16.4.2013

Cuando se suma el artista

A entender de Eduardo Barco, la diferencia esencial entre arquitectura y arte radica en la utilidad: «Quiero creer que la arquitectura es necesaria y lo artístico es un grado más allá, no necesariamente útil», dice. No obstante, y como ejemplifica su propio trabajo, la integración del arte en un proceso de construcción arquitectónica es un factor claramente capaz de dotar a un edificio de unas cualidades plásticas que, sirviendo a la afirmación de sus valores estéticos, contribuyan a la vez a definir la especificidad de su atmósfera espacial y al enriquecimiento de su uso funcional.

En la obra artística más reciente de Barco (n. 1970) se percibe una voluntad de pureza, cromatismos serenos donde la presencia de líneas y formas geométricas evoca una búsqueda de claridad. Obras individuales, concluidas, que forman parte de un proceso de trabajo en curso que indaga sobre la sustancia conceptual que alberga esa materialidad, para desvelar y comprender qué subyace a eso «cutáneo», cuál es el mundo interior, invisible, del que proceden esos dibujos y colores. Quizá la clave que permite entender con mayor claridad cómo se establece la forma de relación entre su investigación y producción artística y la arquitectura se encuentra en esa vertiente de su trabajo que él presenta bajo el nombre de «experimentación», laboratorio para generar ideas trasladables a otro tipo de soportes.

Su participación en los proyectos para una escuela infantil en El Serrallo (Granada), de Elisa Valero, la sede de los Juzgados de Almagro (Ciudad Real) de Estudio MMASA y el ámbito de la planta de hematología infantil y trasplantes del Hospital Niño Jesús (Madrid) en colaboración también con Elisa Valero supone en cada caso la incorporación de una serie de gestos que dotan de diferentes rasgos al edificio, procurando una suma que le otorga una identidad particular, distintiva. Son gestos efectuados desde la sensibilidad y la discreción, rasgos que distinguen la propia inclinación en lo estético y lo vital de Barco, que asegura sentirse «particularmente más cerca de la contención, de la síntesis de la medida, el ajuste y el equilibrio. No me gusta el ruido ni la acumulación».

Para su intervención en la escuela infantil realizó una serie de murales cerámicos y una pieza cerámica de revestimiento, basados en una ordenación de retículas diseñadas por él mismo. «Universos concretos de formas repetidas en un espacio como símil de los propios niños en la guardería.»

La propuesta para la sede de los juzgados se desarrolló a partir del conocimiento del edificio ya construido − desde el conocimiento «de su escala real» matiza Barco− en dos fases: en la primera, realizando para el patio interior una obra que hibrida las ideas de ruina, escultura y construcción, basada en una abstracción de la tipología del patio manchego tradicional, y el volumen cilíndrico del brocal del típico pozo presente en él, y recurriendo a colores de la tierra en el pasillo de la galería adyacente; la segunda fase, consistió en la realización de una pintura mural en la escalera principal y la decoración de las salas de vistas mediante diferentes variaciones de combinaciones geométricas. «En este proyecto tuve la necesidad de acercar el proyecto a la naturaleza. Insistiendo en la horizontalidad, recuperando el suelo de donde venimos y que usamos como punto de apoyo para movernos. Y utilizando los colores de la tierra.»

La intervención para la planta de trasplantes y hematología infantil del Hospital Niño Jesús consistió en la realización de un trabajo mural basado en la múltiple variación de un mismo motivo, creando una especie de imagen digital de una celosía, −«una referencia a limpieza y a juego, a algo lúdico»− para cubrir los módulos de acceso a las habitaciones, un ámbito sólo usado por pacientes y personal sanitario. La motivación del proyecto es hacer más llevadera la prolongada estancia a los enfermos, recurriendo deliberadamente a un cromatismo que distanciara de la convencional asepsia hospitalaria.

Barco explica que ha aportado a cada proyecto su visión: «Mi capacidad para entender el espacio y tratarlo como si fuera mío. Mi trabajo es una reflexión sobre cómo veo, cómo entiendo y cómo organizo el mundo a mi alrededor.»

La determinación de los arquitectos de cada uno de los proyectos por contar con la colaboración de Barco habla también de mismas intuiciones, ideologías compartidas sobre las finalidades de lo estético, alejadas de la estridencia superflua y comprometidas con valores más relacionados con el respeto al usuario, al lugar… Un vínculo de diálogo, voluntad de entendimiento, que resulte en una interacción indisoluble, donde arquitecto y artista se reconocen mutuamente necesarios, en un acuerdo que implica «comunión, un mismo planteamiento, idea, afinidad conceptual, capacidad de sorpresa, aceptación de imponderables y cambios de última hora…Estos proyectos han sido consensuados, respetados y luchados por los arquitectos desde el inicio». «Se trata de sumar, no de restar. De amplificar y no de entorpecer. El trabajo es pleno cuando comulgan a la vez, cuando ni una cosa ni otra se impone. Y hay que ser honestos, dar de sí todo lo que uno puede. Es un trabajo en equipo y cada parte es necesaria».

Publicado en suplemento ‘Cultura/s’, La Vanguardia, Barcelona – Número 564

Fuente > http://www.btbwarchitecture.com/2013/04/cuando-se-suma-al-artista.html

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