25.1.2006

Arquitectura y modos de habitar

Publicado en la Revista de la SCA

¿Qué significa que la Revista de la SCA dedique este número a la relación existente entre las formas del habitar y la arquitectura? Lo primero es que las actuales autoridades son sensibles a un tema íntimamente ligado a la arquitectura y que su ausencia de la mesa del debate, más que un olvido, es un error imperdonable. La desaparición de la exigencia de pensar la compleja y conflictiva cadena de relaciones entre formas de vida, formas de habitar, formas del hábitat y arquitectura, comienza, curiosamente, cuando se difunde hasta el cansancio aquel famoso apotegma: ‘la forma sigue a la función’. Este numero intenta re-instalar el debate en la agenda de los arquitectos.

1. La Arquitectura y la gente
¿Tiene algo que ver la arquitectura, con la gente? Una alta figura de la Universidad de Harvard, en Buenos Aires, me respondió noo!!!; esa fue una preocupación de los setenta. Además, ¿quién puede esclarecer este tema sin hacer ideología? Muchos se sorprenderían -o tal vez no- que la gran mayoría de los arquitectos -y muy especialmente los docentes de arquitectura- no piensan que para hacer un proyecto, conocer a los usuarios sea una genuina fuente de inspiración, para la creatividad arquitectónica.

No obstante el tema ha retornado frecuentemente, a nivel mundial. En los ’60 podemos citar el Team X cuando rescata el corazón vivo de las ciudades tradicionales, contra la frialdad positivista que exhiben las urbanizaciones modernas atadas a la Carta de Atenas; y que Aldo Van Eick fundamentara desde la tarea interdisciplinaria con la antropología y la filosofía. Más tarde el tema retorna cuando C. Alexander expone su Teoría de los Patterns basada en los comportamientos establecidos y asentados culturalmente en las clases medias norteamericanas; y también las movilizaciones sociales argentinas de los ’70 cuando irónicamente se decía que los estudiantes iban a la facultad, más con la máquina de escribir que con la regla T.

Es importante reconocer que el Team X fue una de las primeras y más consistentes reacciones contra el universalismo abstracto e indiferenciado en las repuestas arquitectónicas, que no atendían las cuestiones del usuario y del lugar. Pero, esa iniciativa no pudo concretar los modos, maneras y procedimientos para concretar estas ideas.

Si como sostiene Félix de Azúa en la voz Arquitectura «Para que la arquitectura produzca resultados aceptables puede darse por buena la jerarquía de los principios establecida por Vitruvio: toda edificación debe comenzar dirigida por su futuro uso, ha de seguir determinada por la solidez y firmeza de la construcción, y ha de concluir con un programa significativo que dé sentido al edificio y al lugar en donde se alza. El trío utilitas, firmitas, venustas, sigue siendo el abecé (casi nunca respetado) de la habitabilidad». No sólo pensamos que esto es así, sino que el tema debe ser indagado en profundidad y concluimos, sin vanidad, que no somos muchos los que revitalizamos este debate permanentemente desde hace ya muchos años.

Pero lo mas interesante de la cita es que la venustas, casi siempre comprendida como belleza, (mas allá de su definición especifica) es aqui traducida por el autor catalán, como «un programa significativo que de sentido al edificio y al lugar donde se alza» temas ignorados por el Vitruvio original que pensó más en términos del placer que produce la contemplación de formas proporcionadas, rítmicas, compuestas en unidad y como resultado de un acuerdo de partes, tal como exigía Alberti hacia el S.XV.

Si bien estas ideas se instauraban en los orígenes de la Arquitectura Occidental, es en el Renacimiento y el Iluminismo cuando se instala la idea del cliente individual pero es con Le Corbusier y Mies, al finalizar la segunda guerra, que se instituye la vivienda -individual y colectiva- como tema central de la arquitecura. Allí mismo se comienza a debatir la medida en que la arquitectura debe guardar fidelidad al usuario, o por el contrario, sólo a los principios de una arquitecura autónoma de condiciones y determinaciones provenientes del cuerpo social. El debate, aún hoy, sigue vigente y está lejos de ser saldado.

