, según proyecto de los arquitectos sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz. La manzana, ligeramente abierta, sintetiza diversas herencias presentes en la obra de estos arquitectos: la tradición urbana de la manzana cerrada y la arquitectura orgánica y abierta de Frank Lloyd Wright. Cruz y Ortiz están realizando en Holanda otra obra sumamente representativa y polémica: la remodelación y ampliación del Rijksmuseum en Amsterdam.

En un extremo de todo el conjunto de la antigua fábrica de cerámica se sitúa el Museo Bonnefanten (1995-1997) de Aldo Rossi, hecho con la colaboración de Umberto Barbieri, una cuidada pieza que resume la arquitectura del maestro italiano, conformando un edificio estrictamente simétrico con la voluntad de ser un museo esencialista que recrea la forma del museo del siglo XIX. Se repite el mismo módulo clásico de ventana y el museo culmina con una torre terminada por una cúpula que rememora las formas industriales arquetípicas y que sirve como singular sala de exposiciones. En las salas del museo se pueden contemplar tanto colecciones de pintura histórica como obras de arte contemporáneo. El espacio abierto que se crea entre las dos alas simétricas del edificio se convierte en un patio para esculturas contemporáneas. Y la importancia que esta obra tiene como culminación de la trayectoria de Aldo Rossi (1931-1997) ha comportado que el museo dedique permanentemente una parte de sus salas a exponer piezas representativas de su propia obra: dibujos, maquetas y objetos.

Pero más allá del museo de Rossi y del conjunto residencial, de negocios y comercial en los terrenos de la antigua fábrica de cerámica, son tanto o más interesantes las cuidadas intervenciones dentro de la estructura de la ciudad, en especial la ampliación de la Academia de Arte y Arquitectura (1989-1993) proyectada por Wiel Arets. Con formas fragmentadas, prismáticas y translúcidas se adapta al tejido de la ciudad, en la plaza Herdenkingsplein, y con su estructura de hormigón armado y paramentos de pavés, el edificio se sabe abrir y cerrar. Hacia afuera se enhebra con las intricadas callejuelas de la ciudad histórica, y hacia adentro se articula en espectaculares espacios interiores llenos de luz natural. Todo ello enfatizando los rasgos de contemporaneidad de su arquitectura.

Destacan, además, toda una serie de intervenciones en callejuelas y patios del tejido histórico, como la realizada en una antigua iglesia para transformarla en viviendas: el antiguo conjunto de la Capucijnenhof ha sido remodelado por el arquitecto Van den Bergh en 1998 para uso residencial, incluyendo ocho casas dentro de la antigua iglesia barroca y una serie de casas en hilera en el patio, que conforman una reinterpretación de la estructura de monasterio.

Maastricht se convierte, por lo tanto, en un ejemplo de este urbanismo dual que se sigue en muchas ciudades europeas ?incluida Barcelona?: con preciosas intervenciones en los intersticios de la pequeña escala de los barrios y con grandes operaciones ?como la Vila Olímpica y el Fòrum 2004 en Barcelona, el barrio cerámico en Maastricht o la Potsdamer Platz en Berlín? en las que la historia industrial, popular y conflictiva ha sido arrasada para construir la ciudad burguesa y representativa. Pero pensemos que este no es el único modelo: las ciudades alemanas de la cuenca del Ruhr o ciudades nórdicas como Helsinki, con el barrio de Arabianranta, han sabido crear nuevos núcleos de centralidad residencial, productiva y universitaria remodelando el antiguo sistema industrial existente y sumando nuevas piezas de arquitectura contemporánea. En definitiva, construyendo una ciudad compleja.

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