De Tolar a Salta, último día en mi aventura por la Puna

Antes de volver al Refugio, di una última mirada a las puertas de este pueblo y saqué algunas fotos para el recuerdo.
Previo a regresar hicimos dos excursiones en los alrededores, una que nos llevó a escalar una duna escondida en un pequeño desierto, otra que nos acercó a un espectacular Mirador sobre el corazón de los Andes, un lugar ideal para meditar un poco, inmerso en los colores y silencios de la Puna.

Después hicimos una inolvidable parada para ver los maravillosos Ojos de Mar, pozos de agua azul y verde en medio de un blanco salar. Volvimos a pasar por el Laberinto y entre sus mágicas formas, podremos pasear en el silencio de este increíble desierto ubicado entre los Andes.

Una pausa en Pocitos y luego de un rato llegamos a la Polvorilla. Como Sebas sabía a que hora llegaba el Tren de las Nubes, allí estábamos esperándolo.

Y yo llena de sinvergüenza canté a todo volumen la canción que canta la Sole al Tren de las Nubes y que el viento llevaba dulcemente de aquí para allá. Si, los pasajeros miraban desde lo alto del puente, y yo seguía cantando con la energía vibrante que me da la mismísima PUNA.

Volvimos a San Antonio de los Cobres, donde nuevamente me di un panzazo con la comidita de la Hostería.

A la tarde descendimos hacia la Tierra, a lo largo de la majestuosa Quebrada del Toro, visitando las Ruinas de Tastil. Un poco antes del atardecer la llanura salteña, rica en campos de tabaco y de caballos, nos dio la bienvenida.

Llegamos a Salta al atardecer, a mi me esperaba Finca La Valentina con un maravilloso baño de inmersión y el mejor de los tes que he tomado últimamente.

Cómo será?, cuánto me dio?, cómo cambié?, cuánto abrí mi cabeza en este viaje, que ya estoy pensando en volver.
Y volver, volver, volver, a mi Salta otra vez…