4.1.2011

El espíritu de la Ciudad

Con la entrada de hoy queremos volver a incidir en aspectos menos tangibles de nuestras ciudades pero que, cada vez estamos más convencidos, son los que hacen que aumente su calidad de vida. Por ello, pondremos encima de la mesa la importancia del tiempo, las transformaciones urbanas o la identidad.

No cabe duda que cada ciudad es diferente, tiene su propio carácter, atmósfera y sus propias leyes de habitarla. Es un particular escenario para las vidas de los habitantes y visitantes (cambiante a lo largo del día, año y época). Las ciudades se transforman influidas, como mayoría de las cosas, por el tiempo que refuerza algunos de sus factores y destruye otros. Así surge, tanto el desarrollo urbano como los problemas que podemos tener con las zonas obsoletas urbanística, energética y socialmente hablando. Además de estar expuestas a las transformaciones en función del tiempo, las urbes son también cambiantes en espacio. Como subraya Kevin Lynch, la ciudad es una construcción espacial. Pero teniendo en cuenta su escala, esta característica de la ciudad solo se puede percibir en el curso de largos lapsos de tiempo. Desde allí, podemos sacar la conclusión de que el diseño urbano es un arte temporal que se capta a través de las secuencias de impulsos acústicos, visuales e incluso olfativos, que llegan al paseante. Todos ellos construyen la particularidad de la identidad de cada ciudad, haciéndonos llegar una imagen bien diferente y, de esta manera, se crean las relaciones: lugares – personas y, en consecuencia, las ínter-influencias. La urbe, vista de esta manera, no es solo un objeto que perciben millones de personas de clases y caracteres muy distintos, sino también “el producto de muchos constructores que constantemente modifican su estructura porque tienen sus motivos para ello” (LYNCH Kevin). Por supuesto que, el esqueleto de la urbe se mantiene durante un tiempo muy prolongado convirtiéndose en la memoria del lugar más afincada, pero también son los instantes los que forman parte de esta imagen de los lugares que realmente crean lazos dentro de la ciudad.

“Todo ciudadano tiene largos vínculos con una u otra parte de su ciudad, y su imagen está embebida de recuerdos y significados. Los elementos móviles de una ciudad son tan importantes como las partes fijas. No somos tan solo observadores de este espectáculo, sino que también somos parte de él, y compartimos el escenario con los demás participantes.”

Desde esta reflexión Kevin Lynch pasa a remarcar la mala calidad o descuido de estas relaciones e imágenes relacionadas con ellas. Comenta, que es casi imposible encontrar una urbe americana que sobrepase la dimensión de una aldea y que sea, en toda ella, de buena calidad. Las grandes ciudades, sí, tienen partes cuidadas y atrayentes, aunque no hay que olvidar que también están llenas de zonas muy extensas de nivel más que mediocre. Pero si trasladamos la mirada hacia ciudades más cercanas, veremos que existen demasiados lugares de la mala calidad que a menudo tienen que ver con lo que Rem Koolhaas llama “espacio basura” definiendo este concepto como “el residuo que la humanidad deja sobre el planeta”. El holandés apunta, que deberíamos identificar el producto construido del movimiento moderno no con sus buenas intenciones y planteamientos, sino con lo que se creó después, distorsionando estos conceptos iniciales y construyendo edificios y barrios deshumanizados. Pero los espacios de los que habla, no solamente tienen que ver con la calidad, sino también con la cantidad, ya que hemos construido en este siglo más que todas las generaciones anteriores. Seguramente no pasaremos a la historia como grandes constructores o arquitectos y, a buen seguro, nadie va a comparar nuestros edificios con las pirámides egipcias o templos griegos. Nuestros espacios son en una parte muy grande “no-lugares”, fruto de la sociedad de consumo en la que vivimos.

Este concepto es trasladado por Christoph Ingenhoven al ámbito de espacio urbano:

“Si bien las calles y las plazas principales siguen teniendo significado para el ciudadano, y cualquier habitante de la ciudad se puede referir a ellas y reconocerse en esos lugares, con la ampliación de los bordes de la ciudad la experiencia ha ido disolviéndose. (…) los espacios públicos de la periferia están construidos en sitios sin historia, con terrenos de raras geometrías, techos de autopistas y dimensiones inapropiadas. Pero eran sitios que habían sido dejados de lado y ahora se han convertido en hechos fundacionales: los de fabricar una arquitectura de relleno que pueda ser usada por todos. Ya no parques, sino patios urbanos”.

Precisamente, estos espacios basura están ocupando inmensas partes de las ciudades contemporáneas. Por lo tanto, la periferia cobra cada vez más importancia, quitándosela a los centros que sufren una fuerte “des-densificación” debida al envejecimiento y descuido del tejido urbano existente. La Ciudad Dónut por excelencia es Houston. En los años 60 su downtown fue abandonado en favor de los suburbios y progresivamente demolido ocupando los solares con aparcamientos. Por lo tanto, la simultánea concentración de la actividad urbana en los cinturones de circunvalación viaria y la paralela desaparición física de todo lo que queda en el centro, lleva a las urbes a convertirse en el modelo llamado por Carlos García Vázquez: la ciudad-donut. Esta idea nos parece sumamente esclarecedora para entender cómo son realmente nuestras ciudades, ya que, como indica el mismo autor, la clave está en “aprender a mirar la ciudad” y desde ahí, ver los pequeños relatos que “separan y unen sensibilidades diversas” bajo cuatro visiones bien diferentes: la culturalista, la sociológica/económica, la organicista y la técnica.

Fuente: www.laciudadviva.org/blogs/?p=8448
Fuente: www.atributosurbanos.es

Más información > www.stepienybarno.es

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