18.11.2015

De fábrica tabacalera a sede del MAMBA

La intervención en el edificio que perteneció a Nobleza Piccardo permitió cumplir un doble objetivo. Por una parte, se acrecentó el patrimonio arquitectónico de la Ciudad al recuperarse un inmueble valioso, fiel exponente de las construcciones inglesas de la era industrial del siglo XIX. Por la otra, se creó un espacio especialmente diseñado para la exposición y preservación de obras de arte que cumple con el protocolo y las recomendaciones del International Council of Museums (ICOM).

Emplazada en el barrio de San Telmo sobre la estructura de una vieja fábrica de la tabacalera Nobleza Piccardo y dos edificios adyacentes, la actual sede del MAMBA se ajusta al anteproyecto donado por el Arq. Emilio Ambasz a fines de la década de 1990.

Los trabajos de restauración y refuncionalización del inmueble de la Avenida San Juan para convertirlo en sede del MAMBA permitieron rescatar la identidad de ese edificio emblemático, ubicado en el área de protección histórica conocida como APH 1, para ponerlo al servicio de la cultura.

La resolución arquitectónica del MAMBA muestra hoy una obra de gran fuerza, con una imagen ya consolidada para el paisaje urbano de la Ciudad. En tanto, sus instalaciones respetan las normas museísticas mundiales de acuerdo con el protocolo del International Council of Museums (ICOM).

Sin dudas, este emprendimiento presentó numerosos retos de índole técnica, como la necesidad de crear subsuelos que no existían bajo la estructura construida en 1918, o la recuperación y preservación de restos arqueológicos de gran valor ubicados en un sector estratégico del edificio. Sin embargo, el mayor desafío que tuvo que sortear el equipo coordinado por el Gobierno de la Ciudad fue el de reiniciar y terminar la obra, redefiniendo el proyecto en su alcance, costo y plazo sin perder calidad, frente a una serie de acontecimientos adversos y crisis que atentaron contra su continuidad.

Los resultados no se hicieron esperar. El museo fue reinaugurado en septiembre de 2010 y, tras una serie de ampliaciones y mejoras, quedó terminado en mayo de 2013. En 2014, el MAMBA obtuvo el Segundo Premio en la categoría  “Recuperación y puesta en valor de obras de más de 1.000 m2”, otorgado por la Sociedad Central de Arquitectos y el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio.

La tabacalera
Los orígenes de Piccardo y Compañía se remontan al año 1898. Por entonces, en una pequeña buhardilla en la calle De la Piedad (actual Bartolomé Mitre), la empresa lanzó sus cigarrillos “43”, armados y empaquetados a mano. Pronto, la fábrica debió abandonar el modesto local para ubicarse en la calle Defensa, expandiéndose en 1918 hacia el edificio que hoy ocupa el MAMBA, en la Avenida San Juan 350. Como un legado de este pasado tabacalero, en diversos puntos de la fachada del MAMBA pueden verse –restaurados– los logotipos de los cigarrillos “43”.

El Museo
El MAMBA fue fundado el 11 de abril de 1956 por el abogado, poeta y crítico de arte argentino Rafael Squirru, quien lo pensó como un espacio de vanguardia destinado a las artes plásticas, a la fotografía y el diseño.

El decreto 3527/565 dio vida al museo, pero en sus comienzos no poseía un repertorio de obras ni tampoco una sede. Por ello funcionó en diversos espacios de la Ciudad de Buenos Aires, hasta su arribo al Teatro General San Martín, a principios de la década de 1960.

Con el tiempo, fue consolidando y afirmando su identidad, haciéndose necesario contar con una sede propia. En 1986 se le adjudicó el edificio de Nobleza Piccardo.

