10.10.2005

Barcelona, arquitectura contemporánea 1979-2004

¿Por qué una guía de arquitectura?, ¿por qué otra más? La pregunta es equivocada. Mejor otra: ¿Para quién esta guía? ¿A quién puede interesar? ¿Qué se le puede ofrecer a quién visite la ciudad o muestre curiosidad por ella?
Un guía le acompañaría, señalándole aquello hacia donde dirigir la mirada.
Una guía es un mapa que sitúa las cosas, muestra su posición: esto está al lado de aquello, cerca o lejos de esto otro.
Un mapa no es una lista de obras ordenadas de mayor a menor importancia: no se trata de fabricar una lista de éxitos. Un mapa sirve para no perderse, los puntos de referencia son las agrupaciones de obras que sitúan el recorrido de los paseos.
Las zonas a visitar concentran las referencias, se propone -por proximidad- un orden. Usar la guía es pasearse: cada uno debe fabricarse el recorrido, siguiendo su orden o inventado otro, esquivar una obra que no le interese o saltar de una zona a otra.

Barcelona es nuestra ciudad, hemos crecido en ella, es nuestro punto de referencia para compararnos con otros. No tenemos, por tanto, distancia suficiente para explicarla como un todo, para abarcarla completamente en una definición. Ofreceremos algunos antecedentes históricos que sirvan a los paseantes -a modo de equipaje para sus recorridos.

La ciudad fue fundada por lo romanos que se instalaron sobre un antiguo asentamiento íbero en la cima del monte Táber -actual Plaza San Jaume-. La primera muralla de la ciudad fue construida en el S. III, con un modesto perímetro de 1750 mts del que hoy podemos ver algunos restos ?las torres de la Plaça Nova-. En el S. XIII Jaume I construye las nuevas murallas de la ciudad -y da permiso para abrir huecos en la muralla existente- para cobijar la gran cantidad de edificaciones que se habían construido cerca de las puertas de la muralla. El origen de las terceras murallas de Barcelona fueron una serie de edificios aislados que fueron surgiendo entre el S. X i el S. XIV al lado de las actuales ramblas, edificios destinados a instituciones de carácter monástico u hospitales que por su carácter no temían estar extramuros. Este arrabal se cercó con una muralla en el S XIV, pero no fue hasta el S XVIII que se derribó totalmente la muralla que pasaba por las ramblas y lo separaba del resto de la ciudad.

El proyecto del ensanche articuló la destrucción de las murallas y la unión con las poblaciones situadas alrededor de Barcelona, Sarrià, Gràcia, Sants, Horta, Sant Martí, etc., estructurando la colonización del territorio a través de una trama viaria isomorfa de 113x113m.

Durante el franquismo, la masiva llegada de emigrantes de otras zonas de la península, para trabajar en una ciudad cada vez más industrializada, dio pie a la construcción de grandes polígonos de vivienda en los límites de la ciudad definida por el ensanche: Nou Barris, la Mina, Bellvitge, Vall d?Hebrón, etc., fueron grandes operaciones de construcción de vivienda barata; se imponía dar cama a los trabajadores sin tener en cuenta ni los servicios ni los equipamientos, ni siquiera -en muchos casos- la urbanización de las calles que llegaban a su casa. La desregulación y corrupción imperante durante los años del fraquismo propició reformas ultradensificadoras en el interior de la ciudad: remontas de hasta tres pisos sobre edificios ya consolidados, edificación en altura como el edificio del Banco Atlántico o el de Autopistas, recalificaciones especulativas -pasando zonas verdes o de equipamiento a grandes edificios de vivienda- y despreocupación en el proceso de degradación del centro histórico.

Tras el régimen franquista, con la constitución del primer ayuntamiento democrático -donde situamos el origen de esta guía-, Barcelona es una ciudad con una historia urbana repleta, como en tantos casos, de planes urbanísticos fracasados: el Eixample y la Barceloneta soportan una densidad muy superior a la planificada y los barrios periféricos de la ciudad están en un pésimo estado de urbanización. La ciudad adolece de falta de equipamientos sociales, culturales y asistenciales.
La primera operación que se realiza -en 1976, un año después de la muerte del dictador- es la aprobación del Plan General Metropolitano, que tratará de poner freno a la degradación de la ciudad prohibiendo las remontas, fijando unas alturas reguladoras, unas alineaciones de calles, etc.

Durante los años siguientes a la aprobación del PGM se empezó el lento proceso de regeneración de la ciudad. La nueva oficina de planificación y gestión urbanística propone actuaciones concretas y urgentes en todos los barrios. Zurcen la ciudad: se construyen nuevas plazas, se renuevan las antiguas, se peatonalizan calles, se recuperan edificios históricos para convertirlos en equipamientos, se abren nuevas calles, se trata de romper el aislamento de algunos barrios, conectándolos con los colindantes, se reordena el tráfico, etc. La conjugación de esas «pequeñas» actuaciones fueron capaces de regenerar un barrio y potenciar las actividades cívicas y económicas.
Sumado a la atención a las pequeñas actuaciones, se planteó la creación de unas «áreas de nueva centralidad» situadas en puntos capaces de convertirse en los nuevos polos de atracción, a escala metropolitana, en una ciudad que se quería contínua, policéntrica y conectada entre si. El gigantesco esfuerzo e inversión necesarios para llevar a cabo estos proyectos se consiguió mediante grandes operaciones como los juegos olímpicos de 1992, la construcción del auditorio de Barcelona y el teatro nacional de Catalunya, el Fòrum 2004, el distrito 22@ o la llegada del tren de alta velocidad a la Sagrera.

Textos: Roger Miralles, Pau Sierra
Coordinación: Montse Holgado
Diseño: Estudi Polígrafa / B. Martínez
Traducciones: Silvia Soler Orfila (català), Richard Rees (inglés), Rafael Galisteo (castellano)
Corrección y edición: Rafael Galisteo
Fotomecánica: Format digital, Barcelona
Impresión: Ingoprint, Barcelona

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