13.11.2008

Atención a la enseñanza

Es responsabilidad de quienes enseñan que los ejercicios de urbanismo sean reflexivos, para que los claustros no terminen convertidos en meros formadores de técnicos acríticos.

Preocupa ver la fragmentación de nuestras ciudades, cómo se convierten en fuente de desigualdad y no de libertad. Nos preocupa también la arquitectura objetual, la criticamos. Pero, ¿qué posiciones tomamos al enseñar? ¿Da todo igual?, ¿tenemos que explicar las maneras del mercado porque son las que deciden sobre nuestra vidas, sobre las formas de la ciudades y sobre las arquitecturas?

¿Tenemos que ser «objetivos» y tratar de igual manera la realidad que nos envuelve, sea esta ejemplar o detestable? O… ¿no da todo igual y tenemos que tomar partido?. La enseñanza ha de ser objetiva desde la subjetividad, es un posicionamiento necesario. He tenido recientemente ocasión, como tutora de estudiantes entre Buenos Aires y Barcelona, de revisar ejercicios realizados en la FADU en diseño arquitectónico y en urbanismo. Los primeros siguen siendo ejemplares, buscando que el proyecto mejore de la sociedad. Sonará ingenuo, pero como profesora no renuncio a inculcar una confianza y un deseo de mejorar la sociedad. En los trabajos de urbanismo tuve una desagradable sorpresa: la propuesta de un barrio cerrado en el área metropolitana de Buenos Aires, que esgrime como fundamental la lectura económica, lineal y plana («si no se cierran partes de la nueva zona y se triplica así su precio no sería una operación rentable»). ¿Es esto, propio de un especulador inmobiliario, un ejercicio académico?, ¿no es la universidad el lugar de la reflexión, de la alter-propuesta?

Para llegar a la banal cuenta de costos y precios de venta no se necesita un año de urbanismo en la universidad. Este año (por demás insuficiente) debería plantearse como investigación: cómo podemos proponer una ciudad rentable (ya que parece la razón imprescindible), ¿es necesario seguir construyendo un conglomerado «urbano» de lotes y miserables casitas en lugar de plantear densificaciones con sus servicios y equipamientos?

Resulta increíble que, pasado el umbral del siglo XXI, se pretendan resolver la ciudad y la vivienda con una simplificación especulativa de loteo y casa unifamiliar. La reflexión universitaria debería ser eso: reflexión, que aporte nuevos parámetros para resolver el acuciante problema de las ciudades y la vivienda. La población urbana mundial habrá crecido hacia el 2030 en más de 2000 millones de habitantes, y en Latinoamérica pasará de 391 a 608 millones. La solución hace tiempo que no está en la repetición al infinito de la parcela unifamiliar. ¿Cómo se responde con calidad de ciudad a una ciudad dispersa? ¿O aún se considera que construyendo viviendas se resuelve el problema social de las grandes aglomeraciones? Sin ellas no hay solución; sólo con ellas, tampoco.

Como formadores somos responsables de que aquello que planteamos como ejercicio directo, sin visión crítica, se convierta en algo válido. Mucho podemos lamentarnos después de los barrios cerrados, de la fragmentación, de la inseguridad y de que poco podamos hacer para detenerlo. Entregarlo como ejercicio es reducir a la universidad pública a una mera academia que forma técnicos y técnicas sin visión crítica, que obedecerán a ciegas a las presiones del mercado. No sólo estamos anunciando un territorio peor sino que hundimos la universidad como lugar de reflexión y formación crítica.

Zaida Muxí es arquitecta, tutora de intercambio universitario entre Bs. As. y Barcelona, donde reside.

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