El proyecto de Ambasz
El espacio resultó ideal por sus dimensiones y por su estilo, pero era evidente que debía ser refaccionado y reacondicionado para adecuarlo a su nueva función. El proceso de transformación se inició en 1997. Por ese entonces, el MAMBA ya estaba instalado y funcionando en la antigua fábrica tabacalera, pero presentaba serias deficiencias, por ejemplo, en lo referente al tamaño del espacio apto para exposiciones.

Fue el arquitecto y diseñador argentino Emilio Ambasz quien realizó y donó el anteproyecto para el museo. Desde la idea original estaba prevista la construcción del Polo Cultural Sur, que albergaría en un mismo predio a dos museos: el de Arte Moderno y el del Cine (MC). La cuestión espacial se resolvía aprovechando los terrenos aledaños al edificio de Nobleza Piccardo: en el que se ubicabaen la Avenida San Juan hacia la calle Balcarce se realizarían exposiciones temporarias, y en el que se sitúa hacia la calle Defensa –que había pertenecido a la fábrica de la empresa Iggam y había sido adquirido por la Ciudad–, se erigiría el Museo del Cine. El emprendimiento parecía viable, pero cuando comenzaron a hacerse los estudios estructurales en distintos puntos del predio mediante pruebas de carga utilizando piletas de lona llenas de agua, se observó que, mientras que el edificio de la tabacalera no presentaba inconvenientes, el que albergaría al Museo del Cine no estaba en condiciones de resistir un nuevo reciclaje, y tuvo que ser demolido.

La Casa del Naranjo
Los trabajos de restauración y preservación de los restos arqueológicos existentes en el que hoy es el Auditorio del MAMBA, correspondientes a los cimientos de la Casa del Naranjo, merecen un párrafo aparte. Se trata de una construcción del final de la época colonial (siglo XVIII) que se encontró prácticamente íntegra, lo cual la convirtió en única por su valor histórico y patrimonial. Al hallazgo siguieron años de estudios y discusiones en torno a su preservación.

En una primera instancia se pensó en conservar ciertas partes de la casa, pero el inmueble se encontraba totalmente modificado por sucesivas intervenciones fortuitas, por lo cual los especialistas acordaron con las autoridades del Gobierno de la Ciudad que lo más conveniente era conservar un sector de los cimientos y hacerlo de modo tal que fueran visibles y visitables.

Se plantearon entonces dos posibilidades: Una de ellas era construir una bandeja que soportara los cimientos para exhibirlos en el lugar. La otra opción era desarmar la estructura y reconstruirla en otro emplazamiento, y, en este sentido, se llegó a elaborar un instructivo de varios pasos a seguir para desmontar los restos y transportarlos en cajones, donde debían mantenerse húmedos.

Tras una evaluación técnica y económica, se optó por dejar los restos en su sitio. Esta decisión también traía aparejado un importante trabajo de ingeniería, puesto que el lugar donde se encontraba la Casa del Naranjo sería destinado a la sala de conferencias y, sobre ésta, se situaría la sala principal. Se halló una solución innovadora para que al mismo tiempo se preservaran los restos arqueológicos y pudieran exhibirse. Esto obligó a modificar los niveles de la construcción y a ejecutar una bandeja de hormigón a fin de poder luego excavar por debajo, sosteniendo los cimientos. Los trabajos fueron complejos e incluyeron un sistema de pilotaje, con vigas de medianera a medianera.

Durante este proceso la obra quedó paralizada. En ese momento, el área que ocupaba la Casa del Naranjo ya estaba totalmente excavada, los cimientos se encontraban sostenidos por la bandeja de hormigón y se habían llevado a cabo demoliciones parciales en lo que era la estructura del museo. Las tareas se reiniciarían años más tarde.

La excavación se realizó bajo la dirección del arquitecto Daniel Schávelzon, mientras que los restos fueron limpiados y consolidados bajo la supervisión de la Dirección General Patrimonio y del Instituto Histórico del GCBA.

