13.2.2006

Artificios naturales

Por Fredy Massad y Alicia Gerrero Yeste
26/01/2005

Ramón Fité y Julio Mejón practican una arquitectura que busca adaptarse al entorno y que les ha llevado a la construcción ‘seca’, en la que los elementos se ensamblan sin el uso de mortero. El resultado se puede ver en Lleida.

Edificios que aparecen como piezas precisas dentro de un hueco urbano rodeado de medianeras o al enfrentarse a la aridez austera del paisaje de la comarca del Segrià, resultado de la experimentación con nuevas técnicas de construcción y de nuevas formas de empleo y tratamiento de materiales: la arquitectura de Ramón Fité y Julio Mejón, en su materialidad, es expresión de una búsqueda sensible. Es arquitectura surgida de la concentración intensa, racional y emocional, en cada elemento y factor de su esencia y materia.

Fité y Mejón son de esos arquitectos que hacen que un edificio surja como un elemento que se hace vivo tanto por su función como por ser una entidad de individualidad plena entregada e incorporada en un paisaje, en el tiempo, enriqueciéndolo al transformarlo con su presencia. De las lecciones que calladamente pronuncian sus obras se hace patente cómo la arquitectura se revela como un producto de la psique, reflejo de la percepción de nuestra parcela local de realidad. Afirmando que el suelo es la materia prima de toda construcción, creando espacios compuestos de sensaciones de temperatura, luz, relaciones entre exterior-interior, contrastes entre gravedad y ligereza… estos arquitectos operan manejando técnica para controlar y hacer bella la materia: haciéndola específicamente bella desde la elaboración del complejo aprendizaje de lo sensorial que se adquiere a través del vínculo con el entorno tanto de la arquitectura como del arquitecto. «El clima, la orientación, condicionan la manera de posicionarse. Vivimos en Lleida, un lugar donde las cuatro estaciones del año se perciben con intensidad: primaveras lluviosas, veranos calurosos y otoños ricos en colores, preludios del frío y la niebla del invierno. Reconocemos la arquitectura en estas circunstancias», explican.

Desde el punto de vista técnico, estos arquitectos reivindican el aprendizaje en los diferentes talleres involucrados en los procesos de construcción para entender su racionalidad y, al ahondar en su conocimiento, aprender a subvertirlos para así manejarlos, controlarlos y dominarlos para poder reflejar de una manera más exacta sus propias ideas.

Sus planteamientos acerca de hacer una arquitectura «seca» -donde los elementos son ensamblados «en seco», sin uso de mortero- revelan cómo la apreciación poética del lugar produce una curiosidad que conduce al estudio y dede unos procedimientos constructivos y del tratamiento de los materiales que hacen de los edificios de Fité y Mejón artificios naturales de identidad técnica y estética absolutamente autóctona. Sus recientes proyectos para dos viviendas unifamiliares -en Lleida y otra en el pueblo de Almacelles- y el de un centro de asistencia médica primaria en el barrio leridano de Cap-Pont, plantean su conciencia de que ocupar un lugar mediante la arquitectura significa transformarlo. La concepción de una arquitectura «seca» es una transposición afirmativa de los rasgos fundamentales del perturbador clima extremo y paisaje natural y urbano de Lleida y sus contornos. «La arquitectura debe reconocer los atributos negativos y positivos de un lugar: entender qué es lo que hay que ignorar, añadir, eliminar, modificar» afirman ambos.

El centro de atención primaria y la casa unifamiliar construidos en distintas zonas límites del perímetro de Lleida se alzan como volúmenes firmes y sólidos. En el caso del CAP, se presta gran atención al tratamiento de la fachada y su comunicación con su entorno: un área urbana de desmesurados bloques de vivienda de promoción privada en el que los arquitectos buscan que su edificio se integre como una entidad abstracta y precisa, unitaria y compleja, subjetiva hacia el exterior y pragmática hacia el interior. Y lo logran mediante una esr ancia tructura horizontal -que se opone a la verticalidad de los feos bloques adyacentes- compuesta de aluminio, cristal y madera laminada que genera una piel conformada por sucesivos módulos, de diferente tamaño y material, que componen una especie de alfabeto.

El proyecto desarrollado para una vivienda sita en una urbanización cercana a la capital ilerdense demuestra el interés de estos arquitectos por investigar y proponer nuevas soluciones constructivas. «Construir supone combinar materiales, técnicas y métodos en orden para materializar una idea. Esto es algo que no se consigue únicamente con la utilización directa de los sistemas y productos que ofrece la industria. Para este proyecto, creamos las leyes y nuestra metodología, entendiendo la construcción como un instrumento para conce-bir la arquitectura, de manera que, propiciando decisiones y ahondando en su conocimiento, pudiésemos llegar a alterarla» comentan Fité y Mejón. Basando el programa doméstico de esta vivienda en el habitual para cualquier familia numerosa, los arquitectos llevan a cabo una construcción concebida y materializada a través de las técnicas y máquinas para la construcción de estructuras dinámicas para el soporte de camiones y carrocerías frigoríficas. El edificio es un volumen metálico ligero, descansando sobre una base de hormigón, compuesto alrededor de un patio. Los recubrimientos de la estructura ocultan ese neto origen industrial y la hacen aparecer como una casa confortable y elegante sin ampulosidades.

La sensualidad y el dominio del vocabulario arquitectónico que sustentan el ejercicio de construcción de una casa en Almacelles, una pequeña localidad a pocos kilómetros de Lleida, pueden ser tomadosc omo un reflejo máximo de la sensible capacidad, audacia, inteligencia y energía de estos arquitectos. Su elemento protagonista es la pesada masa de acero que conforma la segunda planta y que está siendo oxidada con agua marina. Esta hermosa estructura establece un desconcertante diálogo de firme equilibrio con la planta inferior, ligera e ingrávida, y de extraña fraternidad con las adustas viviendas vecinas y el seco paisaje rural cercano porque su exhubesarrollo radica en su afirmación en su propia esencia, y su propia identidad, que son las mismas del lugar donde se asienta pero transformadas, mediante el trabajo y el pensamiento de unos arquitectos de vocación artesana y artística.

Ahondar en la tecnología y su desarrollo para hacer con ella un trabajo artesano y cuidado. El ensamble ajustado y armónico de piezas que juegan el papel de la construcción de un todo para el desarrollo de un lenguaje arquitectónico que llega a ser plenamente poético cuando se hace evidente que no existe temor a construir experimentando: para estos arquitectos, la construcción es un instrumento para concebir y hacer una arquitectura sentida y profunda, que susurra belleza. Que hace de sus lugares otros espacios.

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