Le Corbusier afirma que es necesario adecuar la arquitectura a las formas de vida contemporáneas de los hombres de cada tiempo histórico y de cada lugar de la tierra. Ahora se requiere una espacialidad que caracterizará su forma de habitarla, y el semblante de aquella arquitectura clásica no puede guiar los principios formales de la nueva arquitectura. Mies sostenía hacia 1930: «Aún no existe la vivienda de nuestro tiempo, sin embargo, la transformación de la manera de vivir exige su realización». A esto se aboca cuando realiza sus Investigaciones Proyectuales de las Casas Patio, cuya concreción está impulsada por sus propios deseos e intereses, al punto que allí comienza a delinear su programa arquitectónico futuro.

El maestro de la escuela de Francfort, T. Adorno sostenía: «la fantasía arquitectónica se expresa cuando determinadas formas y espacios con significado, se construyen con ciertos materiales y procesos productivos para dar cumplimiento a finalidades que provienen de la sociedad».

En una clase de A. Delorenzini , titulada «La Función y la Forma», el autor encuadra sus ideas apoyándose en las de Adorno quien despliega argumentos contundentes y nada lineales, sobre la manera de comprender en arquitectura la articulación entre «la forma y función». Afirmación arriba citada, elevada primero a apotegma indiscutible y demonizada despues por ser la culpable de todos los males de la arquitectura moderna. Este texto da cuenta de la revalorización de la función, uso, destino, como parte inescindible de la arquitectura.

El siguiente dialogo sintetiza las ideas de T.A. expuestas por A.D.

Dice A.L.: «La función en los objetos de uso es fácil, un martillo se usa para martillar, pero en la arquitectura es más complejo. De allí que la función estética sea también más compleja que en los objetos de uso, porque un martillo puede configurarse con criterios estéticos como los de la transparencia funcional o constructiva y de inteligibilidad formal, pero no son criterios estéticos suficientes para la arquitectura -son criterios estéticos, sin duda, pero no son suficientes- precisamente por esa polivalencia de la función».
JAS: Pero esa es la finalidad externa, el programa de necesidades.
AD: Si, pero ojo con reducirlo en algo unívoco. Es decir, si usas una categoría, puede querer decir que el programa de la casa debe ajustarse unívocamente a esa categoría. Porque a las formas después le van a dar otro uso, más o menos diverso. Lo de la función es interesante como relato, pero hay que convertirlo en espacio habitable. Eso se logra, precisamente por mediación de la forma, de la que es inseparable. Para los modernos lo importante era que la función fuera transparente, no representada. La transparencia formal en los objetos útiles es una determinación estética.
JAS: en la modernidad esto condujo a la moral y la ética: había que ser honestos y aunque más no sea representar los usos, con las consecuencias negativas, no sólo en la distribución espacial sino con mas fuerza aún, en el lenguaje formal ya superado por las formas de vida cotidiana, que sufre las adaptaciones a ámbito diseñados para habitantes de otro siglo.

Estas observaciones de las formas de vida, el habitar y la arquitecura se expresan nítidamente en un libro de reciente aparición: «La Buena Vida», de Iñaki Ábalos comentada en la sección libros publicados de este número. Antes de abordar la actualidad refresquemos la noción de hábito desde Arnau , quien lo analiza para la arquitectura y Aristóteles para la técnica y el arte y tendremos varias relaciones esclarecedoras.

Sostiene Arnau: «Supuesto que el servicio a una función, material o simbólica, es el propósito de toda arquitectura y que la casa, entendida como habitación y como dominio, substancia esa función, nos importa conocer en qué consiste habitar
‘La primera consecuencia del propósito de habitar no es la habitación, sino el hábito. El habitar crea hábitos y los hábitos constituyen un principio de habitación: habitar es habituarse. Hábito y habitación juegan así un juego dialéctico’.
La diversidad de sentidos del hábito ilustra su concepto. Existen tres nociones de hábito: a) es un vestido; b) un comportamiento; c) una facilidad».

