17.11.2009
El regreso desde Socompa a Tolar, hoy vuelve a ser otro día, nuevamente único
La mañana es maravillosa. Aprovecho para ponerme toda la ropa de abrigo que traje, ropa interior térmica, polera, buzo de polar, campera de abrigo con rompevientos, bufanda, gorro, guantes y anteojos con filtro UV. Imposible estar mas abrigado para disfrutar mejor. Saco las últimas fotos antes de partir.
Nos espera un maravilloso, variado y cálido desayuno para aplacar tanto frío. Otra día, otra jornada increíble de exploración. Apenas más allá del refugio, en el paisaje que nos rodea, hay inmensos bloques de roca, escupidos en algún momento por el imponente volcán. Pasada la Laguna de Socompa con flamencos rosados, un sendero secundario nos llevará a la Laguna de Llullaillaco. Los colores y el paisaje son intensos, un verdadero paraíso para los fotógrafos.
A lo lejos y a unos kilómetros avistamos Mina Julia una especie de montaña de sulfuro. Llegamos cerca de los 5.100 metros, a los límites con Chile.
El entorno parece una ilusión, es imposible de creer: cielo cobalto, amarillo oro ácido del sulfuro, el blanco de la nieve y su reflejo… aquí es donde el viento literalmente te dobla en dos, removiendo la rareza del oxígeno.
Luego un veloz descenso a la ciudad fantasma de La Casualidad, pueblo abandonado que sirvió de apoyo a los trabajadores de la mina. Se ven las construcciones de las que fueran las viviendas de los mineros. Todas pintadas en su interior con colores primarios, muchas de ellas con inscripciones que hablan de «LA FELICIDAD DE VIVIR EN LA CASUALIDAD». A ellos, a los mineros, un día se los llevaron a «otras casas», y las que antes comunicaban su alegría, ahora denotan muerte y fin. Aquí, lo que era, fue saqueado por el hambre de otros.
Con Sebas, mi maravilloso y divertido guía, conocedor de la Puna, nos toca el retorno a Tolar Grande. Pero no hemos terminado, nos acercamos al panorama más espectacular, la vista del Salar de Río Grande y de Arizaro en la puesta del Sol. Y así llenos de emoción, llegamos a Tolar Grande.
Ahora, nuevamente en el Refugio, conozco gente nueva, se trata de 3 geólogos, una mujer argentina, cordobesa, y dos hombres chilenos.
Me pego una ducha caliente, me visto y me dispongo a tomar el te.
Entablo otra charla filosófica, ahora con ellos, Gladys, Jorge y Cristian. Se trata del tema del desapego, de los hijos y de las elecciones de vida.
Me invitan con una cerveza antes de cenar. Para la comida nos separamos, yo ceno con Sebas en lo de Marta, adonde me espera un maravilloso pollo al horno con papas y puré de calabaza, sopita caliente y quesillo de cabra con dulce de cayote. Un té y a dormir.
Próximo: De Tolar a Salta, último día en mi aventura por la Puna