Cuando se retomaron los trabajos en el área de la Casa del Naranjo, ya en 2010, el Gobierno de la Ciudad decidió apelar a la experiencia de un equipo de arqueólogos especialistas para el estudio y la restauración de los cimientos. Se diseñaron vitrinas transitables con paneles de vidrio reforzado, se dispuso una iluminación apropiada y un sistema de ventilación adecuado para la conservación de los restos arqueológicos. La tarea fue compleja e involucró a profesionales de las áreas de carpintería, iluminación y termomecánica, que ensayaron distintos sistemas hasta arribar a la solución más conveniente.

A partir de 2008
En marzo de 2008, mediante el Decreto 203 del GCBA, se traspasó la obra al Ministerio de Desarrollo Urbano. Para ese entonces, el avance de los trabajos no superaba el 7%. Durante el tiempo que había transcurrido entre la realización del proyecto y el reinicio de los trabajos, se habían sancionado un conjunto de nuevas disposiciones sobre accesibilidad de personas (Ley 962), medios de salida y nuevas normas contra incendio, entre otras, lo cual obligó modificar sustancialmente la obra. En este sentido, haciendo uso de las facultades de supervisión del contrato conferidas por el decreto a partir del cual el Gobierno de la Ciudad acepta la donación del proyecto, el arquitecto Emilio Ambasz propuso una serie de adaptaciones. Debido a estos cambios, se demolieron algunas estructuras y mamposterías, se incorporaron nuevas escaleras, locales sanitarios e instalaciones, como la del sistema de aire acondicionado, nuevos ascensores y montacargas.

Fue necesario, por lo tanto, redefinir un nuevo plazo de obra, ajustado a un plan plurianual con entrega en etapas que, por una parte, permitiera habilitar el museo progresivamente a medida que se fueran completando salas y, por la otra, hiciera factible asumir la ejecución en función de los presupuestos disponibles.

En lo que fue la primera etapa de la obra, se restauró la fachada de la antigua fábrica Nobleza Piccardo y se ejecutaron dos de las nuevas fachadas sobre la avenida San Juan y sobre la calle Defensa, destacando la arquitectura ladrillera del edificio histórico. Además, se llevó a cabo la completa impermeabilización del edificio.

Se montó un taller de restauración en obra, donde un grupo de artistas, dirigidos por el estudio Leguizamón – Ezcurra y Asociados, procedió a fabricar moldes de cada elemento ornamental a fin de restablecer los escudos y sellos perdidos. La tarea implicó conseguir ladrillos similares a los originales para reponer los faltantes y ampliar la fachada principal, lo cual se resolvió con una fábrica de La Plata.

Durante este período se habilitaron la boletería, el guardarropa y una tienda en el hall de acceso, se inauguraron dos salas de exposiciones, una en la planta baja, de 380 m2 y otra en el primer piso –en el área de la Casa del Naranjo– de 488 m2, donde se dejaron a la vista las antiguas columnas de hierro. También se sumaron sectores para el personal, un comedor, vestuarios, y los sanitarios para el público. Se dotó al edificio de instalaciones contra incendio, sistemas para el control del acceso y climatización.

Se habilitaron la escalera escultórica que une la planta de acceso con el primer piso y la escalera contra incendios, así como también la rampa principal con plataforma antideslizante apta para personas con movilidad restringida. Las refacciones de este período sumaron unos 3.200 m2.

La vegetación como un sello del Museo
La propuesta se resuelve como totalidad en un diálogo interactivo con áreas verdes que se manifiestan en los distintos niveles de las tres fachadas del edificio. Para llegar a esta instancia debieron sortearse obstáculos de diferente índole, con nuevas definiciones aunque sin perder el espíritu del proyecto; entre ellos, hallar soluciones con calidad de diseño y un mantenimiento de fácil realización. En la concreción de las áreas verdes se tuvieron en cuenta los lineamientos del anteproyecto del arquitecto E. Ambasz: una escala peatonal con acompañamiento de arbolado urbano, un remate verde en el último nivel y la resolución de la fachada sobre la autopista, de gran impacto visual y que permite el mejoramiento acústico en su interior.

