14.2.2006
Baliero, me has recordado algo que una vez olvidé
Es extraño. Me encuentro sentado frente a mi ordenador intentando escribir unas palabras en homenaje a la memoria de Horacio Baliero, alguien que no fue mi amigo, que no fue mi profesor, que no fue mi jefe y a quien por cierto, jamás conocí personalmente y que sin embargo y a la distancia breve de su muerte, siento algo extraño, me siento deudor, intensamente deudor.
Tanto, como de aquellos otros maestros que tampoco he conocido en persona y que sin embargo rondan en mi vida y en la vida. Hoy, muchos ya muertos y que inconscientemente en su mayoría, me enseñan sobre los límites, sobre las ignorancias y sobre la fragilidad de mi propia existencia por oposición a la constancia, sabiduría, humildad y sacrificio que ellos supieron transmitir en su verbo y quehacer, a lo largo de la vida.
Siento que la muerte en tales casos es verdaderamente injusta, ya que somos tantísmas personas como hay, las que continuamos brevemente ocupando un espacio entre los vivos, pero incapacitados de poder dar a otros lo que estos maestros sí, tanto nos dan.
Deudor también, por recordar haber olvidado alguna vez decirles gracias en vida y en parte así, saldar deudas contraídas.
Quedará entonces el dudoso honor frente a la paradoja, de figurar en la Historia, para que desde ella se cuente, a nosotros sobrevivientes, de estos pocos y elegidos hombres y mujeres que brindan su talento irrepetible por tan poco, protagonistas de un tiempo existencial, donde los testimonios logran insuficientemente trascenderlos.
La muerte de un Maestro de la Arquitectura Argentina como Horacio Baliero, no evita que pese a él y a todos nuestros otros maestros, continúe aún la ignorancia, la pobreza y la idiotez de nuestra época, pero su lección, ayuda a prevenirlas.
Daniel Silberfaden,
BCN, 29 de febrero de 2004