Primero: El hábito, en efecto, es un vestido, Pero no un vestido cualquiera, sino aquel que cada uno usa según su estado. Es un vestido, por consiguiente, representativo y significante de cierta condición u oficio. El matiz religioso viene luego.

Como vestido que es, el hábito envuelve el cuerpo y lo atempera: algo que se predica asimismo de la habitación, envolvente y temperante: con la diferencia de qué ésta rodea el yo y la circunstancia. La habitación viste un ámbito, Pero la habitación coincide con el hábito, en cuanto conviene al estado de cada uno y su oficio, a la vez que los representa y significa. Así, la habitación desciende de alguna manera del habito y lo dilata. De los varios tipos de habitación primaria, hay uno que prolonga y desarrolla la tradición del tejido: la tienda. Y una tienda ¿Qué es, sino un vestido puesto a un ración, mínima o quizá no tanto, de espacio vital?

Segundo: otra acepción de hábito indica que es un modo de comportamiento: una pauta de conducta. Y es a esa vida pautada, habitual, a la que responde con sus recintos, varios y bien aderezados, la habitación humana. ¿Cómo, si no, la arquitectura habría de aprehender la imprevisible conducta del hombre, si ella no obedeciera a un abanico de hábitos estables? Puede haber habitaciones, porque hay hábitos: de estudio, de reposo, de aseo, de restauración, de trabajo, de convivencia. Esos hábitos son las costumbres que los romanos antiguos llamaban mores. Todo edificio es costumbrista.

El que habita mora, y el que mora tiene moral. Todo edificio es costumbrista.
Con su voz, nos recuerdan por otra parte los latinos la cualidad moral, o inmoral, de todo alijo de costumbres, que benefician a la condición humana, por algo se llaman buenas costumbres. La arquitectura, pues, se cruza con la Ética. La arquitectura no crea, desde luego, como quisieron creer algunos apóstoles del Movimiento Moderno, la buenas costumbres y su moral. Pero puede favorecerlas o entorpecerlas, inducirlas o condenarlas.

Tercero: el hábito «es facilidad que se adquiere por larga y constante práctica en un mismo ejercicio». Tal es su economía que hace que rindamos mas con menos fatiga. Favoreciendo el hábito la Arquitectura libera preciosos contingentes de energía humana no consumida, reservada y disponible. La Arquitectura no sólo es disposición: sino que crea, además, disponibilidad. Parece que el habito, disciplina al fin y al cabo, obliga y ata. Y sin embargo, libera y desata en realidad. Y la arquitectura le cabe un merito seguro en ese proceso. Pero si la Arquitectura crea hábitos; puede decirse, a la inversa, que es un cierto hábito, hábitus para los escolásticos medievales, el que crea la Arquitectura. O mejor dicho: la Arquitectura, en tanto que arte, es un hábito.
«Dante hace suya la idea de que el arte es un habito del espíritu, semejante a,
pero independiente de, los hábitos corporales, que se atribuye al artífice».

En Sintesis tendremos tres significados para la palabra hábito:

  • Hábito como vestido;
  • Hábito como comportamiento y
  • Hábito como habilidad técnica para el saber hacer.