La escala peatonal se concretó a través de la inclusión como arbolado urbano de Ligustrumlucidum tricolor (ligustro disciplinado), de follaje muy luminoso y gran adaptabilidad, especie presente en veredas de Almagro, San Telmo, Boedo y Abasto. La plantación de estas especies, sobre la calle Defensa, se concretó con canteros construidos y, sobre la Av. San Juan, en contenedores, creando una sucesión de fustes y copas a nivel peatonal. Grandes maceteros con Ampelopsistricuspidata (viña virgen) irán tapizando los muros en el último nivel.

De gran beneficio para los trabajadores de la Cultura, la terraza también está planteada con ligustros disciplinados, aromáticas, como romeros y mentas, y plantas de hojas acintadas, como dietes y stipas. En la fachada hacia la autopista, acompañando la horizontalidad que ofrecen las líneas de canteros y tubos, aparecen bandas de una monoespecie Asparragussprengeri, de mantenimiento y requerimiento hídrico bajos, especie que se repite en toda la extensión de esta fachada, logrando, por su calidad decumbente, un telón verde claro y brillante.

En el nivel 0.00 del patio de esculturas, maceteros con Eugenia uniflora y romeros con dietes juegan un contrapunto de color con los Asparragus de los maceteros en altura.

Nuevos espacios e instalaciones
En una segunda etapa se finalizó el Auditorio, que prevé butacas desmontables para poder convertirse en sala de exposiciones o también en sala de proyección. Se inauguraron, además, una cafetería con office y sanitarios y un espacio exterior denominado Patio de Esculturas, de 200 m2 de superficie.

A ello se sumaron dos salas de exposiciones –una de 495 m2, situada en el primer piso, y otra de 355 m2, en el segundo piso–; sanitarios para público y para el personal; un sector en el segundo piso, de 580 m2, destinado a la Dirección y la Administración del Museo, con 300 m2 de terrazas exteriores. Se crearon espacios para depósitos y bodegas de obras en los subsuelos, organizando el sector de ingreso y egreso de obras para las exposiciones en un área propia de carga y descarga vinculada con el edificio a través de un espacioso montacargas y se incorporó un ascensor para el público. Se creó un taller de restauración anexo para conservación de las puestas. En total, en esta etapa se entregaron 3.355 m2 de superficies interiores y 1.220 m2 de espacios exteriores.

Tecnología en el MAMBA
La incorporación de tecnología de última generación, acompañando y complementando los trabajos de remodelación y refacción, ubica hoy al MAMBA a la altura de los museos más modernos del mundo. En lo que respecta a las instalaciones contra incendio, todo el museo posee un sistema de detección y audioevacuación vinculado al panel de control de alarmas de incendio. El sistema de extinción se resuelve a través de una red de aspersores y de bocas de incendio, que se completa con señalética adecuada para evacuación y un sistema de puertas y muros cortafuego.

Para el manejo de las instalaciones se implementó un sistema integrado de control de automatización de edificios y seguridad electrónica, a través de un equipo BMS (Building Manager System) ubicado en la sala de control del Museo. Finalmente, el MAMBA cuenta con un sistema de climatización compuesto por equipos de precisión en bodegas y depósitos, que controlan la temperatura y la humedad según la obra estibada.

En cuanto a la iluminación, se tuvo en cuenta tanto la jerarquización de la obra expuesta como la necesidad de minimizar el deterioro de los materiales de las obras de arte. Además, se priorizó la eficiencia energética mediante la implementación de un sistema Dali que colabora en el control y regulación de una iluminación “eco-responsable”.

Todo este proceso de actualización tecnológica puesta al servicio de la protección patrimonial y realizada de acuerdo con el protocolo y las recomendaciones del ICOM, hace posible que hoy el MAMBA pueda recibir exposiciones internacionales de envergadura.

Fuente > Revista Habitat

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