3.8.2006

Charles Jenks y el nuevo paradigma en arquitectura (3)

Surgimiento vs. reconstrucción

Tal como es admitido por sus practicantes, la de(con)strucción apunta a deshacer la forma, degradar conexiones, simetrías y coherencias. Esto es exactamente lo opuesto de la auto-organización en los sistemas complejos, un proceso que construye las redes internas a través de la conectividad. Una energía adicional de enlace es necesaria para mantener a los componentes juntos. La morfogénesis natural une la materia estableciendo múltiples conexiones a diferentes escalas e incrementando la coherencia global de todo el sistema; por el contrario, la deconstrucción deshace todo esto, simulando la decadencia y la desintegración de la forma. Por esta razón, los edificios deconstructivistas recuerdan a los severos daños estructurales como la dislocación, los desgarros internos y a la desintegración sufridos luego de un huracán, un terremoto, una explosión interna o (en un aterrador juego con el destino) una guerra nuclear.

Los sistemas complejos son irreducibles, en el sentido que representan mucho más que la suma de sus partes. La red de conexiones que mantiene unidos a sus componentes establece la crucial estructura organizacional que hace que el sistema funcione. Un sistema complejo no puede ser entendido observando a cada componente por separado, y la separación en componentes lo destruye. La palabra ‘surgimiento’ es utilizada para denotar esta propiedad. Cuando los componentes se unen para formar un sistema complejo, surgen propiedades que no pueden ser explicadas salvo al hacer referencia al funcionamiento del todo. Es en realidad la conectividad la que dirige al sistema: con el objeto de crear un todo, las conexiones crecen y se proliferan, utilizando a los componentes y aferrando nodos que forman una red coherente.

La arquitectura y el urbanismo son ejemplos primarios de campos con fenómenos emergentes. Las ciudades y los edificios con vida tienen esta propiedad de increíble interconexión, que no puede ser reducida a los componentes del edificio o del diseño [3]. Cada componente, desde los grandes elementos estructurales, hasta el más pequeño ornamento, se une en una coherencia global que crea un todo mucho más vasto. Los edificios deconstructivistas, sin embargo, muestran la característica opuesta, donde cada componente degrada al todo en lugar de intensificarlo. Esto es fácil de ver. ¿Intensifica una pieza estructural a las que están alrededor? ¿Disminuye la coherencia total si se la quita de su lugar? La respuesta es sí en una gran catedral, pero no en un edificio deconstructivista. Creo que todos estarán de acuerdo conmigo con que cada porción de los edificios deconstructivistas que hoy en día están de moda, menoscaba y entra en conflicto con todas las demás porciones, lo cual es lo opuesto del surgimiento.

El verdadero nuevo paradigma

Stephen Grabow publicó en 1983 un libro titulado ‘Christopher Alexander: La Búsqueda de un Nuevo Paradigma en Arquitectura’ [12]. Este anterior nuevo paradigma se refería a la arquitectura de Alexander y sus colegas, desarrollada a partir del método de diseño del Lenguaje de Patrones que fue presentado por primera vez en 1977 [7]. Este movimiento arquitectónico buscaba aplicar métodos científicos al problema de la forma arquitectónica, creyendo que la arquitectura más humana es aquella que antes que nada se adapta a las necesidades del hombre.

Esto incluye estilos que son visual y estructuralmente opuestos a los que Jencks propuso veinte años más tarde. Jencks nunca menciona esto, a pesar que conoce el trabajo de Alexander.

Antes de proclamar un nuevo paradigma en arquitectura, es necesario demostrar que se está ofreciendo un discurso arquitectónico drásticamente renovado. Me parece que aquí, Stephen Grabow hizo un excelente trabajo al explicar cómo la obra de Christopher Alexander unifica todo lo que en la arquitectura (lo nuevo y lo tradicional) posee cualidades humanas en común [3]. ‘Lo que distingue su trabajo del de sus predecesores arquitectónicos es el sistema lingüístico y matemático sin precedentes que ha construido alrededor de las viejas ideas que diferencian el espacio con el objeto de crear un nuevo tipo de edificio’ [12]. Mi propia investigación nos permite apreciar la arquitectura tradicional, no por sus ventajas históricas o estéticas meramente, sino como resultado de su complejidad matemática [3]. Las tradiciones constructivas de todo el mundo y de todos los períodos pre-modernos de la historia, comparten una estructura matemática común y esencial.

Un cambio paradigmático ocurre en la ciencia cuando una descripción de la naturaleza o una explicación de un fenómeno particular acarrean una revisión drástica. Más que un simple reemplazo de teorías, un cambio paradigmático implica una manera totalmente nueva de ver el mundo [13]. Estamos comenzando a comprender que la coherencia estructural es una cooperación entre diferentes componentes formales de un edificio y entre edificios de una misma ciudad. La ciudad es un fenómeno emergente, conecta fuerzas y redes en cada diferente escala. Un edificio es en sí mismo un resultado coherente de elementos cooperando en muchas diferentes escalas, desde una dimensión global hasta los ornamentos y detalles en los materiales [3]. El verdadero nuevo paradigma en arquitectura está contenido en el método para comprender y generar complejidad desarrollado por Alexander [4].

Un motivo por el cual este nuevo paradigma no fue adoptado es porque produce edificios emocionalmente confortables. Los arquitectos tradicionales como Léon Krier y otros han estado usando métodos atemporales para organizar la complejidad y atribuyen sus resultados al conocimiento heredado del pasado.

Es sólo recientemente que hemos logrado unificar dos tradiciones dispares: (i) ramas de varias arquitecturas que evolucionaron a lo largo de milenios y (ii) reglas teóricas para una arquitectura derivadas de un entendimiento de la naturaleza mucho más avanzado [3]. El nuevo paradigma es un entendimiento revolucionario de la forma, siendo que las formas mismas tienden a verse familiares precisamente porque se adaptan a las sensibilidades humanas. Muchos arquitectos, por otro lado, erróneamente esperaban que el nuevo paradigma generara formas extrañas e inesperadas, por lo que fueron engañados por los deconstructivistas.

Irónicamente, la primera edición del altamente influyente libro de Jencks, ‘El lenguaje de la arquitectura posmoderna’, coincidió con la publicación de ‘Un lenguaje de patrones’ [7]. Las ideas subyacentes en los dos nuevos paradigmas en competencia llevan 25 años de historia. Las nociones confusas e incoherentes de los posmodernistas fracasaron al intentar desplazar las sensibilidades humanas arquitectónicas y urbanas a lo largo de un cuarto de siglo, y de la misma manera, fallaron al intentar derribar a un modernismo fuertemente afirmado. Ahora, los tiempos han madurado finalmente para que un importante desarrollo arquitectónico tenga lugar. Puesto que creo que el modernismo finalizó en 2001 [5] (y no en 1972, como sostiene Jencks [2]), estamos ahora viendo cómo el nuevo paradigma toma su lugar en nuestra civilización.

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