Si bien se nos puede reprochar que hemos seleccionado las menciones históricas que nos convenían a nuestros argumentos, nadie (y cuando digo nadie me refiero sobre todo a aquellos que no han estudiado arquitectura) podría creer que en la facultad de arquitectura un profesor (sea visitante extranjero o local) pueda manifestar orgullosa y rotundamente que «la arquitectura no tiene, y nunca tuvo, nada que ver ni con los usuarios ni con los clientes». No nos asombró tal aserto en si mismo, ya que lo escuchamos reiteradamente, (no fundamentado), sino la necesidad que tienen los arquitectos de reconocido prestigio en afirmar, esta concepción de la disciplina, que desde luego rechazamos de la misma manera que rechazaríamos la contraria, aquella supuesta que dijera que la arquitectura sólo tiene que ver con las formas de vida de los usuarios y los clientes, sin reconocer los múltiples condicionantes de la arquitectura, que la hacen constituirse en un hacer poiético , complejo y por ello polisémico y multicausal.

2. La dinámica social y proyectual

Este breve recorrido por algunas referencias nos comprometen alientan a transmitir nuestras propias investigaciones.
La arquitectura se produce de acuerdo a la concepción teórica del autor más aún desde la modernidad, ajena a todo tipo de canon fijo, aunque sujeta a cánones subyacentes del campo cultural e intelectual disciplinario y si bien algunos consideran que sólo los aspectos estéticos son los importantes, y así guían tanto su propia obra como la docencia, es curioso que en castellano, y al momento, solo tengamos dos libros de «Estética de la arquitectura», uno de Roger Scruton y el otro de reciente aparición de Roberto Masiero, y no son los más leídos o consultados.

Si bien se impone conocer la concepción teórica de la Arquitectura del proyectista y si ella acepta la incorporación del usuario, la manera de hacerlo es el tema central del problema, es decir la metodología de la acción proyectual. Si acordamos que la arquitectura es el arte útil por excelencia para construir el hábitat humano, y si como creemos, la arquitectura crea mundos que revelan la vida real de la gente, esta no sólo se compondrá de aspectos funcionales organizativos, los que los vitruvianos llamaban el utilitas relanzado por F. de Azúa en la cita mencionada antes, sino, y lo creo tan importante como éste y más difícil de cumplimentar aún, es el carácter o atmósfera que debe trasuntar el hábitat mediante una materialidad que motorice sensaciones y sentimientos captados por los sentidos y los imaginarios percibidos y producidos por el libre juego de la imaginación y el entendimiento.

La dinámica social que va de la sociedad a la arquitectura y de esta a la sociedad debería atravesar estos tres momentos que tenemos que analizar detenidamente y estudiar las formas de articularlas. Las formas de vida le interesan a las ciencias humanas y sociales, desde la filosofía más abstracta a la psicología mas concreta, pasando por la antropología urbana, la sociología, la psicología social, de familia, etc. La arquitectura las plantea como insumo de los proyectos, porque es el modo en que el mundo real ingresa al proyecto.

Secuencia progresiva desde el usuario a la arquitectura
Estilos de vida: Con el Estilo de Vida, emergen valores, juicios, costumbres, hábitos, vínculos humanos. Los imaginarios que constituyen el mundo real, despiertan expectativas y proyectos de vida.
¿Se pueden proyectar, los significados o significaciones imaginarias?.

Formas de habitar: Con la forma de habitar emergen los deseos y fantasías: hacer gimnasia, cocinar, conversar, deseo escuchar música. Programar ciertas acciones y me pregunto ¿donde los haría?, ¿Con quién?, ¿En que lugar y momento?

El hábitat, la arquitectura: Se proyectan lugares que pueden construir un hábitat y en algunos casos se llega a hacer arquitectura.
Se habita y encauzan o modifican hábitos, costumbres, modos de habitar y hasta estilos de vida.

Secuencia progresiva del hábitat a su habitante

¿Al «estilo de vida» lo puede modificar la arquitectura?
¿Es legítimo?
Los hábitos del habitar modifican el hábitat en el que se desenvuelve el habitar.
El hábitat modifica los otros componentes cuando se habita.

Página siguiente

Para poder subir obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder solicitar la creación de un grupo es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder guardar en favoritos es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder valorar obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder agregar a este usuario a tu red de contactos es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Para poder enviarle un mensaje a este usuario es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Ir a la barra de herramientas