23.3.2006
Demolición de la intervención en la Muralla Nazarí de Antonio Jiménez Torrecillas
Por José Miguel Gómez Acosta.
El último acuerdo de pleno del Ayuntamiento de Granada aprobó la demolición de la intervención en la Muralla Nazarí de Antonio Jiménez Torrecillas, cuyo principal argumento acaba siendo la inviolabilidad de un patrimonio contra el que parece atentar el presente proyecto. La irresponsabilidad de esta afirmación vuelve a arremeter contra cualquier atisbo de contemporaneidad en esta ciudad sin ahondar en un verdadero análisis de los valores que el proyecto propone. Paradójicamente el propio Ayuntamiento, promotor de la obra, es el que ahora propone su demolición.
Si atendemos a la polémica levantada en la ciudad de Granada por el proyecto de intervención en la Muralla Nazarí de San Miguel, hemos de volver la vista sobre un digno precedente: el Auditorio Manuel de Falla, de José María García de Paredes. Ambas obras tienen en común su calidad y la airada oposición de un ruidoso grupo ciudadano que vela por los ideales inexistentes de una tradición inalterable. La intervención en la muralla comienza con la recuperación paisajística del Cerro de San Miguel, un vacío que permite observar el límite entre la ciudad intramuros y el territorio exterior. La zona, sumida en un estado de total dejadez, presenta rasgos muy complejos: por un lado, ciudad sin colmatar, espacio libre natural pero a la vez residual y casi marginal; por otro, la ciudad nueva, hecha de adosados con un importante impacto visual y ambiental. Y en medio del desorden, la muralla incompleta, fracturada. La estrategia de actuación limpia (física y conceptualmente) el lugar, recuperando el empedrado allí donde existe, respetando la tierra pisada allí donde aparece y, cuando los caminos se desvanecen, trazando de nuevo su dibujo con unas elegantes losas de piedra posadas en el terreno para salvar la pendiente. Una vez esencializado el entorno de San Miguel, el proyecto comienza a indagar acerca del significado histórico de la muralla y su sentido actual.
El límite defensivo y organizativo de un ámbito que podía llegar a ser ciudad ha cambiado por completo y, sin embargo, sigue sirviendo como guía de lectura de un modelo urbano, resultando un elemento clave a la hora de aprehender el territorio y adecuar el paisaje. Por tanto, ¿cómo acometer la rehabilitación de un pequeño paño de muralla (caído a causa de un movimiento sísmico del siglo XIX) desde una óptica contemporánea? La restitución mural propuesta tiene como fin dar continuidad visual (especialmente en una visión lejana) al lienzo de muralla, redefiniendo el límite histórico perdido y protegiendo los restos originales que perviven. Desde lejos, la parte nueva entona su aspecto con el resto, respetando su secuencia lineal, mientras en una mirada corta, se evidencia a la perfección la diferencia entre la actuación y el muro original. La intervención cierra la brecha que hiere la muralla nazarí mediante un apósito exterior que se adapta estrictamente a su grosor sin tocar los restos históricos, garantizando así su óptima conservación. Estructuralmente la presencia masiva y maciza se hace innecesaria, por lo que la restitución alberga en su interior un espacio vacío, auténtico punto singular del proyecto: un pasaje calado que nos permite pasar dentro de la muralla y que remite al sueño arquetípico de caminar dentro de un muro, del pasadizo secreto. Un sencillo apilamiento de lajas de piedra dejan, al disponerse unas sobre otras, una serie de mínimos huecos aleatorios que, frente al tapial, pesado y patrimonial, y la fábrica de ladrillo de otras restauraciones anteriores, pone en valor la muralla nazarí contraponiendo a una imagen histórica de permanencia, otra actual mucho más leve. En el interior, un sensacional paseo arquitectónico permite volver a mirar la ciudad desde una óptica fragmentada y abstracta que se revela similar a la que se tiene del Albaicín desde la Torre de Comares. A la vez se recrea un juego luminoso de gran tradición en Granada, las celosías, y se actualizan, casi un siglo después, las avanzadas tesis de restauración que Leopoldo Torres Balbás aplicara, por ejemplo, en los jardines del Partal. Sin embargo, las intervenciones contemporáneas siguen suscitando violentas críticas, al margen de su interés y adecuación. Mientras tanto, se hace cada vez más palpable que la presencia de la nueva arquitectura colocada de manera natural y respetuosa junto a la antigua garantiza que las ciudades sigan enriqueciendo y construyendo activamente su tradición arquitectónica. La intervención en la Muralla Nazarí y su entorno materializa perfectamente esta irrenunciable oportunidad.